Posted on: 24 julio, 2013 Posted by: MULCS Comments: 0

América Nuestra N°1 – Año 1- julio 2013 – Política Nacional

El rol de la clase obrera no es participar como socio menor en las esferas de poder de la oligarquía, sino impulsar las transformaciones revolucionarias que cambien en profundidad este sistema de opresión, explotación y miseria. El papel de la clase obrera debe ser vanguardia organizada y combativa de los demás sectores populares para lograr la liberación social y nacional de los argentinos” (Agustín Tosco)

En este último tiempo, buena parte de las organizaciones y militantes que nos referenciamos en lo que se denomina “nueva izquierda” o “izquierda independiente” estamos inmersos en un debate sobre la necesidad de avanzar en el plano de una construcción política que supere nuestra fragmentación actual. En algunos casos, este debate se aceleró con motivo de la proximidad de las elecciones legislativas de octubre, sobre todo cuando compañeros y compañeras de este espacio se han abocado a intentar dar una respuesta política en este terreno.

No es el cometido de este artículo abordar específicamente el tema electoral. No obstante, arriesgamos a dejar planteado que la participación en las elecciones, es un escenario más de la lucha política, y en general de la lucha de clases. Pero quienes aspiramos a cambios revolucionarios consideramos que para afrontar la batalla en ese terreno la acción no puede ser aislada y/o apresurada, si no que debe ser parte de la estrategia general de construcción del proyecto de nuevo tipo.

No negar la realidad para construir el camino al futuro

Nuestra organización reconoce a la clase trabajadora en general y a los trabajadores industriales en particular, un rol histórico en los procesos de transformación revolucionaria de la sociedad.

Sin embargo es necesario reconocer y asimilar la cruda realidad de que la clase trabajadora (con todas sus fracciones) sólo existe como clase social, pero no como clase política. Para constituirnos en clase política, lxs trabajadores debemos organizarnos en forma autónoma e independiente de las burguesías y fracciones capitalistas, un hecho que en la actualidad es inexistente. Esta situación negativa impacta en las construcciones de los distintos colectivos políticos revolucionarios. En muchos casos se confunde una lucha sindical -meritoria como tal- con una radicalización revolucionaria de las masas. Ese error común ha producido no pocas derrotas en el plano sindical y retrocesos importantes en la consciencia de nuestrxs camaradas de clase.

Este panorama general explica la ausencia de una alternativa política revolucionaria con capacidad de incidir realmente en la lucha de clases que se libra tanto en nuestro país como en la escala continental.

Por ello que entendemos que quienes aspiramos a jugar un rol revolucionario tenemos el ineludible desafío histórico de aportar a la construcción de un proyecto, una propuesta política y organizativa que sea la expresión política de los trabajadores y el pueblo.

Esta herramienta política a construir, debe ser síntesis y al mismo tiempo el vehículo mediante el cual se expresa la consciencia política de la clase trabajadora. De esa manera, al asumir la defensa de los intereses del conjunto de los sectores populares afectados por las políticas del capitalismo en su actual etapa imperialista, no estará realizando un sustituismo que lleve al proceso revolucionario a una nueva frustración.

Esta organización que concebimos deberá necesariamente ser: antiimperialista, anticapitalista, antipatriarcal, latinoamericanista y que apunte a la transformación revolucionaria de la sociedad. Transformación que sólo podrá ser real en la construcción la sociedad socialista, como transición al comunismo, la sociedad sin clases, sin explotados ni explotadores, sin opresores y oprimidos.

Para avanzar en esta construcción y partiendo del estado actual de la consciencia de la clase trabajadora, entendemos que este instrumento político deberá tener la capacidad de contener y proyectar en su seno, por sus propuestas y por su accionar cotidiano a lxs principales protagonistas de las distintas formas de lucha y organización. Es decir a lxs trabajadorxs, (ocupadxs o desocupadoxs, permanentes o transitorios, precarizados, cooperativistas y autogestionados), lxs estudiantes, campesinos y pueblos originarios, intelectuales al servicio de las clases expoliadas, los sectores protagonistas de la cultura popular, etc. En definitiva de todas aquellas fracciones sociales de los explotadas y oprimidos que luchamos buscamos superar el actual fraccionamiento social y la desestructuración política.

El contenido de la unidad a construir

En este contexto que venimos relatando en el cual las masas se encuentran fragmentadas es necesario encontrar puntos de unidad política para el conjunto que sirvan de anclaje en la consciencia. Uno de los principales no puede ser otro que la visualización del enemigo común que, en nuestro país y en América Latina, es el imperialismo norteamericano. El grito “fuera yanquis de América Latina” es comprendido y apropiado por la mayoría de la población.

Al mismo tiempo, esta unidad deberá incorporar a la perspectiva de clase y antiimperialista otro tipo de reivindicaciones: la defensa de los derechos civiles y democráticos y su ampliación de forma tal que posibiliten el desarrollo de las organizaciones populares. De allí es que la lucha contra la Ley Antiterrorista, la plena vigencia de los derechos humanos en su sentido más amplio (trabajo, salarios acordes al costo de vida, condiciones de trabajo y de vida, salud, educación, tierra y vivienda).

En cuanto a la política de derechos humanos, son ejes permanentes de nuestra lucha el juzgamiento de todos los militares genocidas junto con los empresarios locales y trasnacionales, que fueron los verdaderos ideólogos de la dictadura militar. Pero al mismo tiempo, dado que la política de criminalización de la pobreza y de la protesta se ha convertido en una política de Estado es necesario profundizar las relaciones y el trabajo con los organismos de derechos humanos que actúan al servicio de las luchas obreras y populares,

También es necesario reconocer y luchar contra la explotación que sufren como trabajadores y la opresión de las mujeres, las de género, las de los pueblos originarios, de los inmigrantes, las de los jóvenes, entre otras.

La voracidad que caracteriza al capitalismo -aún en su “rostro humano”-ataca al planeta de diversas maneras. A través de la minería contaminante, las políticas agrícolas extensivas y su vinculación con los agronegocios, la hiper industrialización contaminante, y el consumismo como herramienta para “vender” sus productos, el capitalismo está provocando un cambio climático global al tiempo que contamina y degrada la naturaleza a un ritmo que demencial. Esta política afecta y afectará a los sectores sociales y países más vulnerables, por ello resulta de vital importancia asumir la defensa de los bienes de la naturaleza. Para ello deberemos tener políticas activas denunciando a los responsables, propagandizando cada problemática y cada lucha, y contribuyendo a la organización de los pueblos. En este sentido es que entendemos que la lucha contra la megaminería contaminante es uno de los ejes de lucha que atravesará todo un período de tiempo, que no afecta sólo a nuestro país sino que atraviesa toda Nuestra América Latina.

Será necesario trabajar pacientemente para unir a las distintas fracciones de la clase trabajadora junto nuestros aliados estratégicos: los campesinos pobres y demás sectores populares. Al mismo tiempo vincular el trabajo de los planos: sindical, de trabajadores desocupados, campesino, estudiantil, la intelectualidad y los artistas comprometidos con las aspiraciones y las luchas populares, con una propuesta política integral, estratégico.

Todas estas diversas acciones políticas debemos desarrollarlas, pensándonos como parte de la recomposición del movimiento popular aportando a la construcción de elementos de poder popular, concibiéndolo a éste en un doble sentido, como acumulación de fuerzas organizativas y combativas del pueblo, y en su carácter «propagandístico» e «irradiador» de la configuración de los elementos del nuevo hombre y la nueva mujer, de la nueva sociedad a construir.

Constituir fuerza política de los de abajo

Este llamado es particularmente dirigido a las fuerzas de la “nueva izquierda” o “izquierda independiente”. Aunque nosotrxs preferimos denominarnos como izquierda revolucionaria, aún sabiendo que la denominación produce confusiones por las numerosas desviaciones que ha tenido desde que fue concebida. Sin embargo en este lugar nos encontramos compañeros y compañeras que provenimos tanto de las generaciones de la resistencia a la Fusiladora, de la que protagonizó la experiencia de las organizaciones revolucionarias de los 60 y 70, de aquella que en las cárceles, el exilio, las fábricas, universidades y barriadas supo parase contra la dictadura militar, la que durante los 80 y los 90 no dudaron en resistir cuando se implantaron las políticas neoliberales y que ante la caída de las experiencias de construcción del socialismo seguimos luchando por la revolución, a quienes protagonizamos la rebelión popular del 2001/2002, y a la juventud que parieron dichas jornadas.

Entendemos que estamos en condiciones de conformar el germen de una organización, que contenga la diversidad de los colectivos existentes, con diversos orígenes ideológico-políticos, a partir de acuerdos (y desacuerdos) políticos explícitos y claros.

Pero también es necesario que entre nuestros objetivos principales se encuentre salir a convocar a aquellos trabajadores y trabajadoras, principalmente jóvenes indignados por la política tradicional, hastiados de la decadencia social y nacional, y que en muchos casos por desorientación o manipulación ideológica terminan asumiendo el discurso de la derecha como propio. Dar esta batalla cultural e ideológica para que estos sectores de la clase ganados por la ideología de sus opresores, renieguen de ella y asuman la propia, debe ser uno de nuestros objetivos centrales.

Dejar de ser una coordinadora de acciones parciales

El desafío superar la instancia actual de actuar en espacios que sólo tienen como objetivo coordinar las justas acciones políticas reivindicativas. Deberemos aprender colectivamente a manejarnos en una línea que priorice la acción política común, que englobe a las distintas instancias de luchas reivindicativas en una propuesta estratégica y que tengamos iniciativa y propuesta política para el conjunto.

Debemos conformar este espacio político con la mayor claridad política y el mayor nivel de organización posible, para intentar superar los problemas del sectarismo y de la cooptación ideológica (que son un doble condicionante para los sectores populares en lucha, en las actuales condiciones). Es decir un movimiento con amplitud y flexibilidad en sus formas, con una clara vocación de poder y de disputa de la hegemonía ideológica, política, cultural y económica del imperialismo y la burguesía local.

Ni con la izquierda sojera ni con la izquierda sectaria

Nuestro campo no se inscribe ni con la izquierda “sojera”, ni con la izquierda sectaria, ni nos encuentra entre los que decimos que el gobierno está en disputa y por eso lo apoyamos críticamente. Somos parte de los que asumimos que muchas de las medidas de sentido progresista impulsadas por los gobiernos kirchneristas constituyen el piso ganado por la lucha popular luego de la rebelión popular del 2001.

Somos parte de los que dicen que hay que ir por más. Que para acumular posiciones de poder popular -además de unir y organizar a nuestra propia clase- también tenemos que establecer un diálogo con las masas ganadas por el oficialismo y por sectores de la oposición. En este accionar partiendo del cuestionamiento a los límites del modelo debemos pasar al cuestionamiento al sistema, y desde allí mostrar que existe una respuesta latinoamericana y revolucionaria que hoy se expresa ideológica y políticamente en el ALBA.

¿A quiénes tenemos que convocarnos?

A todos aquellos que consideran la necesidad imperiosa de construir una organización popular permanente. Que estemos dispuestos a avanzar junto con los protagonistas de las luchas de estos tiempos en la construcción de una alternativa antiimperialista y anticapitalista. Quienes creemos que esta alternativa -parte del proceso de recomposición del movimiento obrero y popular- debe tener la capacidad de desarrollarse en unidad de acción y disputa con todos los que luchan, fortaleciendo en su seno las concepciones clasistas y revolucionarias.

Los que entendemos que el camino es la autoorganización conciente de los trabajadores y demás sectores populares y la construcción de embriones de poder popular; los que pensamos que es necesario el desarrollo de nuevas relaciones sociales, construyendo desde el vamos los elementos constitutivos del hombre y la sociedad nueva; en definitiva, aquellos que de una u otra forma somos parte de la nueva izquierda que se viene desarrollando en nuestra sociedad, que no significa desconocer que somos parte del torrente revolucionario, que con avances y retrocesos comenzó hace más de 150 años. En este camino debemos priorizar nuestras coincidencias estratégicas, ya que nuestro enemigo es el mismo: el imperialismo.

En este sentido, el Che nos enseña que:

“Todos los que luchamos por la liberación de nuestros pueblos, luchamos al mismo tiempo, aunque a veces no lo sepamos, por el aniquilamiento del imperialismo, y todos somos aliados, aunque a veces dividamos nuestras fuerzas por querellas internas, aunque a veces por discusiones estériles, dejamos de hacer el frente necesario para luchar contra él, pero todos los que luchamos honestamente por la liberación de nuestras respectivas patrias, somos enemigos directos del imperialismo”.