Posted on: 28 junio, 2022 Posted by: MULCS Comments: 0

por Leandro Santa María

Publicado en «Darío y Maxi: 20 Junios», libro editado por Contrahegemonía y Herramienta, con la colaboración de Marabunta y MULCS»

Como parte de los testimonios de las y los protagonistas de aquella jornada del 26 de Junio, nuestro compañero Leo nos comparte cómo vivió ese 26, dónde estaba, que hacía con sus compañeres, cuáles fueron sus sensaciones en esos momentos, y sus reflexiones posteriores. Leo militaba entonces en el MTD de Varela, y actualmente integra el MULCS.

Ese 26 de junio marché al puente Pueyrredón como parte del MTD de Florencio Varela integrando la columna de la Coordinadora Aníbal Verón, a la que también pertenecían los compañeros Darío Santillán del MTD de Lanús y Maximiliano Kosteki  del MTD de Guernica.

Antes de que se concretara el criminal desenlace de aquella jornada, la visión que teníamos era la de la necesidad de expresar y demostrar en la práctica la decisión y voluntad del campo popular de no dejarnos intimidar ni persuadir ante las amenazas y operaciones del gobierno de Duhalde que pretendía aislarnos, demonizándonos y estigmatizándonos para justificar las medidas represivas y de coacción necesarias que garanticen la gobernabilidad, la reafirmación y continuidad de un modelo cuya estructura económica y política había estallado meses antes, poniendo en jaque a toda la institucionalidad burguesa que lo sostiene (partidos políticos, sindicatos, y el propio Estado).

En aquel entonces yo me dedicaba a desarrollar al interior del movimiento la estructura del frente de salud, para la formación de promotores que pudieran paliar en los barrios la ausencia de políticas públicas en atención primaria y prevención de enfermedades de la pobreza. También estábamos conformando un grupo de compañeras y compañeros para un puesto de campaña en primeros auxilios que atendía en las marchas y piquetes a aquellos compas que se accidentaban, o se descomponían, o incluso fueran herides por acciones represivas de las fuerzas de seguridad.

Es por esto quizás que mi sensación, como la de tantos, fue de mucho dolor, angustia, y de mucha bronca e impotencia por no haber podido ayudar a los compañeros. Más aun sabiendo que durante el juicio, la defensa del asesino, el comisario Franchiotti pretendió demostrar su inocencia acusándonos de ser los autores de los disparos que terminaron con la vida de Darío y de Maxi, y de esa manera abonar la hipótesis avalada por el propio gobierno de Duhalde y los medios de comunicación como Clarín de que nos habíamos matado entre nosotres.

Estaba muy presente en ese momento y ahora no tanto, que era una situación y un contexto nacional y regional donde en general se expresaba en las luchas sociales y populares la posibilidad y necesidad de impulsar profundas transformaciones políticas y sociales que cuestionaban la matriz del sistema capitalista y en particular del neoliberalismo. Un modelo que luego de ser implantado a sangre y fuego por la última dictadura y se concretara durante la década del menemismo, desindustrializando el país, primarizando la economía, privatizando las empresas y recursos estratégicos del estado nacional, que como consecuencia, generó la mayor pobreza, indigencia y desocupación de la historia argentina. Aquella etapa se caracterizó también por un Estado que había defeccionado su soberanía en detrimento del pueblo y la nación argentinas y al servicio de las empresas multinacionales que se radicaron en nuestro país.

En ese contexto, las luchas y los desafíos de los movimientos de desocupados en general y por la Coordinadora Aníbal Verón en particular que se expresaban en la consigna, Trabajo, Dignidad y Cambio Social, tenían como programa la construcción de la organización política necesaria para la transformación social y política del estado y del sistema capitalista.

Hoy a veinte años de aquella situación, vemos por un lado, como el estado ha tenido que aplicar políticas públicas- sociales, cediendo ante los reclamos y luchas populares, al mismo tiempo que se dio una política para contener, cooptar y neutralizar a gran parte de aquel movimiento popular que cuestionaba el rol de un estado que pretendiendo conciliar el antagonismo de los intereses de clase, pero que no avanzo en cambios estructurales de fondo, condujo al fortalecimiento y contragolpe del modelo neoliberal donde se profundizaron aún más las políticas económicas neoliberales con un gobierno de derecha expresado en el macrismo.

Ese intento de conciliación que condujo nuevamente a la vuelta del neoliberalismo y a la continuidad y profundización de políticas de concentración del capital, saqueo de recursos naturales, depredación de la naturaleza y el medio ambiente, y que también trajo aparejado el mayor endeudamiento ante el FMI de la historia argentina, está nuevamente vigente y se expresa claramente en la legitimación que el acuerdo firmado en el congreso pretende llevar adelante junto con la entrega de soberanía de nuestro Rio Paraná y nuestros puertos, que son las llaves estratégicas que determinan la profundización de un modelo dependiente extractivista que nos atan a las multinacionales y al imperialismo.

A veinte años del 26 de junio de 2002, la crisis política, económica e institucional de nuestro país sigue dando cuenta de la necesidad de plantear reformas estructurales y de fondo que a su vez demanden la unidad, masificación y movilización del pueblo y los trabajadores como los únicos actores capaces de llevarlas adelante, levantando las consignas de lucha por Trabajo, Dignidad y Cambio Social.

Darío y Maxi aún hoy se sostienen como dos figuras emblemáticas que dan un ejemplo incuestionable para forjar una militancia que contenga a una juventud que lucha por un mundo mejor, en sus diferentes expresiones, ya sea que pertenezcan a una juventud trabajadora, estudiantil y/o a esa juventud tan castigada de las barriadas populares. Esa juventud militante que por naturaleza etaria se rebela contra todas las injusticias, y se potencia en su resistencia con rebeldía y audacia.

Sin embargo, ante tamaña caracterización habría que redoblar la apuesta, la cual conlleva a profundizar las figuras de los compañeros, porque no solo fueron parte de esa juventud, sino que dieron un paso más, un paso cualitativo. Darío y Maxi se organizaron, fueron constructores y partícipes de espacios colectivos, supieron sostener valores que los posicionó como sujetos políticos.

Sus prácticas “transpiraban” solidaridad, convicción, audacia y compañerismo. Darío y Maxi como expresión de aquel movimiento piquetero plagado mayormente de jóvenes y mujeres, supieron retomar las banderas e ideales de los 30 mil desaparecidos.

Desde esta perspectiva, ellos están más vigentes que nunca en nuestras luchas actuales. Sin embargo, esto nos depara nuevos desafíos – históricos y coyunturales-, desafíos que nos interpelan en revisar nuestras propias prácticas políticas ante la necesidad de trascender el espacio militante para llegar a todas las pibas y pibes de los sectores populares, para llegar a todes aquelles que aún no han podido transformar la angustia y la bronca en las que más de una vez se han visto atravesados en su cotidianeidad, en una resistencia popular.” 

En los tiempos que hoy corren, se nos hace imprescindible recuperar las figuras de Darío y Maxi. Que su ejemplo de lucha, contenido en todos sus valores, sean parte y disputen también en la arena de la “batalla de ideas”, la misma que se asume como constitutiva en la lucha de clases.

Esta “batalla de ideas” que se configura como una herramienta político-cultural fundamental para enfrentar la avanzada de la derecha, que como ya es de público conocimiento, viene ganando terreno con su ideología reaccionaria y conservadora.

Las ideas que con su ejemplo aportaron Darío y Maxi tienen que llegar políticamente al pueblo trabajador, principalmente a su juventud, tienen que llegar a ese sector de nuestro pueblo, que por distintos factores sigue reproduciendo valores que defienden intereses de la clase dominante. Situación que les imposibilita de una u otra manera, analizar con total conciencia, cómo su vida cotidiana es atravesada por los distintos proyectos de país en disputa.”