7/septiembre/2023
La crisis social y económica se viene agravando en los últimos meses, con una inflación cada vez mayor que ataca los ingresos populares. En el mediano plazo, esta crisis se profundizó después del acuerdo de “renegociación” de la deuda ilegítima con el FMI en marzo de 2022, que convalidó la deuda contraída por el gobierno de Macri en 2018, y provocó más inflación y pobreza. En una mirada de más largo plazo, nuestro país atraviesa una crisis de “restricción de divisas” desde 2011 (es decir, que no hay dólares suficientes para el pago de deudas públicas y privadas, y la compra de bienes y servicios importados), que se combina con la decisión política de no controlar la “fuga de capitales” que realizan las grandes empresas multinacionales y locales, junto a un puñado de grandes millonarios.
Las dos principales coaliciones políticas conformadas después de la rebelión popular de 2001 perdieron apoyo y muchos votos en las PASO nacionales del pasado 13 de agosto. El peronismo, con el Ministro Massa como candidato, tuvo el peor resultado de su historia en una elección presidencial: 27,5% (incluyendo los votos más críticos que expresó el 5,80% de Grabois). Comparado con las PASO presidenciales de 2019, el ex Frente de Todos perdió 5.500.000 votos. Con más del 100% de inflación, la pobreza superando el 40%, una “recuperación” del empleo que significó trabajos precarios y con salarios promedio inferiores a la “canasta de pobreza”, el resultado del peronismo se veía venir, después de una nueva experiencia de conciliar con los poderosos…con pésimas consecuencias para el pueblo trabajador.
Por su parte, Juntos por el Cambio, que ya se veía nuevamente al frente del próximo gobierno, perdió 1.500.000 votos, en medio de la disputa interna entre Patricia Bullrich y Rodríguez Larreta (supuestos “halcones” y “palomas” …siempre contra las mayorías populares). El doble juego de Macri (que dirige esta coalición y al mismo tiempo promueve a la otra fuerza opositora derechista) contribuyó a deteriorar la fuerza de “Juntos”, y además está claro que sectores importantes de nuestro pueblo lo asocian con razón al deterioro sufrido durante su gobierno entre 2015 y 2019.
El principal problema es que el descontento popular fue capitalizado por la propuesta de la ultraderecha de Milei, un candidato que se proclama falsamente como afuera de la “casta” política y plantea con claridad supuestas “soluciones” a los problemas económicos permanentes (como la dolarización). Milei, con escasa estructura política, llegó al 29,80%, con 7.100.000 votos (una cantidad similar a la pérdida de las dos principales coaliciones) y ganó en la mayor parte de las provincias de nuestro país. Su figura y sus ideas reaccionarias entraron en los sectores más castigados de nuestro pueblo, en especial en los jóvenes de los barrios populares. En realidad, Milei no está afuera de ninguna “casta”, tiene lazos evidentes con grandes grupos empresarios como la Corporación América, y en su armado político contó con buena parte de las estructuras tradicionales de la derecha y con los que reivindican a la dictadura genocida de 1976 (como su candidata a vicepresidenta, Victoria Villarruel).
En este marco, el resultado fue al mismo tiempo sorpresivo (por el avance de Milei) y entendible (por el rechazo a las fuerzas que protagonizaron los últimos dos gobiernos de ajuste fondomonetarista). El predominio de la ultraderecha de “La Libertad Avanza” es un gravísimo problema para nuestro país y para nuestro pueblo, reflejando que una parte importante de nuestra sociedad elige una propuesta de salida profundamente individualista, contraria a la construcción colectiva, con discursos y contenidos contrarios a los derechos sociales más básicos. La responsabilidad del peronismo y de la coalición derechista tradicional está muy clara: Macri firmó el acuerdo con el FMI que incrementó la pobreza y la dependencia estructural, y el gobierno del ex Frente de Todos convalidó ese acuerdo llevándonos a mayor precarización, pobreza e inflación.
A las propuestas reaccionarias de Milei y Bullrich, al ajuste como única salida de Massa, hay que oponerle el programa necesario para las mayorías populares: suspensión del pago y anulación del acuerdo con el FMI como primer paso contra la deuda; control de precios y recomposición inmediata de salarios y jubilaciones, por la indexación automática de salarios contra la inflación; por salud y educación públicas de calidad para todes; por el control del comercio exterior, de los puertos y vías navegables, de la banca y , para evitar la fuga de capitales y de nuestras riquezas que nos saquean; contra el modelo extractivista que genera más miseria y dependencia; por el respeto a los derechos de nuestros pueblos originarios; por derechos sociales para todes, y por la recuperación de la producción industrial al servicio de los intereses de las mayorías y no por la ganancia de unos pocos. Con estos puntos, marcando con claridad quiénes nos oprimen y explotan, hay que impulsar desde el amplio movimiento obrero y popular de nuestro país la alternativa política que hace falta.
Causas profundas de la tormenta derechista
Para recuperar la iniciativa, y la enorme tradición de lucha obrera y popular de nuestro país, es preciso comprender, con la mayor claridad que sea posible, cuáles son los elementos objetivos y subjetivos que nos llevaron a esta situación, que afecta a todo el país, y golpea especialmente a nuestro pueblo trabajador.
Como decíamos, llevamos más de diez años de crisis económica permanente para la clase trabajadora y los sectores populares (a partir del regreso de la “restricción externa” desde 2011). El desempleo actual es relativamente bajo (cerca del 7%), pero la mayor parte de les trabajadores tienen sueldos muy inferiores a la “canasta de la pobreza” y pésimas condiciones laborales. La mayor parte de los nuevos “empleos” son precarios (crece el “monotributismo”). En la actualidad, la mayor parte de las compañeras y compañeros organizades en movimientos territoriales tienen trabajos precarios y changas varias, que suman a la miserable suma del Potencia Trabajo (con bono incluido, no llega a los 70.000 pesos), para la supervivencia inmediata. Estamos frente a un avance constante de la precarización del trabajo y de la vida cotidiana, con consecuencias catastróficas para las condiciones materiales y para el corazón de las mayorías populares.
A este agravamiento de las condiciones de vida populares, hay que sumarle el continuo empobrecimiento educativo y sanitario (en especial en la post pandemia), el deterioro cultural y político. Para el surgimiento de figuras derechistas como Bolsonaro, Trump o Milei entre las amplias masas, este empobrecimiento es un punto de partida imprescindible, la condición de posibilidad para el surgimiento de una ultraderecha que propone soluciones simples (pero profundamente falsas) para los sectores populares descontentos.
En los últimos treinta años, desde la transformación antipopular de la etapa menemista, se ha profundizado la fragmentación social de nuestras clase trabajadora. Se trata de un fenómeno internacional, vinculado al dominio del capital financiero desde los años 70 del siglo pasado y a la mayor dominación yanqui desde los 90. En nuestro país, convivimos dentro de la clase trabajadora sectores con convenios colectivos (con salarios muy diferenciados), con derechos laborales, obra social, vacaciones, aguinaldo; trabajadoras y trabajadores precarizades que muchas veces somos parte de los movimientos territoriales, y sectores sin ninguna estabilidad laboral ni salarial (con muy diversos niveles de ingresos), que sólo ven a la acción estatal como negativa para sus condiciones materiales concretas.
En base a estas condiciones estructurales, el poder real que domina en nuestro país (las grandes empresas multinacionales y locales, los bancos y el imperialismo) va recalculando sus planes de dominación. Tienen dos objetivos centrales: avanzar en el modelo extractivista, en las ganancias del agronegocio y de la bicicleta financiera, y derrotar al movimiento obrero y popular de nuestro país.
En la coyuntura actual, desde el poder ven que las tres fuerzas políticas que pueden gobernar en el próximo período serán “propias” o muy amigables para sus intereses. Las legítimas aspiraciones de cambio para las mayorías populares se canalizaron por la opción más regresiva para nuestro pueblo y nuestro país, que traerá más represión, pobreza, dependencia y dominación de los de arriba. Pero nuestros enemigos también saben que las elecciones son muy importantes tanto para la distribución de parte del poder político como para medir (en forma distorsionada) la relación de fuerzas en la sociedad. Pero también saben (y sabemos) que no resuelven todas las disputas entre las clases sociales.
Se abre una etapa de intenso debate político, y la disputa central estará por supuesto en las calles y en la organización de la resistencia popular.
Consecuencias de la situación abierta
Un análisis de los datos de las PASO muestra una elección dividida en tercios: 29,80% para la ultraderecha de Milei, 28 % para la suma de candidatos de Juntos, y 27,3% para el frente encabezado por el peronismo. Por fuera de las tres fuerzas principales, dos candidates superaron las PASO: Schiaretti en representación del “peronismo cordobesista”, y Myriam Bregman del FIT Unidad, que será la representante de la izquierda en las elecciones generales.
Hay elementos contradictorios de esta “foto electoral”. Todo indica que el gran capital utilizó la figura mediática de Milei para imponer una agenda antipopular en la discusión económica, social y política, pero que no era su principal “alternativa de gobierno”. Sin embargo, el poder real no le hará asco a ninguna posibilidad de desarrollar sus “objetivos estratégicos” de mayor dominación.
Los candidatos más amigables para la “transición ordenada” desde el poder parecían ser Horacio Rodríguez Larreta y el propio Sergio Massa, en línea con el planteo público del embajador yanqui Marc Stanley. Pero la coalición “Juntos” viene disminuyendo su peso electoral desde 2019, y el peronismo está en su nivel más bajo de representación popular en décadas (Massa obtuvo el 14% de los votos considerando el padrón total). “Juntos” aspira a mostrarse como la carta más confiable para el poder, y con mayor seriedad ante las mayorías populares. Pero no es demasiado seguro que consigan ambas adhesiones.
Es la primera vez en la historia que el peronismo no está entre las dos fuerzas más votadas de una elección presidencial (sin contar la proscripción después de la Revolución Fusiladora). Sólo ganó en la provincia de Buenos Aires (y solamente tuvo resultados favorables en el conurbano, perdiendo en el resto de los municipios), Santiago del Estero, Catamarca, Chaco y Formosa. Por primera vez, pierde una elección presidencial en Tucumán y tuvo un resultado desastroso en la tercera provincia del país, Santa Fe, conmovida por el avance del narcotráfico y por las consecuencias sociales del agronegocio.
Inmediatamente de las elecciones, el gobierno ahora encabezado por Massa (con un presidente absolutamente desdibujado, y la principal figura del peronismo Cristina Fernández de Kirchner en completo silencio) devaluó el peso en un 22%, con un aumento inmediato de los alimentos básicos (encabezado por la carne, los huevos, los lácteos), y todos los pronósticos dicen que la inflación de agosto y septiembre superará por mucho el 10% mensual. Dos semanas después de este ataque a los ingresos populares, el ministro y candidato lanzó un paquete de medidas compensatorias y “paliativas”, que no llega a cubrir la pérdida en el ingreso real de los distintos sectores populares. Ni siquiera están logrando que la suma de 60.000 pesos por única vez (a cuenta de futuras paritarias) sea pagada por todas las empresas y sectores estatales.
En esta situación desesperante, la recuperación electoral de Massa es muy difícil, y sólo es posible por el justificado temor de importantes sectores de nuestra sociedad a un gobierno ultraderechista que termine con derechos sociales y económicos conseguidos con la lucha del movimiento obrero, popular, de derechos humanos, de mujeres y diversidades.
La izquierda, el voto en blanco y el descontento popular
En este contexto, el FIT Unidad obtuvo el 2,65% en las PASO. Comparado con todas las PASO presidenciales, el porcentaje siempre estuvo entre el 2 y el 3%. Pero esta votación “normal” del FIT-U (comparable con las principales fuerzas electorales de la izquierda desde 1983) no debe eludir analizar un poco más profundamente por qué el descontento social no se expresa principalmente por izquierda.
Es evidente que la izquierda en general no es vista como una alternativa de gobierno, y aún menos como una fuerza que dispute el poder. En estas elecciones, el mejor resultado para el FIT-U estuvo en Jujuy, un territorio atravesado por la importante lucha popular contra la Constitución de Gerardo Morales. En Jujuy el FIT Unidad obtuvo el 6% para la candidatura presidencial, y el 10% para Vilca como candidato al senado ganando en esa categoría en Humahuaca. Pero en esa provincia el descontento contra Morales también se volcó mayoritariamente a favor de Milei.
Desde nuestro punto de vista (compartido con otras organizaciones compañeras https://mulcs.com.ar/2023/08/31/frente-a-la-interna-del-fit-u-unidad-de-las-izquierdas-en-las-calles-y-en-la-disputa-electoral/), la disputa interna en el FIT-U entre el PTS (con les candidates más reconocides de la izquierda) y el PO (con mayor construcción en el movimiento obrero y popular) fue un error importante que no dimensionaba ni los efectos de la crisis económica y social ni la crisis de representación política que se abría. En vez de dedicarse a esa disputa interna, desde el FIT se debería haber convocado a un amplio polo de izquierda que reuniera a distintas tradiciones de izquierda y populares con ejes claros.
Ese frente tendría que sostener como eje central la anulación del acuerdo con el FMI, que convalidó al Fondo (y por su intermedio, al imperialismo yanqui) como cogobierno en nuestro país. Las grandes movilizaciones contra el acuerdo entre diciembre de 2021 y marzo de 2022, impulsadas por las corrientes del FIT-U, la Autoconvocatoria por la Suspensión del Pago y la Investigación de la Deuda y otras organizaciones populares, eran una importante base para esa construcción de masas. Nadie puede medir exactamente cuáles hubieran sido los resultados electorales de esa propuesta, pero estamos segures que las señales hacia el movimiento popular hubieran sido muy distintas, ganando mayor reconocimiento popular para una izquierda que se proponga como alternativa de lucha contra el poder real del Fondo, el imperialismo y las grandes empresas que sostienen este modelo extractivista y hambreador.
Pero más allá de estas opiniones, sostenemos que, en las actuales circunstancias, sostener el voto al FIT-U debe ayudar a sostener un espacio de resistencia frente a los ataques que vienen para el movimiento popular en lucha.
En otros momentos de nuestra historia, el repudio popular “por izquierda” se expresó también en el voto en blanco o impugnado, como forma de castigo al sistema político dominante. Pero en este contexto, más allá de las intenciones de organizaciones de la izquierda argentina, el voto en blanco y la abstención están más emparentados con el voto a Milei como falsa alternativa de un “cambio profundo”. El ausentismo creció un 5% en relación a las anteriores PASO presidenciales, y el voto nulo o en blanco fue un poco superior al promedio general
Las tareas actuales del movimiento popular
En la disputa electoral, desde el MULCS consideramos que votar al FIT Unidad es la opción más correcta para expresar que hay otra salida a la crisis existente, y que, más allá de nuestras diferencias, esa salida debe tener una expresión popular y por izquierda. En ese sentido, ya nos pronunciamos junto a otras organizaciones populares (https://mulcs.com.ar/2023/08/23/despues-de-las-paso-fortalecer-a-la-izquierda-y-ampliar-las-resistencias/). Junto a las organizaciones del FIT hemos luchado, y seguiremos luchando, en numerosas instancias de lucha social y política: en el movimiento piquetero, en la lucha de las y los trabajadores, en el movimiento de derechos humanos, en las luchas del movimiento de mujeres y diversidades por sostener los derechos conquistados, y en distintas construcciones de frente único como en la lucha contra el acuerdo con el Fondo Monetario.
Pero junto a esa forma de intervención, que debatiremos fraternalmente en todos nuestros barrios y en todos los espacios donde intervenimos y participamos, se precisa marcar con claridad el enorme peligro que representa el programa y los métodos de la ultraderecha que expresa Milei, especialmente para los sectores más castigados de nuestro pueblo trabajador. Dialogar en forma clara con nuestro pueblo es una tarea fundamental en estos días. Es necesaria la conversación colectiva sobre cómo llegamos a qué el próximo gobierno saldrá de tres opciones antipopulares, que de diversas formas aplicarán ajustes contra el pueblo. Hay que ganar el debate sobre que la salida popular nunca puede ser “Pegar con la derecha” ni que hay salvación individual en el capitalismo extremo que nos prometen como salida. El “sálvese quien puede” siempre nos lleva al desastre colectivo.
Nuestra principal acción debe ser promover desde ahora la organización de la resistencia popular. No empezamos de cero: hay importantes luchas que sirven como ejemplo. Durante este año crecieron los reclamos y movilizaciones parciales de sectores estatales y docentes (aisladas por la acción desmovilizadora de las conducciones sindicales), con importantes jornadas de lucha convocadas por la Multicolor Docente y las secciones de ATE Sur y Brown-Perón. El SUTNA consiguió mantener su salario presionando con repetir la enorme lucha del año pasado. A pesar de las presiones y de la estigmatización constante de los medios de desinformación masivos, la Unidad Piquetera continúa siendo el espacio principal de lucha de los movimientos territoriales que organizamos a los sectores más empobrecidos de nuestro pueblo. El movimiento feminista, los sectores de la ciencia y la universidad, también comienzan a dar respuestas colectivas y a organizarse por sus derechos y en contra de la avanzada reaccionaria de la ultraderecha. Frente a la reivindicación de la dictadura encabezada por Victoria Villarruel, el movimiento de derechos humanos, con el EMVJ al frente, volvió a mostrar que no dejaremos que pasen. Cuando reivindican a los genocidas de la dictadura nos están avisando que aplicarán métodos similares si no nos organizamos.
Hay que construir amplias movilizaciones contra el ajuste y la devaluación, y contra las propuestas regresivas de las dos derechas opositoras (tanto de Milei como de Bullrich), que se proponen atacar las conquistas económicas, sociales y democráticas conseguidas en la lucha por nuestro movimiento popular. Sus objetivos están claros: quieren destruir todas las conquistas democráticas y sociales logradas por nuestra clase trabajadora y nuestro pueblo en décadas de lucha, y llevarnos a las condiciones de vida de los países hermanos de nuestro continente. Quieren privarnos completamente de salud, educación, jubilaciones, como ya ocurre con los pueblos de Paraguay, Perú y Chile. Quieren bajar los salarios a niveles bajísimos, para poder competir con las “tasas de rentabilidad” de los países más explotados del mundo. Como parte de nuestro pueblo trabajador decimos: no lo vamos a permitir.
La capacidad de reorganizar la resistencia popular en un polo firme, unitario y masivo desde ahora es fundamental en los tiempos difíciles que vienen. El papel de las organizaciones territoriales de la Unidad Piquetera, de las organizaciones sindicales democráticas y populares, del movimiento feminista, del movimiento de derechos humanos, del conjunto de la izquierda y el movimiento popular, será puesta a prueba en los próximos meses.
Más allá de quien gane las próximas elecciones, crecerá el accionar represivo sobre las protestas y luchas populares. En ese marco, serán más importantes que nunca la masividad y organización de nuestra respuesta. El asesinato del compañero Facundo Molares, pocos días antes de las PASO, en medio de una protesta pacífica en el Obelisco, es una señal muy grave de ataque en ese sentido. Desde esa perspectiva, también participaremos del próximo Encuentro Nacional Antirrepresivo por los Derechos Humanos que se realizará este 30 de septiembre, organizado por el EMVJ (Encuentro Memoria, Verdad y Justicia).
Ante las grandes dificultades actuales y futuras, rescatemos lo mejor de la historia de nuestro pueblo, y proyectemos el futuro desde nuestra identidad. Somos parte de la historia colectiva que formó un poderoso movimiento obrero con más de 150 años de experiencia acumulada, de un movimiento de derechos humanos que logró avances únicos en las luchas de nuestro continente, de un potente movimiento de mujeres y diversidades que atravesó cuarenta años de Encuentros y organización colectiva, del movimiento territorial urbano más desarrollado en Nuestra América, del movimiento ambiental que viene enfrentando a las empresas mineras a lo largo de todo nuestro país que se une a una fuerte reivindicación de la identidad de los pueblos originarios.
Se trata de unir en un solo polo a todas las reivindicaciones y necesidades populares, de no dejarnos ganar ni por el desaliento ni por las “agendas separadas”. Recordemos siempre: si peleamos separades, perderemos aislades. La unidad, la convicción profunda, la comprensión sobre a quiénes nos enfrentamos y cuáles son nuestras fuerzas, son datos centrales para toda victoria popular. Vienen por todo, por nosotras y nosotros. La respuesta está en la calle, en los lugares de trabajo, en las organizaciones gremiales, en los lugares de estudio, en los movimientos territoriales, en los barrios y se construye entre todes.