Jorge Luis Ubertalli
Reenviamos una nota de Jorge «Pampa» Ubertalli, escrita hace muchos años por el compañero, como un pequeño homenaje ante su fallecimiento
Según la teoría marxista –leninista, la propaganda consiste en difundir muchas ideas para pocos, contrariamente a la agitación, en donde se difunden pocas ideas para muchos. (Plejanov, citado por Lenin en el “¿Qué Hacer?”). En una y otra acepción, la difusión de ideas se constituye en la base del accionar propagandístico. El marxismo, como guía para la acción revolucionaria, contiene una serie de reflexiones, conceptos, preposiciones y definiciones que conforman su ideología. La filosofía, la historia, la literatura, la economía, el arte, la cultura en general, conforman un bagaje coherente de ideas que se plasman en el marxismo en el marco de una concepción del mundo.
Los principios de la dialéctica marxista (unidad y lucha de contrarios, negación de la negación, paso de la cantidad a la calidad y viceversa, desarrollo en espiral y evolución por saltos, hasta su aplicación concreta, en el campo del materialismo histórico), en cuanto a la comprensión de la mercancía como unidad que contiene a dos elementos relacionados y contradictorios a la vez como son el valor de uso y el valor, la reproducción ampliada del capital, el autodinamismo como impulsor de una sociedad dada cuya clase dominante engendra a su vez, en el caso del capitalismo, a la clase que dará al traste con ella y con toda explotación del hombre por el hombre, la revolución social, cuyo punto de “ebullición” se relaciona con el “calor” de las masas en un momento determinado, la existencia de su vanguardia revolucionaria y el salto de calidad hacia un nuevo estadío económico/político/social, hacen de la teoría marxista una ciencia de la revolución o una filosofía de la praxis (proyecto emancipatorio, teoría y práctica social), según se opine, que se basa en la conciencia, la razón y la reflexión y no en mitos, especulaciones o fantasías extramundanas o acientíficas.
A este corpus ideológico coherente, que se desarrolla a medida que evoluciona la humanidad toda a pesar de la caída del denominado “socialismo real”, el capitalismo imperialista, en su fase de decrepitud, no halla, en el plano racional y reflexivo, con que enfrentarlo. Sólo la exaltación de la ignorancia, los prejuicios, la fragmentación social, el individualismo y la panacea por excelencia del sistema, virtual o real: el consumismo, se erigen como barreras para contener a la ideología marxista que, renaciendo de las cenizas como el Ave Fénix, vuelve a crecer entre las masas explotadas.
Recurrencias
En su volumen “Inteligencia Estratégica”, publicado el 1 de octubre de 1948 en EE.UU., uno de los fundadores de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de ese país, Sherman Kent, escribía, en cuanto al conocimiento científico-técnico con el cual debían contar los agentes: “…Debe(n) saber que ocurre en el mundo de las ciencias sociales ¿Qué hacen o descubren los estudiantes de sociología, economía, psicología, geografía, leyes, historia?¿ Que nuevas ideas están desarrollando que, algún día puedan tener la influencia de los descubrimientos de un Locke, un Rousseau, un Darwin, un Pavlov, un Freud o un Haushofer? ¿Qué está sucediendo en las escuelas de medicina y en las clínicas; cuales son los nuevos diagnósticos, las nuevas medicinas y los nuevos tratamientos?…” (página 53, Editorial Pleamar, Buenos Aires, 1976). Las citas de Kent no son casuales.
Los descubrimientos de Freud, Pavlov y los ‘nuevos tratamientos’ medicinales – entre ellos el del psiquiatra José Rodríguez Delgado, de la Universidad de Yale, que proyectó crear un aparato electrónico minúsculo capaz de obligar a cualquier hombre a rugir al oír la palabra comunismo- se comenzaron a utilizar durante la Guerra Fría en las operaciones propagandísticas contra la URSS, el campo socialista, las revoluciones antiimperialistas y socialistas del Tercer Mundo y las masas soliviantadas contra el colonialismo y el capitalismo de todo el orbe. Las experiencias de Pavlov sobre el reflejo condicionado y de Freud sobre el psicoanálisis se aplicaron políticamente desde 1950 hasta la actualidad en relación con el lavado de cerebros y la manipulación de conductas. Ante la imposibilidad de presentar su ‘ideología’ real- vinculada al egoísmo, la avidez de ganancias, la explotación del trabajo ajeno y la guerra, entre otras linduras- la burguesía imperialista apeló a la llamada “psicología profunda”, que, a falta de ideas a difundir, se utilizó para privar a las masas del pensamiento y manipularlas en función de la pasividad y la aceptación del orden establecido, apelando a atavismos y prejuicios, al temor, al sexo, la envidia, etcétera, etcétera.
La lucha por “las mentes de los hombres”- en la que están hasta hoy embretados los imperialistas, que va – “de la esfera propiamente ideológica” (…) “a la esfera de la ‘manipulación’ de las masas mediante la especulación con emociones e instintos, el aislamiento del hombre respecto del medio ambiente y las influencias directas, extraideológicas, por decirlo así, sobre la actividad nerviosa superior”, se constituyen en las armas fundamentales de la propaganda imperialista en nuestros días. Típicos de la Guerra Psicológica, estos métodos descansan en “la falta de información y de la cultura insuficiente de muchos hombres, de los prejuicios y las debilidades humanas y de la sugestibilidad que todo ello motiva y que trata de utilizar el propagandista” (“El Aparato de Propaganda Político e Ideológico del Imperialismo”, Georgui Arbátov, Editorial Cartago, Buenos Aires, 1974, página 198).
La ideología de la desideologización
Así como en nuestro país la clase dominante no se nuclea en un partido político en particular, sino que actúa en casi todos, así como en todas las instituciones de la sociedad civil, contando con un Estado Mayor de la reacción y la contrarrevolución que comprende a la Asociación Empresaria Argentina (AEA), ex CEA, la Sociedad Rural y otros entes empresariales, eclesiásticos y militares, la burguesía imperialista esconde su ideología reaccionaria en el marco de la desideologización y el apoliticismo. La “democracia” formal, elemento sustancial de la ideología burguesa, tiende a fomentar el cretinismo de las grandes masas, despreciadas por las elites dominantes y calificadas de incivilizadas, irresponsables y portadoras- según el sociólogo francés Gustav Le Bon- “de los lados primitivos de la naturaleza humana”. Si bien la burguesía imperialista manifiesta poseer una “ideología múltiple”, estimular “la variedad y el desacuerdo” y no tener ningún dogma, puesto que, según algunos de sus voceros, el “dogma verdadero es no tener ningún dogma”, su verdadera ideología y dogma, la argamasa ideal de su accionar, es el egoísmo individualista, el consumismo, la reproducción ampliada del capital y la ganancia.
Para justificar su accionar, la burguesía cuenta con intelectuales orgánicos que intelectualizan sobre la perversidad y el canibalismo del sistema capitalista. Uno de ellos, Hugo Ezequiel Lezama, ex director del diario masserista “Convicción” y asesor del genocida almirante Eduardo Emilio Massera, ya fallecido miembro de la Junta Militar que se hizo del poder en Argentina el 24 de marzo de 1976, escribía en 1964: “… la fraterna comunicación no existe, el hombre está encerrado en su esquema selvático, y para coexistir en una apariencia comunitaria ha tenido que recurrir a la creación de las relaciones humanas como ciencia, no para lograr una paz duradera, sino para orientar la guerra de acuerdo con sus deseos”. (“Teoría de la Persuasión”, Aloisius Fenwick- Hugo Ezequiel Lezama, Ediciones Troquel, Buenos Aires, 1964, página 33).
Persuadidos de que el hombre es un ser signado por la ley de la selva desde siempre, no condicionado por la apropiación privada del producto social, ni por una base material que condiciona en última instancia su comportamiento social, ni por una inserción en el aparato productivo que lo hacen parte de una clase que antagoniza con otra en relación con la dicotomía explotado/explotador, el intelectual orgánico del masserismo y su coautor sostienen en esa oportunidad que “en definitiva, las relaciones humanas están regidas, no técnica sino naturalmente, por dos extremos: posesividad-dominio y sentido de la muerte”. ( página 36). Y concluyen, de acuerdo a su teoría anterior que “condicionar la opinión del otro para adquirir determinado producto es moralmente neutro si el producto no es intrínsecamente malo. (…) El lavado de cerebro individual se ha logrado con éxito mediante el empleo de drogas condicionadoras en un campo de experimentación apto y aislado. El lavado de cerebro de una comunidad sólo se produce si en las constantes de esa comunidad hay elementos afectivos e intelectuales con tropismo natural hacia lo que se quiere imponer” ( página 41) (el subrayado es mío, JLU). O sea, no hay manipulación, para ellos, desde los medios de los poderosos hacia las masas. Estas, según ellos, escuchan lo que quieren escuchar y aceptan lo que ya está aceptado. Y punto. (Por si acaso, la dictadura a la que Ezequiel Lezama sirvió, apeló al genocidio y el terror para convencerlas).
Según el sociólogo crítico norteamericano Vance Packard (“Las formas ocultas de la propaganda”, Editorial sudamericana, 1964), la manipulación de conductas y el lavado de cerebros típicos de la propaganda burguesa existentes hasta nuestros días surgieron precisamente en el marco de la competencia comercial. Con el fin de vender más eficazmente mercancías, los “investigadores motivacionales”, psicólogos, antropólogos, sociólogos y otros, al servicio de las grandes compañías capitalistas – que comenzaron a principios de los años 50 a utilizar elementos del psicoanálisis, el conductismo y la reflexología a fin de estimular a los norteamericanos para que consuman determinados productos- se lanzaron a horadar el preconsciente, área del cerebro en la que una persona puede intuir de manera incierta lo que pasa en sus propios sentimientos, sensaciones o actitudes, como prejuicios o temores, sin conocer el porqué, y el inconsciente, espacio en el que se gestan actitudes y sentimientos de los cuales no se tiene conciencia, o sea, están fuera de la razón o la conciencia, que de acuerdo al materialismo marxista es capaz de reflejar el mundo objetivo tal cual es.
“Los persuasores- que a menudo se refieren a sí mismos como ‘manipuladores de símbolos’- nos ven(…) típicamente como un manojo de sueños en vigilia, como ansias ocultas, complejos de culpa y bloqueos primitivos irracionales (…) los complacemos con nuestra creciente docilidad al responder a sus manipulaciones de símbolos” (V. Packard, página 13). El Pentágono y la CIA se encargaron poco tiempo más tarde de utilizar los métodos de los pioneros de la “investigación motivacional”, como Ernest Dichter y Louis Cheskin, entre otros, para diseñar sus operaciones de Acción Psicológica y Guerra Psicológica contra los pueblos del mundo.
Hoy como ayer, los medios de información y reproducción ideológica del sistema capitalista, propiedad de sociedades transnacionales conformadas por la burguesía imperialista y sus socios de cada país del globo, se encargan de modelar las conductas masivas por medio de, entre otros, la creación de arquetipos sociales “exitosos” a emular e imitar, en tanto sean inocuos en relación con el cuestionamiento del orden establecido. Y también a través de la selección tendenciosa de noticias a difundir, y de la utilización arbitraria de la denominada ‘pirámide invertida’, que encabeza una noticia. La información a difundir no se halla librada al azar, sino que es producto de la tendencia ideológica inherente al/los propietarios del/los medio/s que la emiten.
A través de la difusión de determinadas noticias se intenta desmovilizar, manipular, desorientar y pasivizar a las masas, creándoles una realidad virtual, privándolas de su capacidad de razonar, reflexionar y reaccionar frente a la injusticia.
Por otra parte, la denominada pirámide invertida – que transmite, a través de un encabezado conformado por los pronombres relativos y las preposiciones qué, quién, cuándo, cómo, dónde y por qué, da para informar de mayor importancia, constituyéndose en la base de la noticia, que se va desgajando hacia lo menos importante a medida que se desarrolla – contiene también su sesgo ideológico, por cuanto los pronombres relativos y preposiciones de su base pueden dejar al descubierto una tendencia a informar sobre hechos importantes de acuerdo a quien redacta la nota.
A modo de ejemplo podemos citar los cables noticiosos de las agencias UPI y AP con respecto a la fracasada incursión de 1983 de las fuerzas represivas salvadoreñas, entrenadas por EE.UU., para combatir al FMLN, en el departamento de Chalatenango, El Salvador. En ellos, el contenido de las preposiciones y pronombres relativos que los encabezaban hacían referencia a situaciones secundarias, accesorias, de la ofensiva, lo que permitió a quien esto escribe inferir que la operación represiva había sido abortada por el pueblo en armas, cosa que realmente ocurrió y que se difundió a los pocos días por medios de información vinculados a los revolucionarios efemelenistas. Estas y otras tantas argucias técnicas fueron y son utilizadas por las usinas ideológicas del imperialismo para desinformar sobre aspectos esenciales de la lucha de clases en momentos políticos de gran conmoción social y definiciones militares, a fin de crear incertidumbre y/o indiferencia y desmovilizar a los grandes “consumidores” de información.
Guerra Psicológica al desnudo
Según los manuales del Pentágono, la Guerra Psicológica es aquella que se lleva a cabo para socavar la credibilidad de un pueblo en sus líderes, minar su capacidad de resistencia ante el invasor o el explotador, sumar aliados, cohesionar la fuerza propia y dividir a las fuerzas del enemigo, utilizando métodos no estrictamente militares.
El teniente coronel español Fernando Frade Merino, diplomado en Operaciones Psicológicas por la Escuela de Guerra Especial del Ejército de los EE.UU., sostenía a fines de los años 60 que “ha sido en la guerra fría que se declaró entre los ex aliados vencedores, inmediatamente de firmado el armisticio, cuando estas operaciones (de Guerra Psicológica) adquirieron el relieve y la importancia que en la realidad tienen” (“La Guerra Psicológica, Fernando Frade Merino, Ediciones COMPI, Madrid, España, 1967).
Según el autor, los elementos constitutivos más importantes de las Operaciones Psicológicas que se desarrollan en el marco de la Guerra Psicológica (GP) son:- Grupo Blanco, o audiencia blanco, que contiene a todos aquellos que deben recibir la andanada propagandística; -Vulnerabilidad Psicológica, circunstancia o condición que hace accesible al grupo blanco a la influencia del operador psicológico.; -Objetivo Psicológico, efecto que desea conseguir el operador psicológico en el grupo blanco;- Misión Psicológica, realización de un plan que permita la consecución del objetivo en el marco de la difusión de una idea principal que influya en la conducta presente y futura del grupo blanco; -Modo de Acción Psicológica, procedimiento que permite explotar una vulnerabilidad psicológica que haga posible la operación;- Tema Psicológico, que contiene al conjunto de símbolos que sirven de núcleo a un mensaje, condensados en un símbolo clave, cuya comprensión por el grupo blanco permita al operador psicológico desarrollar su tarea. Como es lógico, para el autor, formado en la “escuela” norteamericana, el conductismo, la reflexología, el binarismo estímulo externo- respuesta y la manipulación de conductas y formación de actitudes son elementos esenciales del quehacer operacional en la GP.
Es de destacar que en nuestro país, a partir de 1960, la Secretaría de Informaciones del Estado (SIDE), creada luego de la llamada Revolución Libertadora e influenciada por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de los EE. UU., incluyó en su estructura un Departamento de Operaciones Psicológicas, otro de Guerra Contrarrevolucionaria y un tercero de Operaciones Anticomunistas.
La Guerra Psicológica, en su acepción más actual, se vale, combinadamente, de operaciones de guerra económica, guerra política y guerra propagandística u Operaciones Psicológicas, que junto a las de Inteligencia, constituyen el sine qua non de las Guerras de Baja Intensidad (GBI) que el imperialismo y sus aliados utilizan contra los pueblos y gobiernos en rebeldía. Cabe aquí volver a citar al masserista Hugo Ezequiel Lezama y a su acompañante anónimo Aloisyus Fenwick (en realidad este es un seudónimo utilizado por un ex miembro del Departamento de Acción Psicológica del Pentágono). Para ambos, “la persuasión colectiva tiene una sola arma: la Acción Psicológica. En la acción psicológica se ponen en juego todas las especialidades y ciencias madres de la comunicación; también se pone en juego toda la inteligencia y capacidad imaginativa del planificador. (…) La acción psicológica es la más moderna forma de guerra y una fascinante operación en la paz. Naturalmente que cambia sus métodos no básicamente, pero sí funcionalmente, cuando la acción psicológica en tiempos de paz debe ser adaptada a la Guerra Psicológica. La acción psicológica tiene tres objetivos fundamentales: 1) Crear imagen; 2) Sostener imagen; 3) Cambiar imagen” (“Teoría de la Persuasión”, 44). ¿Y que es una imagen sino una sombra, transfiguración de una realidad creada y proyectada arbitrariamente por el planificador de la operación, quien para satisfacer sus objetivos recurre a cualquier abyección?. Por ello la Acción Psicológica es una forma de propaganda en la cual se encubre el verdadero objetivo de su difusión, ya que de ponerse al descubierto se echaría por tierra lo que se quiere proyectar y hacer creer. En este sentido, cabe destacar, a pesar de su temporalidad( 1948), lo sostenido por Sherman Kent en su volumen “Inteligencia Estratégica”, ya citado más arriba, en relación con la “Guerra Política y Económica”, que condicionan al “blanco” a fin de someterlo a través de la Guerra Psicológica. “La guerra no siempre es convencional”- escribe Kent (páginas 33 al 35)- “En efecto, una gran parte de la guerra, de las remotas y las más próximas, ha sido realizada siempre con armas no convencionales. (…)En estas dos guerras no convencionales (políticas y económicas), se trata de hacer dos cosas: debilitar la voluntad y la capacidad de resistencia del enemigo y fortalecer la propia voluntad y capacidad para vencer, así como la de los aliados. La guerra política podría definirse como un intento de lograr esos fines con cualquier medio disponible, excepto: 1) los medios económicos (que reservo) y 2) las operaciones militares ortodoxas. La guerra económica podría describirse del mismo modo, invirtiendo los términos apropiados. En sus aspectos más corteses, ambas guerras tienen sus aplicaciones de paz; ambas se emplean como instrumentos de la gran estrategia de la paz y ambas tienen sus propias exigencias de información tanto en la guerra como en la paz”.
Luego de definir a grandes rasgos los objetivos potenciales – “blancos”- de la guerra política y económica, los instrumentos para llevarla a cabo, incluida la mentira y la “verdad deformada”, la propaganda negra y el rumor “inventado y hecho correr por medio de la palabra oral”, Kent enumera otros componentes de la Guerra Psicológica, Política y Económica como: “el soborno, el perjurio, la intimidación, la subversión, el chantaje, el sabotaje en todas sus formas, los secuestros, las trampas engañabobos, el asesinato, las emboscadas, el francotirador y el ejército clandestino.”
“Incluye”- continúa Kent- “la entrega clandestina de todas las herramientas necesarias: el personal encubierto, los aparatos de radio e imprenta” (ahora TV y computadoras insertadas en la red de Internet, N. de R.), “el veneno, los explosivos, las sustancias incendiarias y las armas portátiles y los instrumentos para los asesinos, las guerrillas y las formaciones paramilitares. Los instrumentos de la guerra económica son simples y casi puros, en comparación. En una palabra consisten en la zanahoria y el garrote. (…) Traducidos en términos más o menos técnicos, incluyen: el bloqueo, la congelación de fondos, el ‘boicot’, el embargo y la lista negra por un lado; los subsidios, los empréstitos, los tratados bilaterales, el trueque y los convenios comerciales, por otro”.
Entre las Operaciones de Acción Psicológica, cabe acotar, se hallan: las Persuasivas, donde el mensaje se difunde entre la “audiencia blanco” más culta o situada en la cúspide del poder (elites); las Sugestivas, empleadas contra las grandes masas de población, y que pivotean sobre las sensaciones y sentimientos; y las Compulsivas, donde se echa mano del terror colectivo para modelar conductas y formas de comportamiento que convengan a los intereses de los capitalistas, los uniformados terroristas de Estado y sus grupos paramilitares y parapoliciales. En cuanto a la forma propagandística mediante la cual se emiten los mensajes, se encuadran en la Propaganda Blanca aquellos que se difunden desde una fuente conocida u oficial; en la Gris, los provenientes de fuente difusa; y en la Negra, los que se emiten desde una fuente desconocida o falsa. Estas dos últimas formas propagandísticas, sobre todo la Negra, son utilizadas mayoritariamente por organismos de inteligencia.
Cultura dominante, contracultura y un epílogo
Dentro del arsenal utilizado en la Guerra Psicológica se incluye la llamada Cultura de Masas, diseñada y engendrada por un grupo de técnicos al servicio de la burguesía imperialista para contrarrestar a la Cultura Popular, o Cultura de Resistencia anticolonial y anticapitalista. La Cultura de Masas incluye la denominada “cultura del estímulo”, mediante la cual y a través de estímulos externos se condiciona a los “blancos” a que se comporten de una manera afín a los que los programadores y planificadoras de la misma desean. Aunque en una sociedad dividida en clases la cultura dominante es la cultura de la clase dominante, existen pautas culturales del oprimido y el explotado colectivo que logran conformar un cuerpo cultural empírico, con rasgos de espontaneidad, posible de ser sistematizado en el marco de una cultura de resistencia al opresor y explotador. Tradiciones populares, costumbres, mitos y otros conforman la cultura popular, forjada en el marco de la lucha de clases, la pertenencia a una nación o conglomerado geográfico/poblacional sometido, que afirma su “forma de existir en el mundo” frente al avasallamiento económico y cultural, ya sea local, regional o mundial. Esta Cultura de Resistencia cuenta con elementos esenciales que constituyen su núcleo de rebeldía, los que son resemantizados, (trastocados en cuanto a su significado liberador) por los productores de la Cultura de Masas, a fin de convertirlos en elementos de alienación. La Cultura de Masas, concebida como vacuna contra la Cultura Popular, toma elementos contestatarios de ésta para resignificarlos, tal como del veneno de la serpiente se extrae el elemento activo que, mediante un procedimiento, es convertido en antídoto contra el propio veneno. Un ejemplo, entre tantos, de esta “conversión” de lo contestatario en alienante lo constituye la resemantización del chamamé. Propia del noreste argentino, esta danza, nacida en los obrajes, estancias y otros espacios no sólo incita a la actividad a oprimidos y explotados, siempre peligrosa para el orden, incentivándolos a la vez a afirmarse sobre sus espacios- a través del zapateado- sino que en sus letras recrea mitos de rebeldía popular, personificadas en héroes y mártires sociales (tales como El Gato Moro y el Gaucho Cubillos, en Corrientes; Isidro Velásquez en el Chaco, el Gaucho Bazán Frías en Tucumán, etc.), paisanos alzados contra la injusticia y la explotación de terratenientes y jerarcas de cultivos industriales y otros emprendimientos capitalistas. En la ciudad de Buenos Aires y el conurbano, innumerables bailantas concentraban hasta no hace mucho a paisanos provincianos y de países limítrofes de todas las latitudes a través del ritmo arisco del chamamé y sus letras que testimoniaban el quehacer del oprimido, incluidas sus epopeyas levantiscas. Los técnicos de la Cultura de Masas castraron entonces al chamamé convirtiéndolo en “chamamé tropical”, que despojado de su significado rebelde se convirtió sólo en pasatiempo, derivando luego en la cultura enlatada del pobrerío que se exhibe hoy en bailes, programas radiales y televisivos.
Otra operación que ejecutan los técnicos de la Cultura de Masas es la de cambiar el significado de términos. Así como la burguesía siempre intentó apoderarse de banderas de la izquierda para neutralizar su accionar revolucionario, también se apropia de términos que hasta hace poco significaban una cosa, para resignificarlos. Uno de ellos es el “conservatismo” o “conservadurismo”, término que siempre fue identificado colectivamente con la reacción de la clase dominante a los cambios revolucionarios. Al desmoronarse la Unión Soviética y el campo socialista, la prensa burguesa y hasta ‘progre’ de todo el mundo motejó de “conservadores” a los que se negaban a liquidar al primer Estado socialista del orbe, denominando “reformistas” o “progresistas” a los que apoyaban un regreso al capitalismo más salvaje, mafioso y depredador. Lo mismo sucedió y sucede con el término “revolución”, que de ser homologado con la liquidación de todo orden injusto existente, fue convertido por la prensa mundial en sinónimo de regreso al colonialismo y capitalismo saqueador en aquellos países, como Libia, que pasaron de ser autodeterminados a neocolonias gracias a los buenos oficios de la aviación de la OTAN y los “rebeldes” – otra resignificación- a su servicio.
Sin embargo, los mitos de la cultura revolucionaria siguen manteniendo altas las banderas de la revolución socialista y el paso hacia el comunismo de innumerables compañeros. A pesar de los intentos imperiales de castrar la perspectiva de la revolución socialista, mitos sobre la heroicidad y consecuencia de anónimos y conocidos revolucionarios siguen manteniendo enhiestas las banderas rojas del internacionalismo proletario y otras banderas que, en los ámbitos de cada nación, hacen siempre vigente la lucha por la victoria de la liberación nacional y social. Las hazañas del héroe Chapaiev y la marcha ininterrumpida del Tren Blindado, en la naciente Unión Soviética, y de la Resistencia y Victoria de Stalingrado sobre las hordas nazis, durante la segunda guerra mundial; de la Larga Marcha en la Revolución China; de la lucha antijaponesa y la construcción del socialismo en Corea del Norte bajo las banderas de Chenlima (personaje mítico que corría mil ri al día) y del Juche, doctrina del desarrollo autónomo que agigantó en el pueblo coreano la voluntad por reconstruir el país devastado por las bombas yanquis durante la Guerra de Corea de 1950 a 1953; del triunfo de la revolución cubana en 1959, las victorias sobre los mercenarios en Girón, la declaración del socialismo en medio de los combates contra el mercenario invasor y sus apoyos yanquis y las hazañas del pueblo y gobierno cubano contra las agresiones y el bloqueo que duran hasta nuestros días; la moral y consecuencia revolucionaria del Che, su internacionalismo, su inquebrantable espíritu comunista; el Vietnam heroico que durante largos años resistió, combatió y venció a los franceses colonialistas, primero, y a los yanquis imperialistas, después; los innumerables héroes y mártires que en Nuestra América, incluido nuestro país, combatieron y murieron con las armas en la mano, en las salas de tortura o en las mazmorras de los represores por la construcción del socialismo en tránsito hacia el comunismo, y todas las acciones, mistificadas aunque reales, de las luchas por la liberación nacional y social en el mundo- que de ser tantas sería imposible nombrarlas aquí – se constituyen hoy, como ayer, y como siempre, en elementos esenciales de agitación, propaganda, movilización y organización de los revolucionarios contra los intentos de retrotraer las ruedas de la historia hacia la barbarie bajo el disfraz del modernismo capitalista.
Aunque pareciera que el imperialismo ha ganado la Guerra Psicológica o Propagandística a través de sus ingeniosos sistemas de falseamientos de la verdad y manipulación masiva, que condicionan a las masas no a pensar de tal o cual manera sino a no pensar nada, y a comportarse en forma reaccionaria o inocua para el sistema capitalista bajo el influjo de la virtualidad de los mensajes mediáticos, con su carga de “entertainment” y homólogos, el marxismo revolucionario está más vivo que nunca. La educación, la cultura y la recreación colectiva de los valores populares, ligadas a la difusión de la historia de las clases explotadas y los pueblos en relación con su resistencia al opresor, invasor y explotador, en el marco de las luchas actuales contra un sistema capitalista decrépito y en crisis orgánica, y por el socialismo, han de echar por tierra los intentos de manipulación masiva y sacralización de la mentira y la sumisión a los poderosos que los “especialistas” de la propaganda burguesa llevan a cabo.