Posted on: 8 octubre, 2022 Posted by: MULCS Comments: 0

06/10/2022

Este jueves 6 de octubre estuvimos en Bahía Blanca junto a nuestra Lucía Herrera, acompañándola en el juicio por la desaparición de su papá durante la dictadura genocida iniciada en 1976. Fue en el marco de una nueva audiencia en el llamado juicio de la “Región V”, que comprende los crímenes de la dictadura en el ámbito del Quinto Cuerpo del Ejército. Fue una audiencia que nos tocó muy de cerca, en nuestros corazones y en nuestra historia militante. ¡30.000 compañeres detenides desaparecides Presentes! ¡Ahora y Siempre!

Pasaron ya 46 años del inicio de la dictadura militar genocida, más de 37 años del juicio a las Juntas Militares, 16 de la anulación de las leyes de impunidad. En este marco, la enorme lucha del movimiento de derechos humanos, de las familias y de buena parte de nuestro pueblo durante tantos años ha conseguido que se lleven adelante estos juicios, tanto tiempo después del genocidio, de las desapariciones forzadas y del terror sistemático. Se trata del octavo juicio correspondiente a esta “Región V”, en la cual treinta y ocho miembros de las fuerzas represivas del Estado por imputados por primera vez, y donde también por primera vez pueden declarar en un juicio por delitos de lesa humanidad las víctimas, sobrevivientes y familiares.

Este juicio, como todos los demás aún en desarrollo, es un logro de la lucha popular contra la impunidad, y la muestra de la convicción y el empuje que cientos de sobrevivientes de los campos de concentración y de exterminio, familiares y militantes populares continuamos dando durante años contra la fragmentación infinita de los juicios, la falta de voluntad de los distintos Gobiernos para abrir los archivos de las Fuerzas Armadas y represivas para condenar al plan sistemático genocida del capital y el imperialismo. Ese plan tuvo como objetivo central instalar el terror en los sectores populares, para imponer las políticas del poder real, el imperialismo yanqui y de los “organismos internacionales de crédito”.

La lucha popular, la acción organizada del movimiento de derechos humanos durante todos estos años, ha conseguido juzgar y condenar a muchísimos responsables de la represión, a pesar que el poder real en nuestro país continúa en manos de los mismos intereses empresariales y reaccionarios, que siguen llevando adelante sus planes de explotación de nuestra clase trabajadora y de saqueo de los recursos de nuestros territorios.

En esta jornada, en la sala de audiencias del Tribunal Oral Criminal Federal de Bahía Blanca, empapelada con las fotos de las víctimas, llegó para nuestra compañera Lucía Herrera y para su mamá, María Teresa Lodieu, el esperado momento de expresar ante un Tribunal sus testimonios sobre el secuestro de Mario Waldino Herrera, esposo y compañero secuestrado y asesinado en 1976.

Después de cuarenta y seis años de esos momentos terribles, Marité, la madre de la Gringa, declara virtualmente, con sus ochenta años de vida, desde su lugar de internación, con todas las dificultades derivadas de su delicado estado de salud y de las limitaciones impuestas por la tecnología. Ella empieza lentamente, pero poco a poco va desplegando con claridad y lucidez el horror del secuestro en San Telmo en ese abril de 1976, el horror del reconocimiento del cuerpo torturado de su compañero. En el relato aparece el nombre de Albano Harguindeguy, el poderoso Ministro del Interior de la dictadura, quien autorizó el reconocimiento y la entrega del cuerpo de su esposo. Mario Herrera había conocido al genocida Harguindeguy durante el “Operativo Dorrego” en 1973, donde había intervenido como militante de Montoneros. Después de su secuestro, Mario fue trasladado al campo de concentración y exterminio “La Escuelita” de Bahía Blanca, torturado cruelmente y asesinado. Para la información de la época, Mario fue “abatido” en un “enfrentamiento”, un método de encubrimiento que practicaba la dictadura en forma sistemática.

El testimonio de Marité deja entrever el enorme sufrimiento propio, el miedo, el despojo del proyecto de vida encerrado en la pérdida de su compañero y en la necesidad del exilio, para salvar su propia vida y de su niña de tan sólo dos años. Aunque ella había declarado anteriormente (ante la CONADEP y en el Juicio a las Juntas), era la primera vez que declaraba en un juicio específico por la desaparición de su esposo. A pesar de todo, del tiempo transcurrido, de su estado de salud, la voz de Marité va tomando fuerza a medida que habla y recuerda, expresando su enorme satisfacción por haber llegado hasta este momento.

La compañera Lucía Herrera declaró en Bahía Blanca, en la sala del Tribunal, acompañada amorosamente por las compañeras de HIJOS Bahía, de Roberto Rodríguez (de la Agrupación peronista Mario Herrera), y de nuestra compañera Susana Ancarola. La Agrupación Mario Herrera recuerda al padre de Lucía, que militó en la zona norte del conurbano durante los tiempos previos a la dictadura, y sigue siendo reconocido y extrañado por sus compañeros de aquellos días.

En su declaración, Lucía, la Gringa, fue recorriendo toda su vida, mostrando como los efectos de la dictadura, del secuestro y el asesinato de su papá, marcaron su vida durante todos estos años. Ella recorrió los sucesos ya descriptos antes por su mamá, recordando el exilio en México, el regreso del “exilio” con nuevos dolores y extrañando el mundo mexicano. Hasta hoy, Lucía nos dice que vive siempre en la memoria de dos territorios, entre ese México de la infancia y el Buenos Aires de la actualidad. Ese desarraigo es también consecuencia de la acción genocida de la dictadura. Ella le cuenta al Tribunal, y también nos cuenta a todas y todos, su vida: la participación en HIJOS, donde pudo encontrarse con tantas y tantos, sabiendo que no estaba sola en su experiencia y en su dolor. A través de su propio escrito, para no olvidarse de nada de lo que quería decir, Lucía le recordó al Tribunal (y a todes) la vinculación de la búsqueda de justicia y castigo de los crímenes de la dictadura con las luchas populares históricas y actuales, recuperando los sueños de un profundo cambio social, ese cambio por el que luchaba la “generación masacrada” en los versos de una antigua y querida canción de la Guerra Civil Española: Que la tortilla se vuelva, que los pobres coman pan y los ricos mierda, mierda. Lucía terminó con la reivindicación activa de las luchas de nuestro pueblo trabajador, de les estudiantes, de los trabajadores del neumático y del pueblo mapuche, mostrando el hilo profundo que une a las luchas populares de ayer y de hoy.

En cada lucha, ellos y ellas están, en cada lucha contra las injusticias de hoy y de ayer, en todas las luchas por cada derecho que nos quieran quitar y por cada nuevo derecho que conquistamos.

¡A dónde vayan los iremos a buscar!

Reproducimos el video de esta audiencia, en la transmisión de FM La Calle (Bahía Blanca) y de La Retaguardia (Buenos Aires). Al final de la audiencia, hay una entrevista a Lucía (desde las 4 hs, 50 minutos, de la transmisión).

Recordatorio del acto en homenaje a Mario Herrera, en el barrio “El Garrote” de Tigre, en 2016

http://www.memoriapalermo.org.ar/baldosa-mario-herrera.php

Palabras leídas por Lucía Herrera ante el Tribunal

Para quienes somos víctimas directas del Terrorismo de Estado, esta instancia, estar frente a un Tribunal, dar testimonio, verles las caras a los genocidas, es un acontecimiento trascendental en nuestra vida. Es un antes y un después. Estoy segura de que, el día en el que cierre los ojos para siempre, volveré a ver esta escena, a revivirla. Sentí el efecto reparador desde el momento en que fui citada a declarar. Han pasado 46 años de estos hechos. 46 años…! es una vida, es casi medio siglo, es mucho tiempo. Pero a la vez, es como si hubiera sucedido ayer. Decirlo así parece un cliché, un lugar común, pero así se siente en el cuerpo. Es como si el tiempo se hubiera detenido aquel 19 de abril de 1976. Y ahora, el reloj vuelve a andar. El tiempo vuelve a transcurrir.

Es porque estar, hoy, aquí, es algo que hemos deseado, y sobre todo algo por lo que hemos luchado muchos años. No unos pocos y pocas, por supuesto, es la lucha de todo un pueblo. Aún sabiendo que esta “Justicia” no alcanza. No sólo porque ninguna condena nos devuelve a nuestros seres querides, no solo porque esta justicia tiene sus limitaciones: muchos responsables ni siquiera han sido identificados, muchos han fallecido, otros se han fugado. Sino también porque, como hemos dicho muchas veces, la verdadera justicia para la historia de este pueblo se realizará el día en que los proyectos de cambio social profundo por los que luchaba esa generación que fue masacrada, se hagan realidad.

Sin embargo, estar hoy aquí, nos devuelve algo de paz al corazón. Sentimos que cumplimos con nuestra palabra, con nuestro compromiso en la lucha por la memoria, la verdad y la justicia. Personalmente, me permite decirle a mis abuelos, donde quiera que estén, que al fin pueden descansar en paz. Ellos murieron con el dolor intacto, sin siquiera imaginar que esto podía ser posible. Quisiera, con estas palabras, abrazar especialmente a mi abuela Elba, y quisiera creer, como ella creía, que en algún cielo se reencontraron con mi padre y estarán celebrando este gran paso que significa esta audiencia para nuestra familia.

Y esta audiencia no hubiera sido posible sin el trabajo arduo de la Fiscalía y de las querellas. Un trabajo titánico, que apenas puedo imaginar. Eso merece un reconocimiento y es necesario decirlo. Hay un compromiso humano, un compromiso histórico, que excede al rol estrictamente funcional. Y que agradezco con todo mi ser. Gracias, gracias a todes y a cada une de quienes, desde su función institucional, hacen realidad que estemos hoy aquí en las mejores condiciones posibles.

Sin duda esa labor sería mucho menos ardua, si desde otros poderes estatales se hubiera habilitado la apertura de los archivos de la Dictadura. Sabemos que existen, que hay mucha información que se mantiene en secreto. No solo qué pasó con cada desaparecide. Lo cual es vital, porque son solo (y aproximadamente) un tercio de los casos de los cuales se tiene información, los que fueron reconstruidos por la CONADEP gracias a las denuncias y testimonios. Por eso reafirmamos que SON TREINTA MIL. Y que queremos saber dónde están. Pero tampoco sabemos cuál fue el destino de las víctimas vivas, nuestres hermanes apropiades. Pensar en cuántas abuelas murieron sin llegar a recuperar a sus nietes, estando esa información disponible, nos llena de indignación. Esa es una injusticia IRREPARABLE.

Por eso, así como exigimos Juicio y Castigo a los responsables de esta masacre, exigimos también la apertura de los archivos. Decirlo así parece en vano, pero décadas atrás también parecía una necedad reclamar Juicio y Castigo. Sin embargo mucho de eso lo estamos logrando. Con los tiempos biológicos en contra y con todas las contradicciones que implica tener expectativas en un orden jurídico que obedece a un sistema político que está muy lejos de lo que muches anhelamos. Y vuelvo entonces a decir, que estamos hoy aquí gracias a la lucha popular. Que no fue el regalo de ningún gobierno, en todo caso, fue una concesión. Hoy y siempre, son los pueblos los que hacen la historia, y no los gobiernos. La Historia, esa con mayúsculas, sigue estando en nuestras manos.

Claro que en esa Historia hay protagonistas, y entonces es justo y necesario mencionar a nuestras Madres de Plaza de Mayo, que en su rondar y rondar marcaron un surco, donde sembraron Memoria y Lucha, y que son un ejemplo universal de valentía y dignidad. Un surco que marcó un camino que hoy es nuestro, de todo el pueblo argentino. Una conquista que ha costado mucho, muchos años, muchas vidas. Y que refleja además la historia previa, porque nada de esto es casualidad, porque como las mismas Madres han dicho, en esa lucha ellas fueron paridas por sus hijes. Esa generación que fue masacrada, esa generación por la que estamos buscando justicia, hoy, aquí, era también parte de todo un pueblo dispuesto a dar vuelta la tortilla de una vez. Una voluntad representada en distintas ideologías y metodologías. Pero todas conscientes de que era necesaria una transformación social profunda y verdadera. Que lograra, como dice la canción, “que los pobres coman pan, y los ricos mierda mierda”. Y esa realidad sigue siendo necesaria.

Recientemente, por mencionar un evento ejemplar, la victoria de los obreros del SUTNA sobre sus patronales demuestra este poder: es posible, requiere mucha organización y lucha, pero se logra. Esa semilla está en la lucha de les estudiantes y docentes en la Ciudad de Buenos Aires, en la del pueblo mapuche que resiste en el Sur y en cada piquete de los movimientos sociales en toda nuestra geografía.

El daño que produjo la Dictadura atraviesa y se refleja en varias generaciones. Convivir con la impunidad tuvo y tiene un costo personal y colectivo altísimo. Pero no me presentaría hoy aquí, ni diría estas palabras, sino creyera que podemos hacer realidad los deseos de esa generación cuya masacre se investiga en estas audiencias. No podría sostener mi vida, si no creyera en eso. Me aferro, nos aferramos a sus sueños, porque son los nuestros también.