6/6/2021
Presentamos el prólogo de Héctor Löbbe de Los Cheguevaristas, que reseña las vivencias de Abel Bohoslavsky en el Cordobazo, en el PRT, en la Revolución sandinista; fue presentado el 13 de abril de 2016 en el auditorio de ATE Nacional. En esa oportunidad Abel estuvo acompañado, además de Löbbe, por Sebastián Martí (Hombre Nuevo), Luis Brunetto (historiador, Juventud Guevarista, Frente por la Unidad Guevarista), Damián Chueco Fau (Izquierda Revolucionaria), Pablo Goodbar (Movimiento por la Unidad Latinoamericana y el Cambio Social) y Gino Staforini (Propuesta Tatú)
La historia de Abel, alias Lucho, León, Leonel Urbano
…y siempre, sin dejar de ser Abel
Esta breve reseña biográfica sobre Abel Bohoslavsky fue elaborada en base a dos entrevistas colectivas mantenidas con nuestro autor, realizadas por Alejandro Asciutto (Magister en Sociología Económica – Instituto de Altos Estudios Sociales- Universidad Nacional de San Martín), Diego Salerno (Profesor de Historia -Universidad Nacional de Buenos Aires) y Héctor Löbbe (Licenciado en Historia –Universidad Nacional de Luján), en diciembre de 2014 y enero de 2015. Y además, entrevista personal y comunicaciones “electrónicas” mantenidas con Abel, entre enero y mayo de 2015.
Abel Bohoslavsky (a partir de aquí, afectuosa y sencillamente, Abel), nació el 17 de mayo de 1947, en Bahía Blanca, Provincia de Buenos Aires, República Argentina. Su madre – doña Adela – y su padre – don Samuel – formaron parte de la primera generación de descendientes directos de la oleada de emigrados forzados rusos, de raíces culturales judías, venidos a la Argentina a fines del siglo XIX y comienzos del XX. Así, en la “pre-historia” personal de Abel, de manera sutil pero significativa, las definiciones y acciones políticas (como las persecuciones antisemitas y antisocialistas) del régimen imperial de los Zares de fines del siglo XIX, constituirán un antecedente familiar relevante para comprender el posterior internacionalismo revolucionario de nuestro autor.
Ambos padres heredaron y conservaron (de sus ancestros directos e indirectos), los valores morales y culturales comunitarios. Y más decisivamente y a partir de ellos, incrementarán y transmitirán a su propio núcleo familiar, sus convicciones socialistas, de una clara impronta humanista. Solidaridad, preocupación por el semejante, formación de espíritus sensibles y abiertos, comprometidos existencialmente con una vida libre para sí y para los demás, son algunos de los elementos que tejerán una fina, imperceptible pero sólida red de principios y convicciones, con los que doña Adela y don Samuel críen a sus tres descendientes: Silvia, Graciela y Abel.
Esos mismos principios y convicciones, tomarán parte decisiva en la formación de Abel en su infancia y temprana adolescencia, madurando plenamente en su juventud. Asimismo, la red de valores que mencionamos, ligará al mismo tiempo, con vínculos familiares más amplios, a quienes prestarán, en el futuro, decisivo refugio, amparo y colaboración para que Abel pueda escapar a una muerte segura que le esperaba, a manos de la represión dictatorial, en febrero de 1978.
Pero no son sólo principios abstractos los que recibe Abel de sus padres, sino ejemplos vivos y concretos. Don Samuel, luego de estudiar (mientras trabaja) esforzadamente la carrera de medicina, adherirá políticamente al socialismo fundado por Juan B. Justo y cuya más destacada figura fuera Alfredo Palacios. Más tarde y ya recibido, ejercerá su profesión en hospitales públicos y en consultorio particular en su propia casa, especializándose en radiología. Resumiendo, un hombre que decide ayudar a curar los cuerpos de sus semejantes, analizándolos y auscultándolos en su interior, para mitigar el dolor que los aqueja. Y, al mismo tiempo, con ideal político, curar los males sociales que enferman a la sociedad en la que viven.
Doña Adela, en tanto, trabajadora desde su juventud (dentro y fuera de su hogar paterno, para sostener la humilde existencia del mismo), mantendrá esa condición de trabajadora en su nuevo y propio hogar. Pero además, sin descuidar la crianza de sus descendientes, estudiará enfermería en la Cruz Roja, luego técnica radióloga y por fin, Asistencia Social, desempeñándose como docente de dicha carrera y laborando como trabajadora en esa área asistencial del Hospital Municipal, hasta su jubilación. Todo esto, combinando su participación en la vida interna de entidades comunitarias y atenta a la política nacional, siempre del lado de las causas justas y solidarias.
En ese hogar, con esos ejemplos, valores y principios, se crió Abel. Su infancia y temprana adolescencia transcurrió desplegando una intensa vida social y deportiva en entidades de la comunidad en Bahía Blanca.
Promediando sus estudios secundarios, junto a sus hermanas mayores, se interna y explora la biblioteca familiar. Descubre allí obras de literatura y de ensayo histórico, político y social, como Espartaco, La pasión de Sacco y Vanzetti y otros tantos relatos sobre la lucha de los partisanos antifascistas en la Europa ocupada por el nazismo, durante la Segunda Guerra Mundial. Libros todos que dejarán una huella imborrable y reforzarán las incipientes convicciones políticas del joven Abel. Tan indeleble que del Espartaco de Howard Fast tomará el nombre que le dio a su hija, Varinia, nacida en 1977.
En 1965, nuestro autor decide trasladarse a cursar estudios universitarios de Medicina a la capital de la provincia de Córdoba. Antes de marcharse, su padre, don Samuel, el médico socialista, le obsequia como legado y compañero para ese doble viaje que está por comenzar – de estudios y existencial – un viejo ejemplar del Manifiesto Comunista (edición de 1930), libro que Abel nunca antes había visto. Simbólico gesto que marca el creciente grado de radicalización política que despuntaba en crecientes capas de la sociedad argentina.
Cuando Abel llega a la capital cordobesa (donde ya residían y estudiaban Medicina una hermana y un compañero – también bahiense – de básquetbol), ingresa a la Universidad y al poco tiempo, inicia su activismo político. En esos días, lee en el semanario uruguayo Marcha, la carta que el Che le dirige a su director, titulada El socialismo y el hombre nuevo en Cuba y que ya no se la va a olvidar más.
A partir de aquí el relato de Abel empieza a amalgamarse con el de sus compañeras y compañeros de activismo. Activismo que comienza en una agrupación político estudiantil, tan incipiente que aún no tenía nombre. Es el propio Abel quien propone bautizarla Espartaco (contando con el inmediato apoyo y respaldo de su compañero Domingo Menna), como el rebelde gladiador esclavo, en tiempos del Imperio Romano, protagonista de una de las primeras lecturas comprometidas de Abel. Los jóvenes “espartaquistas” de la Universidad cordobesa irán, progresivamente, profundizando sus posturas socialistas, al compás de los nuevos vientos de rebelión que soplaban por toda Nuestra América. Espartaco, como agrupación universitaria, fue resultado de la confluencia de activistas independientes (como era el caso de Abel), de la agrupación político-sindical Felipe Vallese (con orientación clasista) y del Partido Revolucionario de los Trabajadores, el PRT, recientemente formado. Éste último se convertirá, pocos años más tarde, en la principal expresión político-partidaria del guevarismo temprano en la Argentina.
Desde 1966 y por los próximos tres años, ya bajo la dictadura militar del General Onganía, los caminos del PRT y de Abel se irán acercando cada vez más. En 1968, en el marco de su IV Congreso partidario, el PRT se divide, al retirarse una fracción minoritaria, que no acuerda con la decisión de la mayoría de comenzar los preparativos e iniciar, a corto plazo, la lucha armada en la Argentina. Mientras tanto, Abel en ese año hace una fugaz experiencia en la Tendencia Estudiantil Revolucionaria Socialista (TERS), la rama estudiantil de la joven organización Política Obrera (PO). Al irse al año siguiente, lo seguirán algunos compañeros, con los que luego militará en el PRT.
1969 será un año de fuego para la Argentina. Aquel en donde la clase obrera cordobesa, el estudiantado e importantes sectores de la pequeña burguesía empobrecida y radicalizada se sublevan, el 29 de mayo, contra el gobierno del interventor de facto de la provincia. La insurrección callejera -el Cordobazo-, que se prolonga por dos días y obliga a la Dictadura Militar a emplear tropas del Ejército para sofocarla, dejará un cuantioso saldo de muertos, heridos y detenidos. Después del Cordobazo, sin embargo, nada será igual en Córdoba ni en la Argentina.
Poco tiempo más tarde de esta sublevación popular y en un escenario de “réplicas” semi-insurreccionales en diferentes pueblos y ciudades de otras provincias, Abel se incorpora definitivamente al PRT, convencido por su amigo y compañero Domingo Menna, Mingo. Ahí sí, comienza, lo que genuinamente considera Abel, su militancia.
En julio de 1970, en su V Congreso, el PRT decide la creación del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), como nueva herramienta revolucionaria, brazo armado del Partido y bajo su dirección. A partir de ese momento y por los siguientes siete años, el PRT-ERP se convertirá en la más importante, influyente, coherente y consecuente expresión organizada de los primeros guevaristas en la Argentina. Y como tal y con su presencia y accionar político-militar, la mayor amenaza a la perpetuación del sistema de explotación y dominación capitalista en nuestro país. La única Organización marxista-leninista y de izquierda revolucionaria (en el más estricto sentido del término), que se planteó de manera integral, decidida y sin vacilaciones la toma del poder por parte de la clase trabajadora y del pueblo, recurriendo a todas las formas de intervención política, basándose – como cimiento maestro – en la movilización revolucionaria y armada de los explotados y oprimidos, como líderes y guías de todos sus aliados sociales.
A la par de su cada vez más comprometida militancia política, Abel concluye sus estudios y ya recibido de médico, se incorpora como profesional al Hospital Rawson, de Infectología (dependiente de la Provincia de Córdoba), orientándose además y por su cuenta, hacia la importantísima y significativa disciplina de la Medicina del Trabajo. Orientación que mantendrá a lo largo del tiempo y de militancia, por el lugar estratégico que ocupa esa rama de la medicina en el proceso de organización y lucha de los trabajadores por su emancipación, como sujetos de la explotación capitalista.
En esa misma disciplina sanitaria y como parte de su trabajo político-sindical, se integra como médico, a la Obra Social del Sindicato de Trabajadores de Perkins (SITRAP), recuperado por una conducción clasista. Y por unos meses, en el camping del Sindicato de Mecánicos y Afines del Transporte Automotor (SMATA), cuya conducción clasista también lo había recuperado de manos de la burocracia sindical. Desde igual perspectiva de trabajo político, brinda su conocimiento y colabora como médico en forma militante, no rentada y de manera temporal, en dos salas de primeros auxilios: una dentro de la “villa miseria” de Barranca Yaco y otra en el barrio Altamira, ambas de la capital cordobesa.
A partir de allí y hasta fines de 1975, la militancia de Abel se diversificará en tres áreas paralelas y concurrentes: 1) en el Frente Sindical de Sanidad del PRT, que organizaba gremialmente y realizaba proselitismo político partidario en el sector de trabajadores de la salud (médicos y auxiliares de hospitales públicos de la capital cordobesa), con construcciones frentistas específicas, como el Movimiento de Trabajadores de la Salud (MTS) y simultáneamente en logística, para la atención de combatientes del ERP; 2) en los Frentes de Masas y Sindicales más amplios (también impulsados por el PRT), como el Frente Antiimperialista y por el Socialismo (FAS), el Movimiento Sindical de Base (MSB) y el Movimiento Sindical Combativo (MSC), todos ellos, dentro de la Regional Córdoba del PRT-ERP y 3) en distintos trabajos en los equipos partidarios de prensa y propaganda. En éstos últimos, en la elaboración de los periódicos El Combatiente (órgano oficial de difusión del PRT) y Estrella Roja (órgano oficial de difusión del ERP) y otras publicaciones, como la revista legal y también partidaria, Posición.
Toda esta militancia política y sindical personal de Abel es narrada, dentro del contexto más amplio y comprensivo de la situación política cordobesa y nacional, a lo largo de todo el libro y en especial, en los Capítulos 1 y 5.
En noviembre de 1975, se agudiza en Córdoba y en todo el país, la represión fascista estatal y paraestatal, provocando el encierro “legal”, el secuestro clandestino y la muerte de simpatizantes, colaboradores, militantes y combatientes, familiares y solidarios, dentro del amplio conjunto de organizaciones políticas de izquierda actuantes. Para dimensionar la magnitud represiva, baste afirmar que el número aproximado de víctimas ascendía en todo el país (a fines de 1975, último año del “gobierno nacional y popular”) a más de 3.000, contando los distintos tipos de bajas en el campo revolucionario, es decir, presos, secuestrados y muertos en combate y asesinados.
Ante este “ensayo general” de la ofensiva definitiva que preanuncia el Golpe de Estado Cívico-Militar de marzo de 1976, el PRT comienza a bosquejar una política de repliegue y preservación de sus cuadros más expuestos a la represión.
Como parte de esa política de preservación, el equipo político partidario del que forma parte Abel, vota y decide (contra la voluntad del propio Abel) que se traslade a otra ciudad, para evitar su captura y eventual asesinato.
Después de su intervención como orador en el acto velatorio que homenajea y despide al dirigente del Sindicato de Luz y Fuerza cordobés Agustín Tosco, luego de su muerte, Abel se traslada a la ciudad de Buenos Aires.
Hacia comienzos de 1976, la contrarrevolución en Argentina – tempranamente instalada en el gobierno del Estado y en sus instituciones, desde julio de 1973 – acelera yprofundiza su ofensiva contra la clase obrera y los sectores populares más avanzados ymovilizados.
Los sucesivos golpes represivos que venía recibiendo el PRT-ERP desde febrero-marzo de 1975 van haciendo mella en la Organización.
El PRT-ERP, como parte de la vanguardia del movimiento de masas, sentirá los efectos de la represión, debilitándose así de manera progresiva, pero cada vez más intensa, sus vínculos e influencia con dicho movimiento, el que irá entrando, a su vez, en un paulatino proceso de retraimiento y reflujo.
Mientras tanto, en su nuevo destino de militancia revolucionaria, pero ya en situación de semi-clandestinidad, Abel pasa al Frente Sindical de Sanidad (con iguales objetivos que su similar cordobés), que organiza a profesionales y auxiliares del sector salud de hospitales públicos de Capital y del Gran Buenos Aires. Al mismo tiempo, asume responsabilidades compartidas en la Dirección de la Regional Capital del PRT. En condiciones cada vez más duras y riesgosas por el cerco represivo que se cierra sobre el país, Abel, no obstante, sigue sosteniéndose económicamente con trabajos de guardias médicas en establecimientos privados.
Como parte de la concepción de internacionalismo revolucionario guevarista, Abel es convocado a integrarse a un equipo médico destinado a prestar colaboración con la recientemente triunfante revolución antiimperialista y socialista en Angola (África), tal cual la definía en ese momento el PRT-ERP. La formación de ese equipo de sanitaristas y su envío al exterior respondía, en rigor, a la línea estratégica de la Junta de Coordinación Revolucionaria (JCR), organismo internacionalista revolucionario y solidario, inspirado y formado según el pensamiento del Che Guevara e integrado por
Organizaciones revolucionarias de Bolivia, Chile, Uruguay y por Argentina, el PRT – ERP. En esta última tarea preparatoria, Abel se mantendrá hasta mayo de 1976, en que ese proyecto quedará desactivado.
El Golpe Cívico-Militar del 24 de marzo de 1976 precipita los sucesos y agrava la situación del PRT-ERP.
Entre julio y diciembre de 1976, la dictadura contrarrevolucionaria aniquila de manera sucesiva a la mayoría de los integrantes del Comité Ejecutivo y del Buró Político – los máximos organismos de conducción de la Organización revolucionaria – y a sus reemplazantes. El 19 de julio, la represión mata en combate en Villa Martelli (provincia de Buenos Aires), a Mario Roberto Santucho, Secretario General del PRT y Comandante Jefe del ERP y a otro histórico precursor del PRT, Benito Urteaga. Ese mismo día es secuestrado el amigo y compañero de Abel, Domingo Menna, llevado al campo de concentración y exterminio de Campo de Mayo, donde luego será asesinado, como lo cuenta nuestro autor en la biografía insurgente respectiva que le dedica, en el Capítulo 5.
Para ocupar el lugar del asesinado Mario Roberto Santucho, fundador, principal dirigente y referente partidario histórico, se designa provisoriamente, para ejercer dicho puesto máximo de dirección a Luis Mattini.
Lo que sigue y que Abel nos cuenta indirectamente al comienzo del Capítulo 6, es el gradual y creciente deterioro del accionar político del Partido y de su brazo armado. Este deterioro, tuvo como causa central el aniquilamiento físico de su militancia, llevada a cabo por el Estado y que no hacía más que continuar y profundizar cuantitativa y cualitativamente la que se venía aplicando desde por lo menos dos años antes. Esta política de exterminio se desarrolló por dos vías paralelas y simultáneas: la represión legal y la ilegal, ésta última tan o más importante, en términos numéricos y por sus efectos, como método de disciplinamiento y terror sobre el conjunto social.
La primera implicó la detención masiva de miles de militantes, quienes luego de un período variable de encierro y tortura en forma clandestina, eran derivados a cárceles “legales”. En esas cárceles “legales” los detenidos fueron sometidos, rutinaria y cotidianamente, a inhumanas condiciones de encierro, tormentos físicos y psicológicos, en un régimen de rigor carcelario nunca visto. Esta experiencia extrema hará que muchos de ellos no puedan sobrevivir.
Respecto a la represión ilegal, ésta se ejerció en iguales o aún más deshumanizantes condiciones de reclusión, pero en un régimen total y absolutamente secreto y encubierto, en el que los miles de secuestrados eran concentrados en campos de encierro y exterminio clandestino. Los secuestrados ilegales pasaban así a “desaparecer”, es decir, perdían toda comunicación con el exterior y por ende, a cualquier y mínima defensa legal. Encadenados y encapuchados, sin posibilidad alguna de relacionarse con sus compañeros de cautiverio, torturados física y psicológicamente a extremos
desconocidos, su destino final era la muerte y la eliminación, igualmente secreta y clandestina, de sus cuerpos. La aplicación sistemática de estas prácticas de aniquilamiento dará por resultado que sólo una ínfima minoría de los detenidos ilegales pudiera sobrevivir a esta maquinaria de muerte.
El proceso de aniquilamiento de la militancia revolucionaria y su periferia, vino a engrosar la ya de por sí crecida cifra (que se elevaba a varios miles) de presos “legales” de la etapa previa y los caídos en combate o asesinados antes de marzo de 1976. La política represiva descripta provocó una verdadera sangría de militantes y simpatizantes; la desarticulación y colapso de células partidarias y finalmente, de los frentes legales y redes de contactos y colaboradores de la Organización.
A partir de agosto y hasta diciembre de 1976, y en medio del proceso represivo de desmembramiento creciente del PRT-ERP y exterminio de sus militantes y periferia señalado más arriba, Abel pasa al Frente Internacional, que actuaba conjuntamente con el Frente de Solidaridad. Ambos Frentes partidarios, por aquel entonces, desarrollaban en condiciones cada vez más críticas y precarias, la ayuda y asistencia a los militantes y familiares de quienes se encontraban perseguidos, presos “legales” y secuestrados clandestinos y también, en una titánica tarea, de aquellos colaboradores solidarios de todo grado y participación.
Hacia fines de 1976, los que ejercían el relevo en la conducción del PRT decidieron, de manera muy polémica y sin el imprescindible y mínimo debate y consulta con el colectivo partidario, sacar al exterior del país a la parte considerada más expuesta del Partido, incluyendo a la mayoría de esa misma conducción.
Esa decisión chocaba contra la opinión de quienes (como Abel) postulaban mantener el Partido en el país, pero reduciendo su accionar para preservar a los militantes, estructuras y organismos. En ese aspecto, la contrapropuesta consistía en aplicar de manera concreta una progresiva y cuidadosa actividad política de resistencia, detrás de las líneas enemigas (como la Resistencia Antifascista en Europa, durante la Segunda Guerra Mundial), que garantizara la vida y libertad de los militantes y la continuidad de la presencia e influencia política del Partido en la Argentina.
Sin embargo, como símbolo de la paulatina pérdida de rumbo de la Dirección en el exterior, dicha propuesta fue desoída o ignorada. Finalmente, el repliegue desorganizado hacia el exterior, se llevará a cabo desde comienzos de 1977. La decisión de sacar del país a un gran sector del Partido y el alcance y la manera con que fue puesta en práctica, nunca después suficientemente aclaradas, agudizó la crisis de la política partidaria, tanto en el exterior como en la Argentina.
El resultado concreto fue un proceso improvisado y caótico de “desenganche” masivo: se rompieron así los contactos entre las células y los organismos superiores de conducción en el país, cada vez, más golpeados. En mayo de 1977, la dirección de reemplazo dejada y una vasta red de militantes y colaboradores fue capturada. Para ese entonces, Abel ya se encontraba sin contacto formal con el Partido. La situación de desconexión se extendía al conjunto de los integrantes de cada célula y con su periferia de colaboradores y simpatizantes y en fin, entre los restos sobrevivientes (intensamente
perseguidos y aislados) del Partido en la Argentina con la Dirección y los núcleos de militantes que habían logrado salir del país. Todo lo señalado, sin que la Dirección partidaria en el exterior encontrara y aplicara criterios alternativos y medidas prácticas y concretas que impidieran la atomización final de las fuerzas partidarias que quedaban, cada vez más diezmadas, en la Argentina.
Ante este panorama, Abel y un puñado cada día más reducido y cercado de entrañables compañeras y compañeros, persistirán en la tarea de preservar a los militantes aún libres y más comprometida y riesgosamente, de asistencia a los presos “legales”, los familiares de éstos y de los secuestrados clandestinamente. En este punto y como veremos más adelante, se puede decir que (basándonos en la propia reflexión retrospectiva de Abel), a partir de 1977, el PRT-ERP, tal cual se había conocido desde el V Congreso partidario, iniciaba un rápido proceso de disgregación y de atroz agonía. Proceso que lo llevaría, como fuerza política organizada, a dejar de tener presencia real e influir políticamente en la dinámica de la lucha de clases en la Argentina.
Hasta fin de febrero de 1978 (a casi un año de la pérdida de los últimos contactos partidarios en el país y con el exterior), Abel siguió manteniéndose económicamente de su profesión, en condiciones cada día más precarias. Acorralado por la represión, decide, a su cuenta y riesgo, salir finalmente del país, con su entonces compañera y su hija de 9 meses. En esta ocasión, es otra vez la solidaridad comprometida de sus padres y de algunos familiares cercanos (como un par de tíos y sus suegros de aquel entonces) la que le ayuda y permite a Abel abandonar la Argentina, partiendo rumbo a México.
Aunque no lo cuenta expresamente en su relato, Abel elige ese destino ya que tenía una hermana residiendo allí y además México era uno de los países de Nuestra América en donde se estaba reagrupando una parte de la militancia perretista que había partido al exterior. México fue también, por casi un año desde la llegada de Abel a ese país, uno de los últimos escenarios en los que se intentará reorganizar las estructuras partidarias, en vista a mantener la continuidad política del PRT-ERP. Tareas a las que se abocó Abel de manera comprometida, participando, entre otras actividades, en la redacción de El Combatiente, el histórico semanario de la Organización revolucionaria, en una nueva etapa y desde el exterior.
Sin embargo, todos estos intentos estarán condenados a no prosperar: desde 1978, la Dirección del Partido en Europa se había dividido de hecho y a partir de allí, esa división se replicará en la fragmentación concreta y creciente en por los menos dos sectores de la militancia en el exterior. Una parte importante de la misma, en ese punto, ya se había separado de la Organización. Los esfuerzos de relanzamiento de un Partido sólido y unificado (de los cuales participó, infructuosamente y desde México, Abel) no podrán atravesar la prueba de fuego de esta división en los hechos.
Ante esta situación de carácter irreversible, Abel comienza a explorar la posibilidad de retomar de manera práctica, la militancia revolucionaria en otro cauce organizativo. Toma así contacto y se suma al Frente Sandinista del Liberación Nacional de Nicaragua (FSLN), colaborando desde su experiencia previa en Argentina, en el área de Solidaridad y Propaganda, ya en la fase final de la guerra civil revolucionaria nicaragüense.
Poco tiempo después, luego de la insurrección popular, que culminó con el triunfo del FSLN en 1979, Abel se traslada a Nicaragua, primero en forma temporal y luego de manera estable, hasta 1986, trabajando simultáneamente como médico y periodista. Su práctica como militante revolucionario internacionalista (en la mejor tradición guevarista), los problemas, éxitos y sinsabores de la Revolución nica son narrados por Abel de manera vívida y apasionante, a lo largo del Capítulo 6 de este libro. En 1986 decide regresar a la Argentina, declinando la invitación para seguir desempeñando tareas como médico y periodista en Nicaragua y Cuba.
A su regreso, Abel encuentra una Argentina que en términos humanos, políticos y sociales ha cambiado mucho, arrasada por la traumática experiencia de la Dictadura Cívico-Militar. Busca reinsertarse profesionalmente como médico, sucesivamente, en la Obra Social de los trabajadores gráficos (entre 1986 y 1988) y luego, en la de los trabajadores del neumático (entre1988 y1990 y más tarde, entre 1992 y 1998).
En ambos sindicatos intenta recrear la experiencia acumulada en la década de 1970 (en especial, la tarea desarrollada en el SITRAP), formando en dichos ámbitos sindicales, Departamentos de Medicina del Trabajo, que atendieran central y preferentemente las enfermedades profesionales de los obreros, ocasionadas y producidas por el inhumano sistema laboral capitalista, tal cual habían sido implementados en los sindicatos con conducciones clasistas en la década de 1970.
El proyecto y sobre todo, la ejecución concreta de una política sanitaria de Medicina del Trabajo – aplicada como prioridad desde las propias organizaciones sindicales – tal cual proponía Abel, finalmente, no pudieron ser llevadas a cabo. Por inexperiencia o inmadurez política; por debilidad en los principios o pragmatismo o en el peor caso, por oportunismo acomodaticio, una parte de las direcciones de esos sindicatos prefirió cerrar las puertas a ese proyecto. Así, Abel, sin renunciar a sus principios y convicciones, concluyó traumáticamente su paso por ambos gremios, de donde será expulsado.
Como signo de los tiempos (el final del gobierno de la Unión Cívica Radical [UCR] de Raúl Alfonsín y el posterior gobierno del Partido Justicialista [PJ], encabezado por Carlos Menem), ex militantes combativos apenas 20 años antes y nuevos cuadros sindicales, terminaron desoyendo, ignorando y por último, rechazando, la aplicación prioritaria de medidas para resolver una cuestión tan vital como el control de la salud de los trabajadores, sometidos a la degradación física cotidiana por parte del Capital.
Al rechazar esa posibilidad (por presiones empresarias, por convicciones o por conveniencias personales), perdieron e hicieron perder la oportunidad histórica de reeditar y enlazar la lucha en el presente con la llevada a cabo por el movimiento sindical combativo de las décadas de 1960 y 1970, al cual, por ironía de la historia, algunos de esos dirigentes supieron pertenecer e integrar. En suma: una oportunidad perdida de (re)construir una práctica sindical clasista y una orientación política para los trabajadores, que les ayudara y facilitara su lucha por la emancipación como clase explotada.
En tanto y simultáneamente, desde su recientemente adquirida condición de periodista formal (forjada en su período de militancia internacionalista en Nicaragua) pero también desde una perspectiva política, ingresa a colaborar, a partir de 1986, con el mensuario Madres de Plaza de Mayo, auspiciado y publicado por la Asociación del mismo nombre, que reúne a madres de detenidos-desaparecidos, presidida por Hebe de Bonafini. La idea de Abel, era en esa oportunidad, rescatar en clave biográfica y política, la vida y actividad revolucionaria de la militancia política de izquierda en la Argentina de la década de 1970, ensayando así lo que serán más tarde y en el presente, sus Biografías y relatos insurgentes. Hacia 1989 y por discrepancias políticas con la conducción de esa asociación, se aleja de la redacción del mensuario, más allá de seguir manteniendo vínculos cordiales con varias de sus integrantes.
Como muestra de no haber renegado de su militancia y voluntad de intervenir políticamente, en 1987, Abel participa en la formación del Movimiento Los de Abajo (MLA), que editaba la revista del mismo nombre. El MLA participó en el FRAL (Frente Amplio de Liberación), junto al Partido Comunista (PC) y otros siete grupos menores. Desde el FRAL se estableció con el Movimiento al Socialismo (MAS) la alianza electoral Izquierda Unida (IU), que realizó las primeras elecciones primarias abiertas en la historia argentina en 1988, a propuesta del MLA, para dirimir la fórmula de candidatos a presidente de la Nación y de otros cargos electivos.
Esta propuesta fue inicial y duramente resistida durante tres meses, por la oposición tanto del PC como del MAS, ambas, fuerzas mayoritarias dentro de IU. A pesar de esto, Abel llega a integrar la Mesa Nacional de conducción de dicha alianza electoral. En las elecciones de 1989 fue candidato a diputado nacional por la Provincia de Buenos Aires, en la misma lista encabezada por Luís Zamora y en donde éste fue electo diputado por primera vez.
En la actualidad (mayo de 2015), con 50 años de militancia ininterrumpida y consecuente, Abel sigue activando dentro de la Corriente Político-Sindical Rompiendo Cadenas e integra la Mesa de Redacción del periódico que publica la misma. A la vez, es Congresal provincial de su gremio (la Asociación Judicial Bonaerense, AJB), por la Seccional de la AJB-Lomas de Zamora y Congresal de la Confederación de Trabajadores Argentinos Autónoma (CTA)-Lomas de Zamora. Confederación, cuya conducción comparte Rompiendo Cadenas, con otras fuerzas de izquierda.
Como lo hizo desde el momento mismo de recibirse, ejerce la profesión de médico con el mismo espíritu que lo alienta desde el principio y con la que sostiene su cotidiana existencia. También, actualizado a la era de la información “electrónica”, redacta, difunde y “volantea” por Internet, artículos políticos y sindicales, todos ellos, desde una asumida y comprometida perspectiva socialista revolucionaria y guevarista.