Posted on: 5 noviembre, 2020 Posted by: MULCS Comments: 0

5/11/2020

El 5 de noviembre de 1975, en la clandestinidad, perseguido por la represión y las amenazas de muerte de la Triple A, moría Agustín Tosco, uno de los dirigentes obreros más representativos en la historia de nuestra clase, y sin dudas la figura más destacada en el intenso período de la lucha de clases comprendido entre el Cordobazo (1969) y la Dictadura Militar genocida (1976).

En buena medida, Tosco fue producto de una época histórica marcada por la resistencia obrera y popular a la Revolución Libertadora, por la proscripción del peronismo y los permanentes ataques contra las conquistas históricas de los trabajadores en nuestro país. Fue un emergente de la lucha de clases en la etapa de la “resistencia peronista”, y se fue forjando como un militante basado en el marxismo como guía política e ideológica para su práctica cotidiana.

Nacido en 1930 en un pueblo de Córdoba, integró la conducción del Sindicato de Luz y Fuerza de su provincia durante más de 20 años (desde 1953), y se convirtió con el tiempo en la figura más destacada de la oposición clasista a la conducción nacional de la CGT, encarnada por José Ignacio Rucci.

Para nosotres, decir Tosco es decir organización del Cordobazo, es la lucha unitaria contra la dictadura de Onganía, uniendo a distintos sectores políticos y sociales, sin perder nunca la posición de clase, es el compañero que alertó contra el sectarismo y que batalló por la unidad del movimiento revolucionario y popular en la Argentina.

La acción del Gringo Tosco fue central para el amplio frente de unidad de acción entre todas las tendencias sindicales en la construcción del Corbobazo, y también para sumar masivamente al movimiento estudiantil universitario a esas jornadas de lucha contra la dictadura militar. Unir a los sectores clasistas y democráticos con los sectores más tradicionales y conciliadores (como el SMATA cordobés de entonces, dirigido por Elpidio Torres) en una jornada de lucha, con reivindicaciones sindicales (como las “quitas zonales”, que reducían el salario real) con reivindicaciones políticas (reclamo por el fin de la dictadura de la “Revolución argentina”) fue el gran acierto político de Tosco y de toda una camada de dirigentes sindicales y políticos.

El Cordobazo, y la larga serie de rebeliones obreras y populares de los siguientes dos años en todo el país (los Rosariazos, el Viborazo, etcétera), fueron presionando al régimen político imperante, y al mismo tiempo significaron un ejemplo importante para la organización creciente de sectores de la clase trabajadora y la juventud en esa etapa.

Tosco participó de varias experiencias relevantes para la formación de un sindicalismo de clase y de combate, desde el Programa de Huerta Grande (1962) hasta Villa Constitución (1974), y fue dirigente destacado de la CGT de los Argentinos a fines de los 60.

En sus largos años de actuación pública, se convirtió también en un dirigente político reconocido por los trabajadores y el pueblo. Pese a su intensa relación con el PC primero y con el PRT en sus últimos años, nunca se integró formalmente a una organización política. Entendió que su papel era actuar por la unidad de las organizaciones de izquierda, por la formación de una amplia corriente sindical democrática y de clase. En ese marco, participó en todos los intentos de construcción clasista de su momento, y en instancias políticas de reagrupamiento de los sectores de izquierda (por ejemplo, en el FAS, Frente Antiimperialista por el Socialismo).

En un famoso debate televisivo con Rucci a principios de 1973, Tosco marcó como entendía a la burocracia sindical como un fenómeno político en el movimiento obrero: «Nosotros distinguimos entre aquellos que se quedan para repartir lo que hay en los sindicatos y los que luchan desde adentro del sindicato por las reivindicaciones inmediatas y a su vez levantan la lucha permanente por esas reivindicaciones nacionales, por esas otras reinvindicaciones sociales que hacen al cambio fundamental de la sociedad. La burocracia sindical es reducir todo al sindicalismo, a administrar, desde posiciones de poder, los beneficios sociales, de discutir especialmente los convenios colectivos de trabajo, de quedarse gobernando al movimiento obrero desde posiciones administrativas».

Un aspecto central de su acción sindical y política fue la lucha contra el sectarismo, tan frecuente en muchas organizaciones políticas de izquierda y en el activismo sindical (de ayer y de hoy). Tosco combatió firmemente el sectarismo, que aísla y divide a las organizaciones de trabajadores, con ejes falsos. Justamente por ese combate, fue duramente criticado como «reformista», o incluso «conciliador» por las organizaciones sectarias de su época. Sin una táctica adecuada de unidad en la acción con sectores de la burocracia sindical cordobesa no hubiera existido convocatoria conjunta y organizada al Cordobazo; sin una relación de unidad permanente con los compañeros del peronismo combativo, como Atilio López de la UTA, hubiera sido imposible la construcción de una CGT cordobesa, con independencia de clase, y enfrentada a la burocracia central de la CGT nacional; sin la política desplegada desde Luz y Fuerza, hubiera prevalecido el enfrentamiento entre compañeros del mismo campo, y no la unidad que sólo la destrucción física iniciada por la represión en 1974 pudo derrotar.

Pensar en el camino de Tosco puede servirnos para pensar en la unidad clasista del movimiento obrero, en la unidad del activismo sindical democrático, clasista y combativa, y también para enfrentar las tendencias sectarias que siempre aparecen en las distintas luchas obreras y populares.

Sigamos recordando aquellas palabras del Gringo Tosco: «El rol de la Clase obrera no es participar como socia menor y subalterna en las esferas del poder de la oligarquía y de la reacción, sino impulsar las transformaciones revolucionarias que cambien en profundidad este sistema de opresión, de explotación y de miseria».