Reportaje que realizamos a Felisa en Rosario en 2012.
Quiero estar viva y lúcida para ver la revolución
Hablar con María Felisa es emprender un viaje largo, es un ir y venir de preguntas y respuestas, de comentarios, risas y tristezas. Cuando logramos estar tranquilos y simplemente hablar, la memoria de Felisa va y viene por todas partes, por todos los rincones de una larga vida, de una vida interesante, como diría aquella vieja maldición china. Lo que van a leer no es un reportaje como se debe, es sólo una charla de compañeros, un intercambiar de recuerdos, curiosidades y saberes. La compañera María Felisa es médica especializada en epidemiología, militante desde siempre, trabajadora, madre, luchadora y viajera incansable por nuestras tierras latinoamericanas. Esta es una parte de esa rica historia, y también de su presente y su futuro, en la larga lucha por un mañana socialista para nuestros pueblos.
Ciudadana de la “República de Corrientes”
Nací en Goya, en la provincia de Corrientes, en 1938. Fui la segunda de tres hermanos, y digo esto porque hay qué ver que rumbo tomo cada hijo, los hombres salieron bien de derecha, y la Felisa bien a la izquierda. Creo que en mi formación, como persona, tuvieron que ver dos hechos importantes.
El primer hecho fue que mi papá era muy represor, uno de esos señores que creían que a los hijos se los educa con castigos físicos y con retos, porque así se inculcaban los valores. No me dejaba salir de la casa, no falté nunca a la escuela porque me llevaban hasta cuando estaba enferma, para inculcarme la puntualidad. No podía salir, pero podía leer lo que quisiera, podía leer desde los libros de Corín Tellado de mi mamá, hasta Freud y Anatole France que leí a los doce años, sacaba todo lo había en la biblioteca del pueblo. Eso hizo que tuviera una cultura que chocaba con la gente de mi edad. Leer mucho me permitía también observar mucho lo que pasaba y huir de una realidad violenta y complicada que era la de mi infancia y adolescencia.
El segundo hecho es que reaccionaba ante las injusticias sociales que veía en mi propia casa con respecto a la gente que venia del campo a servir, por la casa y la comida. Éramos una familia urbana, mi papá era fumigador y mamá maestra rural, pero en esa época estábamos mejor socialmente que la gente del campo, que trabajaba por la comida. Vi situaciones muy injustas, cómo se trataba a la chica de mi misma edad, que trabajaba haciendo la limpieza de la casa.
Me recibí de maestra en la Escuela Normal de Goya, con medalla de oro, porque qué otra cosa hacia si no leía y estudiaba, sí vivía encerrada. Eso fue en el año 56. Cuando me recibí de maestra, me fui a Buenos Aires, porque quería seguir estudiando. Me fascinó la medicina porque me gustó mucho un libro llamado “Los cazadores de microbios”, que era la historia de Pasteur y de Koch, que me hizo pensar que había otro mundo más interesante que casarse y trabajar de maestra. En esa época en Goya…si a los veinte años no estabas casada eras una solterona. No sé si ahora con otros conceptos de salud y enfermedad me parecería tan fascinante ese libro.
Como tenía una tía viviendo en Buenos Aires, fui a estudiar a Buenos Aires, si mi tía hubiera vivido en otro lugar del país hubiera estudiado en otro lado. Como no me podían mantener, trabajé de cualquier cosa, de lo que aparecía. En esos años, yo trabajaba, militaba, estudiaba, me divertía y tenía amores.
Primeros años de militancia política
En la Facultad, empiezo a conocer a compañeras del PC que me hablaban de los derechos de la mujer, de la paz en el mundo, contra la influencia de la Iglesia. A los diecisiete años estando en Goya todavía, escribí un proyecto de ley de salud pública, y también otro escrito sobre la religión como opio de los pueblos, que leídos ahora deben ser unos desastres. No había leído todavía a Marx, pero mis experiencias con la Iglesia eran desastrosas, veía como estaban ordenados los bancos en la iglesia del pueblo, marcados claramente por la clase social, adelante iban los terratenientes, los López Lecube, los Balestra, los Díaz Colodrero, después la clase media, y al fondo el pueblo. Los curas daban la misa de espaldas al pueblo, y encima en latín, que no entendías nada.
Entré a militar en el Partido Comunista en el 61, a militar en los barrios. No en la Fede, porque quería un trabajo más barrial. Militaba en Capital, en el barrio de Monserrat. Hay cosas que me enseñaron en el PC, y que salvaron la vida, como las reglas de seguridad, de contra seguimiento y todo eso. También aprendí de los encuentros de lectura, en las pintadas. Me acuerdo haber ido a las cuatro de la mañana a Grafa, a volantear a los que salían de trabajar en el turno noche. Era militar en el barrio, pero sobre todo con los trabajadores.
Trabajé de muchas cosas: de oficinista, de cajera en un bar, de limpiavidrios en un laboratorio, de vendedora de libros en EUDEBA, y hasta de promotora de espectáculos.
A través del Partido, conocía a Mercedes Sosa y a Matos. Un día viene Tejada Gómez a ofrecerme que intentara vender su espectáculo, y me daban un porcentaje de lo que ganaran. Entonces iba a las cooperativas del PC y a los centros de estudiantes a ofrecer el espectáculo, la verdad es que no ganaba mucho. Ahí me hice amiga de la Mercedes, que iba a cantar en el local del Partido en Monserrat. Me acuerdo de una vez que iba caminando por la calle Paraná, me la encuentro y me abraza, llorando me cuenta que el Matos se fue con otra. También conocí al hijo en esos tiempos.
De esos años en Buenos Aires, me acuerdo que me ligué los gases y los planazos en la lucha por Laica o Libre en las Facultades, de las tomas de Facultades, de las manifestaciones contra la invasión yanqui a Santo Domingo en el 65, toma de Facultades. En cuanta manifestación había ahí estaba yo.
Muchas veces no tenía un peso. Una vez me había quedado sin trabajo, y tenía 49 pesos, no me alcanzaba ni para la pensión ni para la comida. Pero sí me alcanzaba para ir al cine, que salía siete pesos, y me fui siete días seguidos al Lorraine. Vi el ciclo completo de Einsenstein Me bancó un mozo de Pipo, que me dio de comer fiado durante una semana, después cuando conseguí trabajo y pude le pagué, nos hicimos íntimos amigos del mozo, hasta le fui a avisar cuando me recibí.
Me recibo de médica en el 67, y me voy como médica a los Esteros del Iberá, que no te imaginas cómo me formó. Antes de recibirme, hice guardias médicas en villas, en la zona de Laferrere, que también ayudaron a formarme como médica y como persona.
En esa época, me fui del PC porque no soportaba las críticas al Che y a Cuba, según ellos el Che era un foquista, un aventurero, le decían. Me acuerdo que en la radio El Mundo pasaban mucha información sobre la Revolución Cubana. De noche emitían los avances de la guerrilla; en una de esas noches en el programa de radio, fue Guillén, que estaba exiliado en la Argentina, y leyó sus poemas. Me gustaron mucho, le escribí, y me contestó, entonces lo fui a ver al hotel, era un tipo extraordinario, aunque muchas cosas no las entendí, creo que por la carga de Goya que llevaba encima todavía.
En los Esteros del Iberá
¿Cómo llegué a los Esteros del Iberá? Cuando me recibo, estaba trabajando de oficinista en la Casa de la provincia de Corrientes en Capital. Un día viene un Brigadier, que era gobernador de la provincia en tiempos de la dictadura de Onganía, y me dice si iba a volver a Corrientes, y claro que yo quería volver. Ahí me dicen que había tres lugares que precisaban médicos, que eran Berón de Astrada, San Miguel y Gobernador Martínez. Yo quería ir a Carlos Pellegrini, en la entrada del Iberá, pero el Brigadier me decía que no era lugar para que
fuera una mujer sola, y ahí le respondí, enojada, que si Juana Azurduy había peleado por la independencia bien podía ser médica en los Esteros. Igual no me mandaron a Pellegrini.
Finalmente, elegí San Miguel, porque quería ir a los Esteros, aunque era del otro lado del Iberá, nunca había estado ahí. Cuando llegué, no había ni luz ni agua potable, el único medio de comunicación era el telégrafo, y había un colectivo que salía a la mañana y volvía a la tarde, está a 259 kilómetros de camino de tierra de Corrientes, que era la ciudad más cercana.
Atendía en San Miguel y en Loreto, que eran pueblos de las antiguas misiones guaraníes de los jesuitas, que cuando vinieron los mamelucos desde el Brasil huyeron de Misiones al lugar más difícil de entrar…los Esteros formaron pueblos con los mismos nombres que en Misiones, y trajeron sus santos tallados y su estilo de organización
Ahí en el Estero me formé como persona y como médica. En Buenos Aires me había formado en el Instituto de Investigaciones Médicas, el Lanari. Cuando llego a los Esteros, con toda la información de las enfermedades autoinmunes, me encuentro con el primer paciente, un niño, y me dicen que lo “meo” la “ura” (no sabía que era esa patología), le dije que vuelva al día siguiente, y busqué en los libros sin encontrar nada. Hablando con los enfermeros, entendí que era una miasis, una enfermedad transmitida por un tipo de mosca deja sus huevos y la piel se agusana. Aprendí mucho en lo social, a respetar las culturas del pueblo, cosas viejas leyendas, giros idiomáticos tradiciones que sólo se conservan en ese lugar, donde sólo hablaban guaraní, aunque eran criollos.
Me acuerdo de tantas cosas: hacía las consultas montada a caballo, a veces hacíamos hasta siete leguas (que vienen a ser unos treinta y cinco kilómetros), me metía entre los Esteros, con un caballo que le decían pasero porque podía pasar el agua, nadaban en el agua. Desde entonces, sé que quien tengo enfrente es una persona como yo, y que quien más sabe de la enfermedad es quien la sufre. Cuando llegué, nunca se les había ocurrido que el médico podía ser una mujer, fue toda una conmoción en el pueblo.
Trabajé ahí con curanderos y con parteras empíricas, y esa gente me enseñó muchísimo, era otra forma de trabajar con la gente, aprendí a ver y respetar los ritos de la muerte, y sus formas de comunicación. Una vez me llaman para que vaya a ver a alguien que se estaba muriendo, y quien me acompañaba, mucha distancia antes de llegar me dice: “ya murió” porque la familia empezaba a llorar, de una forma particular y ese llanto se trasladaba casa tras casa, familia tras familia, en medio del silencio de los campos. Digo que ahí empezó mi formación como educadora popular, donde juntamos los saberes y construimos un nuevo saber, porque aprendí más de ellos que ellos de mi conocimiento médico.
Ahí también conocí la explotación de los peones rurales de las grandes estancias. Todo el pueblo estaba rodeado de las estancias de los grandes propietarios de Corrientes, de Balestra, Díaz Colodrero, Bencich, Frontini, Zayas. Ahí vi la explotación más directa. Una había leído de la plusvalía, de los señores feudales, pero esa era la práctica y era mucho peor. A los peones les pagaban en vales, que sólo servían para comprar en los comercios de los mismos terratenientes. Eran sueldos miserables, y encima en vales. Un día estaba hablando con un peón, que ganaba sólo cinco pesos, y estaba enfermo, y le digo: “usted ¿porqué no se va?”, y el hombre me responde: “¿adonde?”. Exactamente a dónde podría irse, con 50 años, enfermo, analfabeto que no tenía donde ir. Otra vez un peón me dice que él ganaba bien, que era encargado, y eran treinta pesos, sí treinta pesos en vales que sólo servían para comprarle a don Balestra. 7
La militancia en los ´70
En 1970 me voy a estudiar a Buenos Aires la diplomatura en Salud Pública, becada por la provincia. Ahí vuelvo a tomar contacto con gente que estaba en la Teología de la Liberación, que conocía de la época anterior, como a Miguel Ramondetti, a quien conocía desde el 62, fuimos amigos durante cuarenta años, nos encontramos en todas partes, en el exilio, después en Nicaragua. Siempre estábamos rodeados de gente de izquierda.
Esos fueron años de acumulación para adentro, de formación. Recorrí mucho, fui a la Patagonia, hasta a Tierra del Fuego. También tomé clases con Pichón-Riviére, que ayudó a mi formación. Entre el 70 y el 73 fui coordinadora de Salud Pública, recorriendo los pueblos de la provincia de Corrientes, desde Empedrado Saladas…todos los departamentos hacia el norte, ahí crucé al Paraguay, por la isla Apipé. En el 73 me dan una beca, y me voy un año a Venezuela. Entonces descubrí América Latina, un mundo entero que yo desconocía, en el curso éramos cuarenta y dos compañeros de todos los países de la región. Dos compañeros venezolanos me enseñaron como era su país, su historia, quien era Bolívar, se me abrió el mundo. Vimos distintos lugares de Venezuela, siguiendo y aprendiendo las enfermedades de cada zona, por eso conocí y aprendí tanto. Ahí me agarró el golpe del 11 de septiembre del 73, en Chile.
Cuando regresé a Corrientes, tomé contacto con los exiliados que venían de Chile, de Uruguay, con compañeros tupamaros, que estaban confinados en un hotel de la provincia en Empedrado. Cada nueva etapa era una transformación de mi mirada y militancia A partir de esa permanencia en Venezuela y lo de Chile nunca más me abandonó ese sentimiento de latinoamericaneidad, eso de sentir en lo profundo que pertenezco a esta nuestra América y no puedo evitar mirar cada cosa con esa mirada
Siempre trabajé en salud, y siempre para el Estado, en todas partes, en Corrientes, en Nicaragua, en Rosario. Nunca quise tener consultorio, salvo un tiempo en Goya, cuando el consultorio me servía como cobertura para los compañeros. En el 74 me mandan castigada a Goya, a dirigir el hospital de la ciudad, que era un hospital grande, ahí me vuelvo a involucrar mucho con Ramondetti y con los compañeros de Vanguardia Comunista. Al poco tiempo, ingreso al PRT (Partido Revolucionario de los Trabajadores), en donde ser médica y encima directora del hospital me daba una cobertura enorme. Había un centro de salud, en la zona más pobre de Goya, (barrio San Ramón) donde iban los trabajadores del tabaco, y decidí que iba a atender un puesto de salud en ese lugar, porque me involucraba con la gente del barrio, era a una cuadra de la casa de Ramondetti. Gratis obvio como el que creamos en la isla, con otro cura Arroyo, era un ranchito pero le pusimos de nombre Che Guevara.
En el barrio San Ramón conocía quien fue mi compañero, Enrique, que era francés y fraile laico. Ya teníamos un grupo del PRT en la zona. Cuando viene el Golpe del 76, la misma noche empezamos a pensar que hacer, nos dábamos cuenta que no era un golpe común, que no era como los anteriores. Muchos nos fuimos a Buenos Aires, en un grupo nos fuimos María Esther, Ramondetti, el compañero Quique y yo.
Me pierdo en Buenos Aires, pensando que no había tanta coordinación entre las provincias, que así podría zafar.
Después me entero que Enrique cae preso en Goya, y yo ya estaba totalmente sola, asustada, en la ciudad, sin nadie que me contenga. Mi compañero estuvo preso en Resistencia, en Coordinación Federal, en Devoto, Caseros, en la U9 de La Plata. Cuando estaba en Coordinación, ahí en Capital, pude comunicarme a través de la esposa de un preso común, que me pasaba informaciones. En ese momento, yo trabajaba en negro en una especie de servicio de emergencias con mi auto, y todo lo que hacía figuraba a nombre de otro médico.
En este periodo negrísimo, del que no quiero hablar mucho, una vez lo trasladan a Enrique, y no sabia adonde, le perdí el rastro. Un día tocan el timbre y me dicen que un familiar que estaba buscando estaba en la U9 La Plata, nunca supe si era un familiar de otro preso, o un servicio, no quise ni averiguar.
También desaparecen mis dos amigas: Amalia y la Negrita
Con mi compañero preso conseguí contactar a la madre de Enrique en Francia, que ya tenía más de setenta años. Eran de una familia de la nobleza allá, con título nobiliario
desde la época de las Cruzadas en el 1300. Con la madre, fuimos al Consulado de Francia. Ella confiaba mucho en lo que podía hacer la Iglesia, era una católica fundamentalista, fuimos a ver a altas personalidades de la Iglesia, pero nunca conseguimos nada.
Enrique había dejado su congregación religiosa, que era la congregación de Foucault, pero en la cárcel volvió a reivindicarla y ellos lo aceptaron. En esas recorridas, en una visita organizada por una comisión de mujeres de presos, que eran del COSOFAM (Comité de Solidaridad con familiares de presos políticos, desaparecidos y muertos de la Argentina), conocí al Pío Laghi, que nos hizo una sanata bárbara, que no podía hacer mucho, que él también estaba en peligro. No le creí nada, todas le besaban el
anillo, y yo sólo le di la mano.
El exilio en Europa
Finalmente, la madre de Enrique consiguió que le dieran la opción de salida a Francia el 11 de marzo del 78, y yo viajé a Francia el 15 de mayo de ese año. A Ezeiza me llevo el Cónsul francés y me fui con mucho miedo.
Allá nos juntamos con Enrique y nos casamos, me pongo a estudiar francés, entramos a militar en el comité de apoyo latinoamericano (donde había militantes de varias organizaciones). Vuelve a repetirse mi historia: trabajaba, estudiaba para rendir la equivalencia como médica, militaba en tareas de solidaridad. Vivíamos en una casa tomada.
En París estábamos bien, había conseguido un buen trabajo, militaba, pero no me quería quedar. Solía ir a la tumba de César Vallejo, y varias veces repetí: “yo no me quiero morir aquí”. Vallejo murió exiliado, como decía en el poema “me moriré en París con aguacero / un día del cual tengo ya el recuerdo”.
Mientras tanto, militaba, creamos un comité de ayuda a los ex presos que iban llegando, el COMED, donde ayudábamos en sus problemas médicos. Un día cayó un compañero negro, casi azul, y me pareció que no hablaba francés, pensé que era africano, y era de Haití, me dio un ataque de vergüenza. También recuerdo a una compañera argentina, quemada con fósforo durante la tortura. Mi tarea era contener los/as compañeros escuchar sus relatos y luego según la enfermedad biológica que tuvieran, acompañarlo al médico u hospital francés solidario con los refugiados políticos (que no eran tantos) bastante. Recuerdo cuando estuve en Leningrado, en el Instituto de la Gripe, conocí sus teatros, como el Bolshoi, es una ciudad preciosa, conocí las noches blancas porque era verano y el día no terminaba nunca, tomé vodka y comí caviar negro como nunca en mi vida. También estuve en Argelia, donde conocí a los compañeros del FLN, vimos las cárceles donde torturaron los franceses, fue muy interesante impactante diría yo conocer la revolución argelina desde adentro. Fuimos también muchas veces a Bruselas, Holanda, Italia, y por toda Francia denunciando las dictaduras del Cono Sur.
En Francia, lo conocí al Gordo Sánchez, del PRT, con quien después estuvimos en Nicaragua, y que murió en el 89 en el Regimiento de La Tablada. Cada compañero que salía de las cárceles argentinas y/o uruguayas iba a mi casa. Madres como Olga Arédez también con la que nos hicimos amigas…éramos muy parecidas. pata’ e perro las dos y alegres.
Como quería irme de Europa a algún lugar donde fuera útil, durante un tiempo pensé en irme como médica a colaborar con los países que estaban dejando de ser colonias de Portugal. Habíamos elegido Mozambique, pero cuando apareció la posibilidad de ir a Nicaragua ni lo dudé. Cuando pude optar por Latinoamérica, me enganché de cabeza.
Primero empezamos a pagarle el viaje entre todos a los que iban a combatir al Frente Sur en Nicaragua, colaborábamos para pagar los pasajes, entre otros Irurzun, que estaba en Madrid, y el que hacía el nexo era Ramondetti.
En el corazón de la revolución sandinista
Llegamos a Managua en noviembre del 79, con Enrique, en medio de la euforia del triunfo, no tuvimos ni que pasar por la aduana, nos recibió Irurzun, el Capitán Santiago, uno de los compañeros históricos del PRT.
Me ofrezco para trabajar como médica, y me ofrecen varios lugares, elijo Matagalpa porque de los destinos que me daban era el más cercano a Managua. Tengo que decir que nunca me sentí extranjera en Nicaragua, desde el primer momento me integré a la realidad nica. En Matagalpa, la gente me recibió y me contó como era la cosa en la época de Somoza, me dicen que tenía que atender a la población de dieciocho fincas, porque no había médicos y los pocos que había se estaban yendo escapando de la revolución sandinista (como ha pasado en muchos procesos revolucionarios, los profesionales liberales huyen ante la falta de libertades). Cuando quiero ponerme a vacunar y pregunto donde está el censo, me dicen que en la época de Somoza no se había hecho ningún censo, así que no teníamos datos de la situación de la población, ni de nada.
Buena parte de mi historia durante el sandinismo la conté en el libro que hicimos con Irma Antognazzi (Nicaragua, El Ojo del Huracán Revolucionario, ver imágenes en la entrada “En el corazón de la revolución sandinista -fotos”).
Me acuerdo de la primera Nochebuena que pasamos allá, los peones dormían en galpones, a los que llamaban camarotes. Parecían campos de concentración nazis, sin luz, sin agua, sin nada. El 24 de diciembre de 1979 a la noche, termino de trabajar, y les digo: “feliz Nochebuena” y enseguida me sentí mal, no había ninguna fiesta, para los peones sólo eran los frijoles de siempre, y después a dormir en la oscuridad.
En los primeros tiempos, me contaron como la destrucción de Managua, con el terremoto del 72, transformó la ciudad, la dejó sin centro, es multicéntrica, y Somoza aprovechó el derrumbe para urbanizar sus propias tierras sin ningún plan urbano, mejor dicho con un plan hacer una ciudad multicéntrica donde la gente no tuviese un lugar de referencia para reunirse y protestar. Somoza era dueño de la Cementera, de la Línea Aérea de Nicaragua, y más. Era dueño de medio país.
Al principio de la revolución sandinista, la situación social, en especial en la salud, era peor que la había visto y vivido en Corrientes. La pobreza era increíble, la miseria allá era increíble, había visto pobreza e injusticia en Corrientes, pero Nicaragua era más dura, no tener luz y tener sólo un poquito de vela para la noche, porque no les alcanzaba para comprar velas a cada rato.
Milité mucho en Nicaragua, integrándome de lleno al FSLN (Frente Sandinista de Liberación Nacional). Participé en las milicias populares, en el CDS (Comité de Defensa Sandinista, a la manera de los CDR cubanos), estuve en la campaña de alfabetización por todos lados, en el Sindicato de trabajadores de la salud (en donde fui secretaria en la sexta región, en Matagalpa, Jinotega y Vasalla, estoy muy orgullosa de haber transitado una experiencia sindical con los compas), también estuve en la escuela de cuadros del sandinismo (donde veíamos el rol del imperialismo, la historia de Nicaragua, de América Central, del capitalismo, bastante simplificada), todo eso lo hice en Matagalpa. En la zona de guerra, en El Cuá–Bocoy, entre el 86 y el 88, iba a reuniones de partido, a trabajar casa por casa de los alzados a convencer a sus madres para que hicieran que sus hijos se salieran de la contra, estuve en todos los actos.
Me emboscaron tres veces y salí herida, pero viva para contarlo.
Me acuerdo que con un compa nica joven armamos una radio muy casera, con un viejo pasacasete, y un parlante, para movilizar a la población. Había mucho debate ideológico y político entre la población.
Era muy fuerte, influenciaba mucho sobre la población, la campaña anticomunista que hacían desde las radios de la contra desde Costa Rica y Honduras. Jugó un rol jodido en la conciencia de muchos nicaragüenses en esa época.
Una etapa muy fuerte fue cuando estuve en la zona rural en El Cuá–Bocoy, más cerca de la frontera con Honduras, en plena zona de guerra. Fui como responsable de salud, después que la contra asesinó a un compañero muy querido, el vasco Ambrosio Mogorrón. En Bocay
Salir de Matagalpa fue todo un cambio, la vida era mucho más dura. Pero la solidaridad, el compañerismo también eran muy grandes. Hasta hoy, recuerdo al Cuá como un lugar con mucha intensidad, donde vivimos la guerra de cerca, y donde hicimos de todo:salud, educación, milicia, de todo. Participé también en las dos campañas electorales presidenciales, en 1984, y también en 1990 ya nacionalizada nicaragüense, pero siempre como militante de base, yendo casa por casa.
Por la militancia en los años nicas, me dieron la medalla del décimo aniversario (en el 89), me dieron una de los trabajadores de la salud (donde te elegían los trabajadores de todo el país, primero por sección, después por región, hasta el nivel nacional), también por la brigada alfabetizadora, y de los trabajadores del campo (de la ATC, Asociación de Trabajadores del Campo).
Tuve pocos vínculos con los compañeros del PRT que estaban allá, aunque nos vimos algunas veces. Estaba Gorriarán Merlo, me acuerdo de una fiesta en su casa en Managua.
Muchos quedaron allá hasta ahora, como Pola Augier, Néstor Napal, y unos cuantos más.
En la elección de 1990, militamos muchísimo, trabajando casa por casa, y estaba convencida que íbamos a ganar. No supimos ver los signos contrapuestos. Por ejemplo, en una casa, el padre era un sandinista convencido, y me decía que iba a votar por el sandinismo, pero si mirabas bien, tenía un hijo alzado, con la contra, y otro fallecido combatiendo en el Ejército Sandinista, ese compañero votó por la UNO, aunque decía lo contrario, porque no se soportaba más la guerra, y la Violeta Chamorro prometía la paz.
Después de la derrota, me quise volver a la Argentina, no soportaba que todo por lo que habíamos luchado se viniera abajo, que se privatizaran los servicios de los hospitales que habíamos armado. Fueron doce años de mi vida en Nicaragua.
Cuando vi la película NICARAGUA, EL SUEÑO DE UNA GENERACIÓN, donde están los testimonios de muchos argentinos que estuvimos en la revolución sandinista (incluyendo el mío), me conmoví mucho, fue ver una parte importante de mi vida, y me parece que está muy bien planteada nuestra integración al proceso sandinista.
Cuando finalmente volvía Nicaragua, en 2009, me encuentro con la misma gente que estaba en el Cuá, en la zona de guerra, que muchos habían vuelto a ser campesinos. Me gusto mucho la actitud de los funcieonarios de Matagalpa, me encontré con un compa que había estado conmigo en la vigilancia revolucionaria, que ahora estaba como responsable del Ministerio de interior de Matagalpa, que era muy llano, y
me lleva a recorrer la zona. Me invita a tomar un café, y lo hace el mismo.
La Secretaria política del FSLN Rosa Argentina Barahona guerrillera ella ,su padre y sus hermanos fue la primera mujer que entró como militar de carrera en el EPS (Ejército Popular Sandinista).me dedicó su tarde, explicándome los nuevos logros y objetivos del FSLN y el nuevo rol de las mujeres Tiene una claridad política esa mujer!
Lo que vi ahora en Nicaragua es que hay mayor trabajo ideológico en la población, se habla de la construcción del socialismo, hay una mejora en las condiciones de vida de la población, el movimiento de mujeres hoy está volviendo a pelear por la legalización del aborto, con el dinero del ALBA se capacita a las mujeres sobre sus derechos económicos compartidos, para los jóvenes en la producción. El ALBA ha servido también para construir viviendas populares, caminos, hospitales y centrales de salud, calles, escuelas, nueva campaña de alfabetización (un muy bajo nivel actual, cerca del 4%). Crearon también un banco para las cooperativas de todo tipo, campesinas, de producción de ropa, etcétera.
También hay otro hoy en Nicaragua. Con fondos del ALBA se implementa el programa “Hambre Cero”, que consiste en entregar a cada familia una vaca, dos chanchos, dos conejos, gallinas, semillas de los alimentos básicos. La familia debe cuidar los animales, reproducirlos, sembrar la huerta, si la producción es suficiente, se alimenta toda la familia, y si hay excedentes se vende o se trueca en el mercado local. Esto también incrementa la producción de alimentos de un municipio. Hay técnicos en producción agropecuaria, que aconsejan cómo tener mejores resultados. Todos esos bienes, igual que los préstamos para micro emprendimientos, son entregados casi exclusivamente a mujeres.
Encuentro una diferencia entre Managua y el interior. En el interior, las relaciones son más llanas y directas. Tengo una mirada bastante positiva sobre la situación actual, y sobre todo sobre el futuro.
Frente a una situación tan grave como se vive hoy en Honduras y Guatemala, veo que Nicaragua es el único lugar de libertad real en Centroamérica, aun con sus contradicciones.
El regreso a la Argentina
Finalmente, regresamos a la Argentina en 1991. El primer tiempo fue un largo peregrinar con mi hijo, buscando un trabajo. Estuvimos un tiempo en Cipolletti, hasta que me ofrecieron un puesto para trabajar en salud pública en la Municipalidad de Rosario. Así llegué a Rosario, donde nunca había estado antes.
Cuando me acomodé un poco, empecé una larga búsqueda de espacios de militancia, desde el 92 hasta 2005. Estuve en los movimientos de mujeres, en el PRONAPO Rosario (con el Obispo Pagura, que venía del movimiento de derechos humanos), en el PC, en las asambleas barriales después del 2001, hasta que en 2005 me vinculé con el grupo de compañeros que hoy estamos en el MULCS.
Tengo una mirada latinoamericana, ese es mi lugar en el mundo, creo que hay que construir desde esa mirada, siento a América latina como mi patria.
En mi último viaje a Guatemala, en enero de 2012, me impactó mucho como me recibieron, se ve que me conocían, me sentí como una guerrillera más Estuvimos en Quetzaltenango, con los principales dirigentes de la antigua URNG (Unida Revolucionaria Nacional Guatemalteca), justo al día siguiente de la asunción de Otto Pérez Molina, que fue uno de los jefes de la represión contra el movimiento guerrillero y el pueblo. Hay una movida muy fuerte de culpabilizar a los dirigentes guerrilleros, al mismo nivel que los militares represores, para liberar al ex presidente Ríos Montt. Hay un altísimo nivel de violencia y de asesinatos, a nivel étnico, político y también de los narcos, a veces todo está bastante mezclado. Existe una impresionante resistencia social. Muchos ex militantes de la URNG siguen militando políticamente y también en la lucha social, con muchas subdivisiones.
En Honduras, estuvimos en San Pedro Sula, donde estuve viviendo en la casa de la madre del vice de Zelaya, y ahí estuve con uno de los compañeros de LIBRE. Hay una represión mucho más política que en Guatemala, con mucho poder en los terratenientes. Hay una resistencia muy fuerte, hay barrios donde no entra la policía del gobierno actual, estuve con familias enteras que colaboran activamente con la resistencia. Toda la resistencia está en el Frente Nacional de Resistencia Popular (FRNP). El golpe de 2009 despertó un fenómeno de resistencia inmensa, que recuerda bastante a la historia de la resistencia peronista.
También estuvimos en El Aguán, con el movimiento campesino y con el COPINH (Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras). Ahí en el Bajo Aguán estuve en los asentamientos atacados por el hacendado de la zona, Facusse, que tiene 600 colombianos mercenarios con armas israelíes, que dice ser el propietario de las tierras. Los campesinos están organizados en el MUCA (Movimiento Unido de Campesinos del Aguán). Cuando fui allá, era con la intención de quedarme a organizar la formación en salud, como parte de una brigada de salud, quería transmitir las experiencias que tengo, en Corrientes, Nicaragua, en los asentamientos del MST en Brasil. Pero como fui la única que respondió a ese llamado, no se hizo la brigada. Fue una lástima.
Antes estuve en el seminario de derechos humanos en el Aguán, organizado por el Observatorio del Aguán y con la apoyatura del COPINH, que duró tres días. Ahí se denunció la situación de los campesinos, los familiares de los compañeros asesinados, con mucha presencia de campesinos hondureños, y 17 de muchos militantes populares de otros países. Se hizo en la ciudad de Tocoa.
Cuando pienso en el futuro, pienso que quiero estar viva y lúcida para ver la revolución. Unos muchachos jóvenes, acá en Rosario, me dijeron alguna vez que en veinte años haríamos la revolución, y les dije que quiero vivir para verla. Quiero seguir viendo como está Nicaragua, donde se ven los efectos reales del ALBA, que
es mucho más que la teoría, que lo superestructural, donde vi los efectos en la gente concreta de la colaboración entre los pueblos.
Quiero que gane Chávez, y que siga avanzando el proyecto del ALBA. Hay que consolidar el proceso popular y socialista en todos nuestros países, en nuestra América Latina.
Rosario, septiembre de 2012
¿Casualidades?: de la casa de Felisa y el eterno regreso del pasado
Después de muchos años, cuando me separé, estuve buscando una casa acá en Rosario, y encontré la casa donde vivo ahora, en calle Necochea. Al poco tiempo, supe por los comentarios de los vecinos de la zona que en este lugar habían secuestrado y asesinado a varios militantes durante la dictadura. Yo no sabía nada, porque como te dije no conocí Rosario hasta los
90. Averiguando descubrí que el 2 de agosto de 1976 la Policía Federal hizo un operativo cuyo centro fue la casa que ocupo hoy, y mató a Edgardo Silva y a Juan Tumbetta, y se llevaron heridos por el pasillo a Ricardo Klotzman y a Cecilia Barral, que estaba embarazada de nueve meses. Todos eran militantes del PRT.
A Ricardo lo vieron vivo, muy herido y recibiendo torturas en un centro clandestino, acá en Fisherton, después nadie lo vio, permanece aun desaparecido. No se sabe donde llevaron a Cecilia, que también está desaparecida, incluso no se sabe donde fue su parto. Ellos son los padres de la nieta recuperada 103, cuyos apropiadores vivían en Santa Fe. Conozco ahora a la hija mayor de Ricardo, Ana Klotzman, que estuvo aquí en casa para ver como había sido el lugar del que se llevaron a su papá. Ella es hija de Ricardo con su compañera anterior (que también era militante del PRT) y tenía tres años cuando él desapareció. Ahora tengo reunidos todos los datos a través de entrevistas a vecinos, a otros militantes, a la hija de Ricardo. Tenemos pensado, junto con los compañeros, organizar un homenaje en el Museo de la Memoria, y otro más popular, acá en el barrio, frente al mural que recuerda a los compañeros.
La vida te da esas vueltas, venir a vivir muchos años después donde asesinaron a compañeros de nuestra organización. No sé si es una casualidad