5/6/2020
¿Cómo podés matar de hambre a la gente y pensar que hay que pisar los cadáveres de los sumergidos para que la patria financiera no se despeine? Cuchi Leguizamón
La pandemia del coronavirus es un problema sanitario en todo el mundo. Hasta el momento, no hay vacuna ni tratamiento para este virus respiratorio. La única solución para disminuir el problema es la cuarentena: es decir, que la población no salga de sus casas, o que lo haga lo menos posible. El carácter universal de la pandemia imposibilita prácticamente la circulación de las personas en todo el planeta.
Esta situación agrava a nivel internacional la crisis económica y financiera, que venía en un largo caldo de cultivo desde la crisis financiera de 2008. El modo de producción capitalista de la industria de la carne (en especial ante los nuevos mercados de consumo en China y el sudeste asiático) está muy probablemente en el origen de la pandemia del covid19, anticipada por los nuevos virus que atacaron al mundo durante los últimos quince años. Los animales no causan el problema. El problema es la ganancia capitalista que se impone sobre nuestras vidas.
A los monopolios y el imperialismo, esta crisis les sirve para aumentar aún más la concentración capitalista, y también para eliminar lo que ellos llaman “población sobrante”. El virus ataca a todes, pero afecta especialmente a las personas de mayor edad, a las y los más pobres, y a quienes tienen enfermedades preexistentes. Para los poderosos, esto significa que, a futuro, gastarán menos en jubilaciones, seguridad social, y asistencia social.
Lo que le conviene a nuestros enemigos, al gran capital y al imperialismo, es lo que más nos perjudica a les trabajadores y los pueblos en todo el mundo.
En nuestro país la crisis es cada vez peor
En la Argentina, desde hace treinta años, más de un tercio de la población trabajadora está “precarizada” (es decir, trabaja sin derechos laborales, ni aportes jubilatorios y de la seguridad social) o desocupada. Este porcentaje crece muchísimo en los momentos de mayor crisis, como ocurrió en la crisis del 2001 y 2002, durante el macrismo, y como está ocurriendo ahora mismo.
Para nuestra clase y para nuestro pueblo, la existencia y el enorme desarrollo de los movimientos territoriales significa una gran posibilidad para organizarnos cuando desde arriba nos imponen precarización, desocupación y pobreza crecientes. Como contraparte, el poder político y económico intenta usarlos para disciplinar políticamente a las y los de abajo, con “asistencia”, sin modificar de fondo la injusta situación económica y social en la que vivimos. Pero al mismo tiempo ese intento disciplinador también significa la enorme presión y conflicto permanente por parte de los movimientos, a los que debe responder con medidas y programas de distinto alcance para evitar así que el accionar popular modifique las correlaciones de fuerzas.
La crisis actual se ve en muchos sectores de nuestra sociedad: el Gobierno pensó que se iban a anotar tres millones de personas en el IFE (Ingreso Familiar de Emergencia) y se anotaron once millones; un sector importante de la población, que vivía en condiciones económicas estables, pasó a necesitar ayuda estatal o social para alimentarse; y el empobrecimiento general de las mayorías populares crece a niveles gigantescos, y está llegando a niveles superiores que en la crisis de 2001 y 2002.
Con la Canasta de pobreza que supera los 42.000 según el INDEC (y en 67.000 según el cálculo que hace la Junta Interna de ATE Indec para abril de 2020), miles y miles de trabajadores/as asalariades “en blanco” caen en la pobreza, mientras aumenta la desocupación, y millones de trabajadores/as informales pierden su fuente de ingresos. Hoy más que nunca necesitamos apelar a la solidaridad de clase para cuidarnos, para alimentarnos y para luchar juntes por nuestras condiciones de vida.
Las ollas populares y los movimientos territoriales
Desde que empezó la cuarentena, se multiplican las ollas populares: están en las villas y en los barrios más empobrecidos, también en barrios donde viven otros sectores de nuestra clase, incluso en zonas de capas medias. Millones dependen de las ollas para comer, o de los bolsones que se distribuyen en las escuelas públicas.
Como resultado de nuestra sociedad patriarcal, la tarea de alimentar a millones recae sobre las mujeres de nuestros barrios. Las mujeres somos quienes más sufrimos los efectos de las crisis, y quienes enfrentamos mayoritariamente las tareas de cuidado de les niñes y adultes mayores en las casas. También en el sector de salud, las mujeres siempre somos la mayoría de quienes estamos en la primera línea de la atención en hospitales y clínicas, y por supuesto las más expuestas ante esta pandemia y ante todas las enfermedades infectocontagiosas.
En los comedores y merenderos de todos los movimientos populares, se cuadruplica la cantidad de adultes y niñes que van a buscar su comida. Todas las organizaciones que peleamos día a día contra el hambre en los barrios necesitamos la ayuda estatal, pero esta ayuda es insuficiente, escasa, y casi nunca llega a tiempo. Las doñas de los barrios hacen lo imposible para que no falte la comida para cada piba o pibe, para cada persona que la necesita en nuestros barrios.
En los comedores y las organizaciones de las villas de Capital, fallecieron varias compañeras y compañeros referentes de distintos movimientos: en la villa 31, Ramona Medina (La Garganta Poderosa), Víctor Giracoy (referente radical), Agustín Navarro Condorí (Barrios de Pie), en la 1-11-14, Carmen Canaviri (Barrios de Pie), y Miriam delegada en el Bajo Flores. Elles fueron protagonistas en la lucha por la alimentación y el cuidado de nuestro pueblo, y al mismo tiempo víctimas de la pandemia y de un sistema de salud injusto, que siempre castiga a las y los de abajo.
También nos organizamos por la salud pública en los barrios y en los comedores, y le exigimos a los Gobiernos que brinden los elementos básicos para la atención de la salud: elementos de limpieza e higiene, lavandina, condiciones inmediatas de atención para cada persona que se enferme de coronavirus, y que el sistema de salud siga atendiendo los casos de personas con otras enfermedades físicas y mentales.
La pandemia avanza en las villas y en los barrios populares, como en la 31 en Capital y en la Villa Azul en Quilmes. No se la debe combatir con aislamiento represivo, a lo Berni, sino con la inmediata mejora de las condiciones básicas: servicio de agua y cloacas, red de electricidad, sistema de salud al alcance de todes. Nadie le puede creer realmente al Gobierno cuando nos dice que actuarían igual que en la Villa Azul si hubiera un brote en un barrio privado o en un country. Como dice el Martín Fierro, la ley es tela de araña, la rompe el bicho grande, y sólo enrieda a los chicos.
Ante la grave emergencia sanitaria y económica, desde nuestro frente de lucha territorial, en el que actuamos el MULCS y las organizaciones del Movimiento de los Pueblos: Por un socialismo feminista desde abajo, impulsamos la mayor unidad de todos los movimientos sociales. Nos planteamos luchar en conjunto por el aumento general de alimentos para comedores, merenderos y movimientos populares; el aumento del monto de todos los planes sociales, y reapertura inmediata de nuevas inscripciones para los planes sociales.
¿Cómo actúa el Gobierno frente a la emergencia sanitaria y económica?
Ante el recrudecimiento de la crisis sanitaria, la agudización de la crisis económica, y las presiones del FMI y los “Fondos de Inversión” por la renegociación de la deuda, el Gobierno del Frente de Todos se viene apoyando más en el PJ, en sus gobernadores e intendentes, y en los gobernantes de la oposición derechista de Juntos por el Cambio. Al mismo tiempo, le da menos espacios a los movimientos populares y al “progresismo”, incluso a los movimientos que integran al oficialismo (como a la UTEP), y a los sectores progresistas del FdT.
Desde marzo, el Gobierno viene aplicando la cuarentena, logrando que no se amplíen los casos en la forma en que ocurre en varios países cercanos (como en Brasil, Chile, Ecuador y Perú, donde prevalecen gobiernos reaccionarios que privilegian la producción capitalista a la salud de sus poblaciones). Intentan mejorar el destruido sistema de salud pública de nuestro país. Implementaron medidas de auxilio como el IFE, prohibieron los despidos por decreto, y subsidian a las empresas “en crisis” para el pago de los salarios con la ATP (Programa de Asistencia al Trabajo y la Producción). Pero al mismo tiempo, el Ministerio de Trabajo convalida despidos masivos (como en el caso de Techint) y avala la reducción salarial del acuerdo UIA – CGT; las ATP financian a grandes empresas que no sólo no están en crisis sino que aumentaron sus ganancias (Techint, los bancos, las alimenticias, los grandes medios de comunicación); y no avanzan en poner el sistema de salud público y privado a disposición de todes (cediendo ante las empresas privadas de salud).
Desde de un primer momento de mayor apertura, la mayoría de les gobernadores y de les intendentes del conurbano vienen limitando la participación de los movimientos territoriales en los Comités de Crisis municipales, y en general esta situación significa que no funcionen esos Comités. En cambio, aumenta la participación en estos Comités de las fuerzas políticas tradicionales, de las Iglesias y de los sectores empresariales, y son mucho menos efectivos.
En ese marco, desde el frente de lucha territorial hemos realizado en mayo jornadas de luchas, que hicieron visibles los reclamos por alimentos y planes sociales, para una Cuarentena sin Hambre. Necesitamos amplificar esta lucha. Que la sociedad escuche a las y los de abajo, y el Gobierno tenga respuestas económicas y sanitarias acordes a la crisis que estamos atravesando.
Un Programa de Emergencia y una salida de fondo
Hay que cambiar el eje de la política pública. No se pueden destinar recursos, ni ahora ni en el futuro, a pagar una deuda externa ilegítima y odiosa, que sólo sirve para la fuga de capitales y para enriquecer aun más a los más ricos. Necesitamos juzgar y condenar a los responsables del genocidio económico, a quienes desde hace años se la siguen llevando en pala. Hay que cobrarle un impuesto permanente a los grandes capitales y a los millonarios, y un impuesto a la renta financiera, para que el costo de la crisis no siga recayendo sobre las mayorías populares. Hay que estatizar el sistema de salud ante la emergencia, para que nuestra salud no dependa de cuánta plata tenemos en el bolsillo. Hay que controlar de verdad a los grandes exportadores y al agronegocio, que siguen acumulando riquezas mientras destruyen las tierras y a quienes viven en el campo.
Estas medidas de emergencia deben formar parte de un programa de transformaciones profundas, que superen el capitalismo dependiente en nuestro país y en nuestro continente. Son centrales para dar respuestas a esta crisis a favor de los intereses populares. Enlazar estas medida con los cambios de fondo es una tarea prioritaria para todo movimiento político con objetivos socialistas, antipatriarcal, antiimperialista y anticapitalista, con vocación de masas y de poder.