Cada nuevo aniversario del 8 de octubre de 1967, de la caída en combate de Ernesto “Che” Guevara, reabre el debate sobre los significados políticos, históricos, de este militante y dirigente revolucionario. Por cierto, las miradas sobre el Che, que en buena parte son también las miradas hacia las generaciones revolucionarias de los años 60 y 70 del siglo XX en Nuestra América y en todo el mundo, están marcadas por las visiones sobre la realidad actual. Siempre que miramos el pasado lo relacionamos con la actualidad, porque es una aspiración humana que el pasado nos brinde pistas sobre lo que nos ocurre y nos dé herramientas para pensar el futuro.
Entre las múltiples facetas del Che Guevara que podemos destacar (su crítica al mecanicismo y al determinismo que predominaban en el marxismo oficial de su época, su valor como comandante revolucionario en la Revolución Cubana, sus capacidades como polemista y como economista), elegimos hoy resaltar las potencialidades de Guevara como puerta de entrada para el descubrimiento de las generaciones posteriores de la realidad social y política de nuestro continente, de Nuestra América.
Para nosotros el Che no fue un héroe mítico, inalcanzable en su saber y en su heroísmo, sino un hombre completo en el tiempo histórico en el que le tocó vivir, seguramente uno de los más completos, de los más plenos, que haya vivido en mucho tiempo en nuestras tierras. La figura de Ernesto Guevara se entiende mejor en su contexto histórico y familiar: desde el movimiento de solidaridad con la República en la Guerra civil de España, el movimiento antifascista en nuestro país, el descubrimiento viviente de nuestra América Latina en sus viajes, el golpe de Estado en Guatemala contra Jacobo Arbenz en 1954, el encuentro con Fidel Castro y los revolucionarios cubanos en México, en general cada uno de los momentos relevantes de su vida, son una parte inescindible de la formación política y humana del Che. Sin dudas, el Che le agregó su pasión personalísima, su capacidad de estudio y de conocimiento de la economía, del socialismo, y de las coyunturas políticas que le tocó atravesar.
Hoy vivimos en los tiempos de la construcción de las luchas latinoamericanas, hermanadas en el antiimperialismo y la proyección socialista de la ALBA (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América), que no por casualidad surge de la confluencia entre Cuba y Venezuela en 2004, como anticipo de la derrota del proyecto imperialista del ALCA en 2005. En más de un sentido, la ALBA es la continuación, en condiciones históricas muy distintas, de las propuestas de unidad antiimperialista y revolucionaria que en la década de 1960 levantó la Revolución Cubana en el mundo, en particular hacia los países oprimidos de América Latina, África y Asia. Ese papel de solidaridad activa de Cuba abarca distintos momentos y políticas concretas, e incluye el papel en las luchas por la liberación de Angola y Mozambique y contra el apartheid sudafricano en la década de 1970, y también el rol de los miles de médicos cubanos que trabajan en la salud de los pueblos latinoamericanos actualmente.
Uno de los intentos de unidad antiimperialista más importantes de esa época fue la Conferencia Tricontinental que se realizó en La Habana en enero de 1966, con la participación de dirigentes de organizaciones antiimperialistas de esos tres continentes. Ese encuentro formó la Organización de Solidaridad con los Pueblos de Asia, África y América Latina (OSPAAAL). Posteriormente, en agosto de 1967, se creó la Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS),
Para la Conferencia Tricontinental, escribió Guevara el texto conocido como “Mensaje a la Tricontinental”, publicado en abril de 1967 con el título “Crear, dos, tres, muchos Vietnam”. En ese artículo, el Che resume la situación política existente en los distintos países que estaban en plena lucha por su independencia, y destaca el ejemplo de la lucha de Vietnam como lucha de todo el pueblo, como “Guerra de todo el pueblo”, que es la concepción político-militar de defensa de la Revolución Cubana hasta el día de hoy.
Uno de los problemas históricos del proceso cubano fue el aislamiento continental a nivel de los distintos Gobiernos de América Latina y el Caribe. A partir del bloque comercial y diplomático que impuso Estados Unidos a través de la OEA, Cuba fue aislada en ese nivel durante los años 60. En ese marco, se desarrolló una política internacionalista, que al mismo tiempo intentó ser activamente solidaria con los pueblos en lucha contra el imperialismo, y generar niveles de apoyo, que excedieran el apoyo de la Unión Soviética y los países de Europa del Este.
Varias décadas después, el desarrollo del proceso de lucha en Venezuela, el surgimiento de un líder de masas como Hugo Chávez (que al mismo tiempo fue capaz de aprender de los enormes aciertos y de las dificultades de la Revolución Cubana) contribuyó a revertir el aislamiento cubano. La creación de la ALBA, que hoy integran los Gobiernos que dirigen procesos de cambio social en América como Venezuela, Bolivia y Ecuador, la formación de entidades supranacionales como la UNASUR y la CELAC, que son organismos internacionales donde no participa directamente EEUU, configuran un escenario internacional radicalmente distinto al existente en la década de 1960, en pleno auge de la “Guerra Fría” y del férreo control norteamericano sobre las distintas experiencias políticas que se desarrollaron en nuestro continente.
En este nuevo contexto, podemos pensar al Che como un referente político que intentó, con todas sus fuerzas, actuar como promotor activo de las luchas contra el imperialismo, y que permitió pensar que la unidad de los pueblos de América Latina y el Caribe debía enmarcarse en un proceso de liberación nacional y social. También podríamos pensar que es Cuba, a través de la figura de Fidel, quien tiende una línea de continuidad histórica entre el comandante Guevara, y la figura de Hugo Chávez, cuando se retoma hoy, con nuevos contenidos y diferencias de época histórica, la concepción del socialismo de cara a las mayorías populares.
Otro aspecto central de las contribuciones de Ernesto Guevara al desarrollo del marxismo como praxis histórica fue la forma en que desarrolla el aspecto subjetivo de los revolucionarios y de las masas. De alguna forma, la mirada puesta exclusivamente en las “condiciones objetivas” del desarrollo socio-económico fue cuestionada por el Che, que revalorizó, en sus escritos y en sus acciones, el valor de la voluntad de cambio de los revolucionarios y de los movimientos populares en lucha como centrales en la construcción de una estrategia revolucionaria, a través del concepto del “hombre nuevo”. En este breve escrito no podemos desarrollar con más detalle las implicancias de este tema. Como un valioso ejemplo en este sentido, publicamos el artículo conocido como “El socialismo y el hombre en Cuba”, que fue publicado originalmente por el periódico uruguayo “Marcha” en 1965.
En nuestros tiempos, aprendiendo de los aciertos y de las dificultades de los procesos de liberación nacional y social de los pueblos del mundo, en particular en nuestro continente, es una tarea central unir las luchas obreras y populares con los procesos de liberación nacional y continental, porque el desarrollo más pleno de la unidad latinoamericana se dará en el desarrollo del socialismo, que no es posible sin la activa participación y protagonismos de las masas populares de Nuestra América.
Para cumplir con la frase de Martí, que encierra una profecía de futuro para nuestros pueblos: “Es la hora de los hornos y no se ha de ver más que la luz”.