por Guillermo Cieza –
30/4/2021 –
Una enfermera del Hospital Fernández, que fue entrevistada el 29 de abril, pronunció la frase más temida: «Tuvimos que elegir a qué paciente le dábamos el respirador». El caso ocurrido en este hospital de CABA es probable que no sea el primero, ni el único, pero sin duda tiene el valor de que una trabajadora de salud haya expuesto una situación que se venía mencionando desde distintos medios oficialistas u opositores apelando a eufemismos.
Cruzado ese límite, seguramente en los próximos días aparecerán nuevos casos. Alguien se acordará de un paciente infartado que se murió siendo atendido en una silla, porque no había cama disponible. O de un caso que falleció porque la ambulancia no llegó a tiempo debido a que estaba ocupada en una derivación de larga distancia. O el que se murió en su casa porque le dijeron que el hospital o la clínica privada estaba atendiendo casos más graves o urgentes.
Creo que el tiempo de esconder la mugre bajo de la alfombra se acabó. El sistema sanitario empezó a colapsar y lo seguirá haciendo en los próximos días. La frase consoladora de que «la situación es grave, pero al menos en la Argentina podemos atender a todos», ha sido abatida por los hechos y es inevitable hacer un balance. Los números duros son elocuentes: Argentina ocupa en el mundo el 28 lugar por población y esta 11 en la lista de contagios. Hubo algo que se hizo mal y hay responsabilidades.
La derecha ha actuado durante toda la crisis epidemiológica con una actitud criminal y es de esperar que nuestro pueblo tome nota del costo humano de esas decisiones. Ojalá ocurra lo que sucede en Venezuela donde el pueblo sufriendo estrecheces y con muchas críticas al gobierno bolivariano, ha ido cerrando una decisión consciente: no aportar al regreso de la derecha al gobierno. No canalizar el malestar político con el gobierno, votando a la derecha o concurriendo a sus actos partidarios.
Pero las responsabilidades sobre lo ocurrido no son exclusivas sobre la derecha. A modo de ejemplo, muchos de los muertos que hoy se están velando son el resultado de las decisiones políticas tomadas por el gobierno nacional en vísperas de Semana Santa. En ese momento el gobierno tenía la información precisa que se acercaba una segunda ola que ya había estallado en todos los países vecinos. Hubo discusiones internas sobre las medidas a abordar. En esos debates la propuesta de anticiparse con fuertes medidas restrictivas como propusieron el ministro bonaerense Daniel Gollan, y distintas asociaciones de profesionales de la salud, quedó en soledad. Lo que publicaron los medios en los días subsiguientes no fue que triunfó Horacio Rodríguez Larreta o Patricia Bullrich, sino que Matías Lammens, el Ministro de Turismo, había ganado la pulseada. En las semanas siguientes la Ministra de Salud Carla Vizzotti y el Ministro de Educación Nicolás Trotta argumentaron a favor de mantener la presencialidad educativa. Cuando la abrupta suba de casos y el crecimiento de los fallecidos convirtió en indiscutible el hecho que habíamos ingresado en una segunda ola, el presidente Alberto Fernández, se hizo cargo de decisiones que debía haber tomado antes. Sin duda el presidente es un político hábil y sabe interpretar los humores sociales, pero como estadista para afrontar la crisis, no da la talla.
Como ya se ha dicho y escrito, los muertos diarios equivalen a la caída de un avión de gran porte con el pasaje completo. Y cuando se caen los aviones u ocurren tragedias como esas, suele suceder que los familiares empiezan a organizarse para exigir justicia. ¿Sucederá esto en la Argentina?
Si esto llegara a suceder, los familiares no dudarán en eximir a las y los trabajadores de salud de toda responsabilidad. Por el contrario, en condición de precarizados, con sueldos miserables, corriendo de un trabajo a otro, arriesgando el cuerpo y la salud mental, son ellos lxs únicxs responsables de que la tragedia no sea aún mayor.
Si llegara a suceder, los familiares seguramente recopilarán todas las declaraciones de políticos y periodistas de la derecha. Desde el negacionismo sobre el virus, las campañas antivacunas y la oposición sistemática a toda iniciativa de prevención socia, hasta el martilleo permanente con la consigna de que la economía es más importante que la vida. De la misma manera que alguna vez se pudo identificar a los voceros mediáticos y publicistas de la dictadura, seguramente los familiares podrán identificar a estos voceros y publicistas de la muerte por coronavirus.
Si llegara a suceder, seguramente los familiares no van a reprocharle al gobierno por temas fuera de su alcance, como la escasez mundial de vacunas, la perversidad de las farmacéuticas o la actitud egoísta de los países ricos de acumularlas. Pero no van a conformarse con la explicación de que «fuimos más cuidadosos, más sensibles que la derecha». No es difícil ser mejor que esta derecha. El gobierno tuvo y tiene otras responsabilidades. Sus incoherencias, también han costado vidas.
La insistencia del presidente en sacarse fotos con Larreta ayudará a que el pueblo los asocie, cuando haya que identificar responsables del desmanejo en esta tragedia. ¿Qué será mejor hacer?: ¿Avisarle al presidente, o acompañar a los familiares en su reclamo de Justicia?