Posted on: 9 septiembre, 2020 Posted by: MULCS Comments: 0

31/8/2020

Tiempos difíciles en que los hombres parecen necesitar un aire artificial para poder sobrevivir (Respiración artificial, Ricardo Piglia, 1980)

Estamos en el peor momento de la pandemia en nuestro país, con la mayoría de las provincias con “transmisión comunitaria” del virus y el punto más elevado en cantidad de infecciones y de fallecimientos registrados desde el inicio hasta hoy. En ese marco, se profundiza la crisis económica y social, que afecta a las mayorías populares, en especial a los sectores más empobrecidos.

La ofensiva empresaria para abrir la cuarentena fue exitosa para sus intereses, lo que les permitió seguir haciendo negocios y, en muchos casos, aumentar sus ganancias. En los hechos, esta ofensiva, acompañada por los grandes medios de comunicación y por Juntos por el Cambio, fue aceptada por el Gobierno del Frente de Todos, como parte de las condiciones hacia un programa de “recuperación post pandemia”. Para estos planes y para la negociación del acuerdo con el FMI, el Gobierno precisa el apoyo de la gran burguesía local, de las multinacionales, y del capital financiero. Esta política gubernamental es apoyada decididamente por el PJ, por el Frente Renovador de Massa, pero también es percibida por la derecha externa al Gobierno como una oportunidad para seguir golpeando y limitando el poder del FdT.

Como contrapartida, la situación de nuestro pueblo trabajador es cada vez peor: avanza la desocupación (se calcula que llegará al 15%) y la precarización laboral; los contagios del covid19 se multiplican; el salario real, que viene cayendo por lo menos desde 2015, sigue disminuyendo incluso entre les asalariades formales (sólo el 20% de les trabajadores registrades en el sector privado han tenido acuerdos paritarios en este año, en general inferiores a la inflación); y la situación en nuestros barrios populares es cada vez más dura, a pesar de la enorme solidaridad de los movimientos territoriales.

En todo el mundo, la pandemia profundiza las desigualdades, favorece a los poderosos, y debilita a la clase trabajadora, a las mayorías populares y a las masas desposeídas. Toda crisis favorece a los de arriba, cuando las y los de abajo no tenemos aun un proyecto revolucionario alternativo.

Crisis del intercambio comercial

Como resultado de la crisis, aparece una tendencia que es contradictoria con el desarrollo capitalista de los últimos treinta años: la disminución del intercambio comercial, del mundo de las importaciones y exportaciones, de la OMC y los Tratados de Libre Comercio. Es una situación seguramente momentánea, pero que hoy tiene implicancias económicas y políticas. Sobre esta realidad, se refuerzan los discursos nacionalistas más reaccionarios, y también el rol de los Estados nacionales como instrumentos para atender la emergencia sanitaria y económica (en la mayoría de los casos, vía salvataje a las empresas y a los bancos). Lo que no se detiene nunca es el capital financiero y el extractivismo, que buscan y encuentran nuevos mercados y nichos de negocios.

En esta crisis, el FMI y los organismos financieros internacionales saben que tendrán que afrontar crisis de deuda por imposibilidad de su pago, y se preparan para ser levemente más “flexibles”. La renegociación de la deuda argentina será muy posiblemente un modelo para previsibles crisis futuras. Como ha ocurrido muchas veces, se trata del viejo principio de “cambiar algo, para que nada cambie”.

Crisis como oportunidad

Para nuestra izquierda, antiimperialista, popular, feminista, clasista, que plantea la construcción de poder popular desde abajo y el socialismo como perspectiva, la crisis pandémica es también una oportunidad para instalar entre importantes sectores de nuestro pueblo varios ejes importantes: la importancia de sistemas públicos de salud de calidad; la necesidad de políticas de cuidado refuerzan el debate público sobre las desigualdades de géneros en la vida cotidiana; la perspectiva agroecológica, cuando es evidente que el modelo de producción extractivista y la cría intensiva avícola y ganadera han sido factores decisivos en el surgimiento de nuevas enfermedades; y finalmente, el papel indispensable de la clase trabajadora tanto en la reproducción de las condiciones de vida como en la acumulación capitalista.

La discusión pública de estos ejes es fundamental tanto para los sectores más activos de nuestra clase y nuestro pueblo, como para las más amplias masas, y seguramente requiere diferentes formas de intervención. Estas cuestiones surgen de la coyuntura actual, pero marcan cuáles deben ser los ejes estratégicos para reconstruir una izquierda popular, con vocación de masas y de poder: la clase trabajadora; el movimiento de mujeres y disidencias; la reconstrucción de un sistema público de salud, educación y cuidados; la perspectiva ecosocialista y la producción que no destruya la vida.

El impuesto a las grandes fortunas

Finalmente, después de meses de amagues, el Gobierno del FdT ha presentado su proyecto de “contribución solidaria” de quienes poseen grandes fortunas. Sus voceros calculan que van a recaudar alrededor de 300.000 millones de pesos. Se trata de un aporte por única vez a las personas con una riqueza “declarada” superior a los 200 millones de pesos, que pagarían una cuota sobre sus excedentes de entre el 2% y el 3,5%. Calculan que se trata de sólo 12.000 personas en todo el país. Este impuesto tendría una asignación específica para atender la pandemia (entre los más destacados, insumos de salud, urbanización de villas y barrios populares, apoyo a las empresas pequeñas y medianas).

Aunque es positivo que finalmente presenten este proyecto, muy resistido por los sectores de poder que no quieren poner un mango para nuestro pueblo trabajador, se trata de un impuesto claramente insuficiente: no es permanente; no incluye a las empresas, sus acciones, sus dividendos ni sus transacciones financieras; y no afecta al sector social que maneja millones en divisas, “en negro”, un universo muy superior a las 12.000 personas.

Para que realmente sirviera como inicio de una profunda reforma impositiva en beneficio de las mayorías, debería ser un impuesto permanente, y que abarque a todas las empresas con altas ganancias que actúan en la Argentina, a los negocios financieros, y a todos los ricos, más allá de los malabares de la “contabilidad creativa”. En proporción a los ingresos, en nuestro país pagan mucho más, vía IVA, los sectores populares que la burguesía acomodada, que siempre le encuentra la vuelta para no pagar o hacerlo en forma mínima.

No hay regreso a tiempos anteriores

En el desarrollo de la sociedad, y también en la lucha política, no hay nunca una completa vuelta atrás. No se repiten ni las condiciones económicas, ni las condiciones políticas. El conocimiento de nuestra historia es muy útil para comprender identidades, experiencias, perspectivas posibles, pero no para repetir recetas y modelos calcados de tiempos pasados. Este principio es parte tanto del desarrollo desigual del capitalismo, como del desarrollo de la subjetividad política popular. En ese sentido, sabemos que ningún proceso revolucionario será idéntico a los modelos históricos anteriores, y que lo mismo ocurre para las políticas que buscan consolidar o “humanizar” al capitalismo.

En ese sentido, la salida económica, el plan de “recuperación post pandémica”, no puede basarse en un regreso a las condiciones históricas de la época del “primer peronismo”, tanto en las condiciones internacionales como nacionales. Las condiciones políticas y económicas del mundo son muy diferentes: el peso del capital financiero, la deslocalización de la producción, el intercambio comercial, las nuevas tecnologías de la comunicación, son algunos de los factores que han modificado sustancialmente el cuadro de situación.

En nuestro país, y en la mayor parte de nuestro continente y de las naciones dependientes del “Tercer Mundo”, sabemos que no hay ni habrá un sector de la burguesía “local” que pueda cumplir un papel “nacional” o “progresivo”. La ilusión renovada del peronismo en ese sector social es, en el mejor de los casos, justamente eso: una ilusión. La búsqueda de “burgueses con intereses nacionales” condujo durante la etapa kirchnerista a la desastrosa gestión del Grupo Eskenazi de YPF, antes de la estatización parcial de la empresa petrolera. Ese grupo está vinculado a varias grandes petroleras transnacionales, y lo mismo ocurre con cualquier holding empresarial de supuesto “capital nacional”.

En este marco, las tareas de transformación social necesarias para superar el carácter dependiente de nuestra sociedad deben ser tomadas por la clase trabajadora y los sectores populares oprimidos por el dominio del capital financiero y el imperialismo. Para esa tarea, nuestra clase debe agrupar a la mayor parte de la sociedad con una perspectiva y un programa claros.

Elementos de un programa para las mayorías populares

La iniciativa fallida de expropiación de Vicentín, donde el Gobierno mostró sus limitaciones políticas y ayudó a agrandar el espacio de la derecha, tanto de la opositora como la de la propia coalición gobernante, tiene la virtud de mostrar, por oposición, cuál debería ser una política basada en el interés de las mayorías en el tema.

Se necesitan instrumentos de control estatal de las exportaciones agropecuarias, que deben comenzar por el control real de los puertos y por el cobro de retenciones e impuestos en base a lo realmente exportado y no por el mecanismo de lo que declaran las propias empresas, que facilita la habitual triangulación vía Paraguay o Uruguay para evadirlos. También se deben controlar las condiciones y los insumos utilizados para la producción: hay que elaborar una política en el camino de la soberanía alimentaria, que perjudicará necesariamente a los pooles de siembra y a los monopolios que manejan los agroquímicos y las semillas. No es suficiente generar un nicho para la agricultura familiar, mientras el agronegocio ejerce su hegemonía económica y maneja la política económico-financiera, mediante la extorsión permanente sobre el tipo de cambio y las exportaciones que le permiten contar con las divisas que el Estado destina al pago de la deuda eterna.

El control del comercio exterior y de la banca pública requiere una sólida alianza nuestroamericana, que permita contrarrestar la agresión financiera internacional que vendrá inmediatamente. Por supuesto, todas la medidas de carácter económico requieren obviamente una dura lucha política contra los monopolios y las empresas privatizadas que manejan la energía y los bienes comunes de nuestro país, y para esa batalla se necesitará una enorme conciencia y participación obrera y popular para su ejecución, y por cierto también para su control social.

La nacionalización de la energía y del agua debe desandar una política de Estado permanente desde la década de 1990, cuando convirtieron el derecho a la energía, al agua y al transporte en mercancías para quienes puedan pagarlas. En el sistema eléctrico, en estos casi treinta años, son innumerables los ejemplos de mal servicio que muestran que a las empresas privadas sólo le importan sus ganancias, y no las necesidades de la sociedad. La nacionalización plena de las empresas de agua, gas, electricidad, petróleo, es una condición básica para que la Argentina pueda avanzar en la industrialización completa, junto a la integración económica, social y política con los países y los pueblos de Nuestra América.

La disputa interimperialista entre Estados Unidos y China para países capitalistas dependientes como la Argentina puede significar aumentar la dominación de viejas o nuevas potencias imperiales. Pero también, desde una perspectiva de integración continental y con una política sustancialmente distinta, podría ser una oportunidad para el desarrollo de un proyecto nacional, antiimperialista y con contenido socialista, utilizando tácticamente ese antagonismo intercapitalista en beneficio de las mayorías.

Por supuesto, un programa de profunda transformación social necesita dar prioridad a numerosas necesidades populares: en vivienda y tierra; salud y educación públicas; en el derecho al aborto legal, seguro y gratuito, y en la eliminación de la violencia y la discriminación hacia las mujeres y diversidades sexuales; en derechos de nuestros pueblos originarios, y en tantos otros temas que sólo podrán pelearse desde la organización política masiva de nuestro pueblo trabajador.

El derecho a la tierra y la vivienda en disputa

Como consecuencia de la miseria creciente que golpea a nuestro pueblo, en los últimos meses se están incrementando las tomas de tierras, buscando resolver la desesperante necesidad de viviendas populares y de tierras para vivir. Miles y miles de familias pobres intentar solucionar esta necesidad ante el hacinamiento y la imposibilidad de seguir pagando alquileres.

El derecho a la vivienda se contrapone al negocio inmobiliario y a la especulación sobre el precio de la tierra. El “mercado inmobiliario” se ocupa de sacar la mayor ganancia posible en la venta de casas, countries y departamentos de mayor valor. Se sube artificialmente el precio de la tierra y las propiedades, haciendo todavía más difícil el acceso a la vivienda familiar.

En la historia cotidiana de la vida en el conurbano bonaerense y en otras ciudades, hay una gran experiencia acumulada: se sabe que el problema de vivienda se soluciona entre muches, que la mayoría de nuestros sectores populares no pueden solucionarlo en forma individual.

En esta lucha colectiva, desde el MULCS, junto a otras organizaciones populares, estamos participando activamente en la organización de un nuevo barrio en Guernica. Nuestro pueblo se organiza muy rápidamente para conquistar el derecho a su tierra y a su techo, que se está transformando en un eje importante de lucha en estos días.

Si no hay más justicia, hay mayor represión

Desde el principio del ASPO (Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio), las fuerzas de seguridad fueron convocadas a controlar su cumplimiento. Esta situación, sumado a su política histórica de discriminación y abusos sobre les pibes de los barrios más humildes, ha intensificado los casos de gatillo fácil, los fallecimientos en comisarías y dependencias policiales, y las desapariciones forzadas, metodología represiva que nunca abandonaron como posibilidad desde los tiempos de la dictadura.

La desaparición de Facundo Astudillo Castro en el partido de Villarino, al sur de la provincia de Buenos Aires, logró una importante repercusión pública, gracias al papel jugado por la madre de este joven, por el peso que tienen en nuestra sociedad los reclamos de distintos organismos de derechos humanos, y por el rol de organizaciones que apoyaron activamente a la familia y amigues de Facundo como la CTA de Bahía Blanca.

En los últimos días, se está incrementando la respuesta represiva a las movilizaciones populares y a los reclamos sociales, como ocurrió con la represión a una toma de terrenos en Florencio Varela, en varias movilizaciones contra el gatillo fácil o contra el anunciado acuerdo extractivista por cerdos para China. Por cierto, los Gobiernos no tienen la misma respuesta frente a las movidas anticuarentena o en defensa de los intereses de las minorías acomodadas, que viene promoviendo la derecha de Juntos por el Cambio.

Hay que responder a estas políticas represivas con mayor organización y masividad en los reclamos y las luchas populares.

Hacia una mayor unidad política de nuestra izquierda

Desde el MULCS, siempre sostenemos que hay que rescatar la identidad y la historia nacional y nuestroamericana. Todos los procesos revolucionarios estuvieron enraizados profundamente en los sentimientos nacionales de sus pueblos. El carácter internacional de las luchas de les trabajadores y los pueblos no se contrapone, sino que se potencia, con el rescate de la historia nacional de las clases oprimidas en nuestra historia.

Para construir un proyecto clasista y antiimperialista, amplio, feminista y popular, con perspectiva ecológica y socialista, con vocación de masas y de poder, que sea parte de las luchas de Nuestra América, necesitamos no solamente claridad estratégica, y construcción colectiva del programa necesario. Necesitamos mayor unidad de una izquierda que requiere construir propuesta revolucionaria, aún en tiempos en que la salida revolucionaria no está en el orden del día para las mayorías populares.

Como parte de una nueva izquierda con aspiraciones revolucionarias, no ignoramos que los partidos del FIT Unidad son reconocidos por un sector de la clase trabajadora y el pueblo como una izquierda comprometida con las luchas e intereses populares por lo que actuamos y actuaremos muchas veces en unidad con su militancia y sus organizaciones. Tampoco debemos ocultar las diferencias de proyecto con esas fuerzas, de carácter estratégico, en nuestros programas, en nuestras políticas, en nuestras prácticas y en la cultura militante que promovemos.

Rechazamos todo sectarismo, y consideramos vital construir un diálogo fecundo con los sectores populares que aspiran a una salida a la permanente crisis en la que vivimos, y confían en que esta llegue de la mano de la coalición gobernante encabezada por el PJ. Con estos sectores compartimos malestares y luchas, porque siguen los privilegios para los de arriba y las penurias para las y los de abajo.

Pero también rechazamos por completo que una nueva izquierda antiimperialista, feminista, sustentada en la construcción de poder popular desde abajo, deba adaptarse al posibilismo imperante en sectores progresistas que terminan detrás de direcciones conciliadoras con el gran capital y el imperialismo como las del PJ o el Vaticano, como lo hicieron algunas organizaciones argumentando que es la única forma para frenar la contraofensiva neoliberal, reaccionaria, y golpista desatada en Nuestra América por el imperialismo, las transnacionales y las burguesías locales más concentradas. Es un camino ya transitado muchas veces, que siempre termina en nuevas crisis y decepciones. En nuestra historia nacional y continental, las ofensivas reaccionarias sólo fueron detenidas por grandes rebeliones que obligaron a los de arriba a hacer concesiones a las masas populares.

Cualquier salida popular frente a nuestro capitalismo dependiente requiere, como condición básica, romper con las negociaciones con el poder, afectar sus intereses y enfrentarlos con decisión, con apoyo popular consciente y masivo, porque apelarán a todo tipo de acciones para tratar de impedirlo. Desde 1983 hasta la actualidad, el PJ, como el conjunto de las fuerzas políticas del sistema, ha demostrado no estar dispuesto a dar esta disputa.

Nuestra izquierda tiene ya una rica historia, ha acumulado experiencias de organización y lucha, de ensayos, aciertos y errores. De conjunto, tenemos peso e historia en la construcción de movimientos territoriales democráticos y combativos que dieron y dan pelea contra el hambre y la desesperación; en el feminismo popular; en la unidad con las luchas de los pueblos de nuestro continente; en las luchas de nuestra clase trabajadora, de docentes y estatales; en la organización popular por tierra y vivienda, contra el extractivismo; en el ejemplo de Darío y Maxi y tantes otres compañeres que pelearon y pelean por trabajo, dignidad y cambio social. Nos falta construirnos como alternativa política de y para las masas populares.

Desde el MULCS intentamos aportar a esa alternativa transitando en unidad con corrientes compañeras, forjando instrumentos frentistas en lo político y en el movimiento de masas. Debemos seguir empujando ese camino, que excede al MULCS y al Movimiento de los Pueblos.

En los últimos tiempos, venimos impulsando, junto a Marabunta, Venceremos – Partido de Trabajadorxs y al FPDS, un importante reagrupamiento en esa dirección, y aspiramos a consolidarlo en acciones y debate comunes.

Desde una perspectiva más estratégica, el frente político que necesitamos debe incluir a más compañeres y organizaciones con quienes venimos transitando caminos comunes, pero sobre todo debe construirse con compañeras y compañeros intelectuales, del movimiento de mujeres y diversidades, de las luchas obreras y territoriales, de las luchas ambientales que hoy atraviesan nuestro país. Se trata de construir organizaciones capaces de llegar a las mayorías populares desde una perspectiva de profunda transformación social, antiimperialista, feminista, masiva, popular, clasista, y socialista.

No empezamos de cero. Vamos para cambiar todo lo que debe ser cambiado.