Posted on: 24 julio, 2013 Posted by: MULCS Comments: 0

América Nuestra N°1 – Año 1- julio 2013 – Trabajadoras y trabajadores

AméricaNuestra entrevistó a Enrique Gandolfo, secretario general de la CTA Bahía Blanca-Coronel Dorrego y secretario adjunto del SUTEBA Bahía Blanca.

¿Cuáles son las políticas y propuestas de fondo que propone el Encuentro Colectivo y que acuerdos y siferencias tienen con la oposición en Suteba?

El Encuentro Colectivo se constituyó en el 2006 sobre la base de un acuerdo entre 9 agrupaciones distritales y docentes de la provincia determinados a iniciar el camino de construcción de una corriente político- sindical de unidad para los trabajadores de la educación bonaerenses. El rechazo a los métodos inconsultos y a los mecanismos burocráticos de la conducción de Suteba iban a la par de una profunda crítica al rumbo político adoptado por la lista Celeste, caracterizado como de subordinación e integración al gobierno. Al mismo tiempo manifestamos que esta construcción debía diferenciarse de concepciones economicistas, autoproclamatorias y muchas veces sectarias que desarrollan agrupaciones docentes ligadas a los partidos de la izquierda orgánica .

Por ello el Encuentro Colectivo ha tenido y tiene una línea de intervención en el cual la lucha por el salario y las condiciones de trabajo va de la mano con el debate, la crítica y la elaboración de propuestas sobre las políticas educativas.

Definimos en aquel momento tres pilares de construcción que hemos sostenido en tiempo: el trabajo de base y la democracia de trabajadores con la asamblea como ámbito necesario para la toma de decisiones, la solidaridad con las acciones de lucha de la clase trabajadora junto a la búsqueda de políticas unitarias y la autonomía frente al Estado, a los gobiernos a las patronales, las instituciones religiosas y los partidos políticos.

El Encuentro Colectivo también definió desde su fundación que era necesario debatir y tomar posición, respecto a los modos de organización social, la forma de producción y distribución de los bienes y también en como avanzar hacia una nueva sociedad con relaciones sociales solidarias, democráticas, igualitarias y participativas. Afirmamos también que supone enfrentar todo tipo de sometimiento al imperialismo, al tiempo que cuestionamos y luchamos por cambiar el sistema político y social vigente.

En estos seis años el Encuentro Colectivo ha avanzado y se ha desarrollado en otros distritos. En la reciente elección de Suteba hemos tenido un papel protagónico en la conformación de la única lista opositora, que fue encabezada por un compañero del E.C secretario general del Suteba Bahía Blanca por la lista Granate .Como resultado de la elección además de en Bahía, hay ahora miembros del Encuentro en las directivas de La Matanza y La Plata y 30 congresales electos en 13 seccionales.

Sobre esta base y como producto de prolongado trabajo de anudar vínculos con compañeros de otras provincias está planteada hoy desde Rompiendo Cadenas la conformación de una corriente nacional de trabajadores de la educación.En ese empeño hay comprometidos hoy docentes de las directivas de Aten (Neuquén), Adosac (Santa Cruz), Amsafe Rosario y compañeros de Agmer (Entre Rios) y del Sute (Mendoza). Todos estamos comprometidos también en la construcción de una lista de unidad para las elecciones de Ctera del próximo 5 de setiembre.

¿Como ves a la clase trabajadora ¿Cual debería ser su papel hoy?

Entiendo que muy rápidamente aparecen dos constataciones. La de la fragmentación por un lado y la de la disposición para organizarse y luchar por el salario y las condiciones de vida de trabajo por el otro.

Respecto a lo primero debe reconocerse que el gobierno kirchnerista produjo un aumento significativo del empleo, como resultado de la reactivación del aparato productivo que siguió a la devaluación decidida en el gobierno de Duhalde. Ahora bien el trabajo precarizado, tercerizado o en negro sigue arriba del 35% según las poco confiables estadísticas del INDEC, incluso dentro de los trabajadores estatales y en algunos casos con el subsidio del Estado hacia empresas privadas, tal el caso de los ferrocarriles, como lo develara la trama del asesinato de Mariano Ferreyra .Como resultado de todo esto, la brecha social por la desigualdad de los ingresos dentro de la clase trabajadora sigue siendo muy alta. Una manifestación de ello es que mientras una parte de los compañeros de clase(los que tenemos paritarias) luchamos muy justamente contra la aplicación del impuesto a las Ganancias sobre los salarios, otra parte, en una situación de alta vulnerabilidad, debe luchar por mantener su empleo, cobrar íntegramente sus bajos salarios y en el mejor de los casos por pasar a planta permanente.

La situación descripta nada tiene de casual y vista integralmente conforma hoy uno de los principales instrumentos de la dominación del capital, en tanto propicia las relaciones de competencia entre pares, va minando a las relaciones sociales solidarias que vinculan a los trabajadores entre sí y debilitan la emergencia de un sentimiento de pertenencia a un conjunto más amplio, que pueda estar dispuesto a dar batalla en todos los planos: el económico, el político y el de las ideas sobre como organizar la sociedad que queremos vivir.

El segundo aspecto, el de la disposición a la organización y a la lucha es heredero de largas y honrosas tradiciones de lucha de nuestra clase que son retomadas y recreadas en las adversas condiciones producidas por el genocidio de la dictadura y la pérdida de conquistas y derechos de la década menemista y el gobierno de la Alianza.

Más allá de las divisiones de las cúpulas sindicales, hay un reguero de luchas en todo el país, que pese a su atomización revelan la emergencia de un sindicalismo de base que ha recuperado empresas vaciadas y las puso a producir, que ha recuperado comisiones, juntas internas y sindicatos, que no quiere seguir delegando su representación en dirigentes que acumulan prebendas y privilegios o que claudican frente a gobiernos y patronales.

Hoy la realidad social nos muestra a un gobierno que ha llegado a sus límites en su política de restaurar la gobernabilidad luego de la rebelión del 2001.Esa política entrelazó la aceptación de demandas populares con el aseguramiento de una gran rentabilidad a las grandes empresas. Esa evidencia que la Presidenta graficó al decir “se la llevan con pala” funcionó a pleno en el ciclo del crecimiento económico. Aunque atenuado por medidas contracíclicas, el impacto de la crisis capitalista obligó a dejar atrás el discurso una economía nacional blindada y llevó a la sintonía fina que no es otra cosa que ajuste económico sobre las espaldas de las mayorías. Por su naturaleza de clase no era esperable otro rumbo de parte de un equipo de gobierno que en 10 años pagó sin auditar 100 mil millones de dólares de deuda externa, permitió la fuga de otros 160 mil millones, intervino el INDEC con el propósito deliberado de mentir respecto a la inflación real, propició el crecimiento vertiginoso de la minería a cielo abierto y el saqueo de riquezas aún desconocidas en oro, litio y otros minerales y reprimarizó la economía alentando la extensión y la consolidación de la soja transgénica y por lo tanto del glifosato. La cara más visible de la política para esta nueva fase es reforma de la ley de los riesgos del trabajo hecha a la medida del gran empresariado en otro plano la Ley Antiterrorista destinada a criminalizar la protesta. En este marco político una fracción de la burguesía con el apoyo del Departamento de Estado norteamericano alienta un recambio en el equipo de gobierno (Macri, De Narvaez, Massa ,Binner) que garantice estabilidad política para profundizar el ajuste y que aparte al país del rumbo de convergencia con los países latinoamericanos.

Para nosotros como clase la situación es bien compleja: a la falta de unidad social para enfrentar la embestida del capital debe sumarse que las cúpulas de las centrales sindicales no dudan en encolumnarse detrás de distintas variantes patronales. Avanzar hoy significa para nosotros abordar tres cuestiones que nos coloquen en el mejor camino para una acción política independiente:

  • Democratizar nuestras organizaciones y erradicar las prácticas burocráticas, las manipulaciones y el patoterismo. No delegar la toma de decisiones, propiciar la libre discusión de las ideas para decidir el rumbo de nuestras acciones. El aire enrarecido de los sindicatos hay que oxigenarlo con la organización desde abajo y donde sea necesario generando coordinaciones que vayan más allá de la afiliación a tal o cual central.
  • Marchar hacia instancias de unidad en torno a reivindicaciones que son comunes a la mayoría (paritarias sin topes, combate a la precarización, rechazo al impuesto a las ganancias sobre los salarios, 82% móvil a los jubilados, control de precios de producción y distribución en manos de los trabajadores para combatir la carestía de la vida)
  • Una respuesta más integral, más abarcativa a la precarización de la vida y del trabajo, al saqueo y la decadencia capitalista requiere de una instancia política capaz de concentrar la suma de las ricas experiencias de la lucha social .Una organización de masas plural, democrática, antiimperialista y anticapitalista capaz de dar respuesta de clase ante cada derecho social vulnerado por las políticas de los de arriba y al mismo tiempo capaz de proyectar lo que la misma crisis pone en evidencia :que el capitalismo no tiene soluciones para los problemas de las mayorías populares, que solo cambiando de raíz su matriz opresiva e injusta podemos pensar en un futuro a la medida de nuestras esperanzas , un socialismo para el siglo XXI.
¿Que es el clasismo y cual el papel de los sindicatos en la lucha contra el imperialismo y las patronales?

Para nosotros un sindicalismo clasista tiene raíces en el protagonismo de las bases para tomar decisiones. Ya sea para definir objetivos, para adoptar un programa de lucha o para determinar las acciones y los tiempos de la protesta. Un sindicalismo que propicie algo que es irremplazable: la capacidad de pensar, de decidir y de hacer colectivamente. Todo ello en un proceso que atenúe o reduzca todo lo posible los mecanismos de delegación de esas facultades en pocas manos. Hay mucho saber acumulado en la historia de nuestra clase y de nuestro pueblo sobre todo lo dicho. Sacudirnos, expulsar toda tutela burocrática es un aspecto muy importante para un sindicalismo clasista. Más allá de métodos diversos todas están cruzadas por un denominador común: en política enfilan detrás de variantes patronales.

De nuestra parte estamos convencidos de la capacidad potencial de nuestra clase, en alianza con otros sectores oprimidos para intervenir con una perspectiva propia en la resolución de los grandes problemas nacionales y de las mayorías populares.

¿Qué clase social, sino los trabajadores puede resolver la cuestión de la soberanía respecto a la utilización de los recursos públicos? Acaso los grupos privados que contrajeron deuda y luego propiciaron su estatización? ¿O los gobiernos que pagan al contado al FMI y luego reabren el canje de la deuda para pagar a los que antes llamaban fondos buitres? ¿Es esperable que alguna de las fracciones de las clases dominantes que se disputan el gobierno, tome el camino soberano de suspender los pagos y auditar la deuda pública para detener la enorme sangría de recursos públicos?

¿Qué clase social sino los trabajadores de la mano con los usuarios puede proponer una política de transporte público digno y eficiente para el pueblo y no diseñado a la medida del lucro empresario?

¿Acaso eso es esperable de los Cirigliano, Roggio, y Romero o de funcionarios como Jaime y Schiavi? ¿Qué clase social sino la trabajadora puede proponer y encaminar la nacionalización y la recuperación del control de la red ferroviaria para hacer de ella las arterias de la integración territorial y del flujo productivo y un transporte seguro y ecológico para las mayorías?

¿Quién más que los trabajadores podemos estar interesados en retomar el control pleno de los bienes naturales o de las llaves del comercio exterior que son las terminales portuarias hoy privatizadas y en manos de las multinacionales?

¿Quiénes sino los trabajadores de la educación y de la salud en conjunto con el pueblo podemos tener planes en los que estos derechos sociales estén asegurados por el presupuesto nacional , terminando con la fragmentación y el vaciamiento privatizador que se ha realizado?

¿Qué clase está interesada en una auténtica integración regional y latinoamericana que inaugure la solidaridad, la complementaridad y la cooperación entre los pueblos y no la integración al servicio del mercado y del capital? El ALBA es un buen ejemplo para ese camino.

Un sindicalismo de ese tipo se opone por el vértice a la idea de la conciliación de clases. No se conforma con el rol reduccionista de solo reclamar por los salarios. El clasismo busca todo el tiempo identificar a los causantes de nuestros padeceres como clase y como pueblo y para ello necesita potenciar la protesta con propuestas de transformaciones sociales emancipadoras.

Ese gran potencial de trabajo humano, de creatividad cultural, de resistencia y de rebeldía existe hoy en nuestro pueblo, aunque disperso, atomizado, sin un instrumento aglutinador que lo contenga y lo proyecte en la arena que que se decide la distribución de la riqueza: el terreno político. Para nosotros una posición de clase no debe contraponer la organización sindical con la organización política de los trabajadores y el pueblo. Por el contrario se alimentan y necesitan mutuamente para resistir la ofensiva del capital y al mismo tiempo proyecte el futuro de una sociedad que acabe con la opresión en todas sus formas. Como decía Agustín Tosco “un sindicalismo que asume una responsabilidad global, social, nacional que plantea las transformaciones revolucionarias se las estructuras y que reclama de inmediato que los grandes medios de producción y las palancas fundamentales de la economía sean de propiedad estatal-social y no privadas”