América Nuestra N°4 – Año 1- marzo 2014
En el primer número de América Nuestra, incluimos un reportaje al compañero Enrique Gandolfo e iniciamos una serie de notas sobre la situación y las perspectivas de la clase trabajadora. En ese marco, entrevistamos al compañero Norberto Señor, dirigente de ATE Gran Buenos Aires Sur – Lomas de Zamora y de la Corriente Político Sindical “Rompiendo Cadenas”.
América Nuestra: ¿Cómo ves a la clase trabajadora argentina en la actualidad?
La caída en la actividad económica y el ajuste, la baja del salario real y la carestía, impactan sobre todos los laburantes. Enormes niveles de precarización y fragmentación contractual, salarial y de condiciones de trabajo y de vida hacen que muchas familias sean empujadas al hambre y la pobreza aun teniendo trabajo; muchos se aprietan el cinturón para pagar el alquiler o archivan el sueño de la casa propia; otros ven peligrar su estabilidad laboral o parte de sus conquistas; y no son pocos quienes, sin poder escapar a los patrones de consumo que promueve el gran capital, se desloman con dos o más laburos para que no decaiga su poder adquisitivo, a costa de deteriorar su salud, su vida afectiva o su desarrollo cultural.
En ese contexto, que ahonda la fragmentación también organizativa, sindical y política que atraviesan al conjunto de las y los trabajadores, surgieron muchas luchas, en general dispersas, algunas por recuperación salarial, otras en defensa de las fuentes de trabajo. Las primeras, son más extendidas en el ámbito estatal; como la histórica huelga docente, que especialmente en Buenos Aires y luego en Salta, obligó a elevar el “techo” salarial que los empresarios y gobiernos pretendían imponernos a todos. Por su parte, se hace duro enfrentar suspensiones, “retiros voluntarios” y despidos en industrias como la automotriz, la electrónica y sus proveedoras. Pero la necesidad de hacerlo es tema de conversación y debate entre miles de laburantes, y enciende la bronca de muchos jóvenes, que pese a su escasa experiencia o formación sindical y política, tienen disposición a dar pelea. Por eso donde hay inserción de compañeros combativos y de izquierda, y no solo allí, el conflicto suele salir a la luz.
AN: ¿Qué dimensión le das a la influencia de corrientes con posiciones clasistas?
Todavía es incipiente, acotada, pero crece. Además, la disputa entre fracciones de las clases dominantes y sus representaciones políticas, desde 2008, ahora con miras al recambio del 2015, derivó en una profunda división en las filas burocráticas, que si bien en términos generales suele dividir a la clase y a sus luchas, también permite que el clasismo se abra paso. A una presencia respetable en sindicatos docentes y algunas seccionales y juntas internas estatales, hay que sumarle la conquista de varias comisiones internas de fábrica y delegados de base. Esto genera una fuerte reacción en las clases dominantes y es motivo permanente de análisis en los medios. Las trasnacionales imperialistas y en general todas las patronales, las fracciones más reaccionarias de la burocracia sindical y el gobierno que se decía “de los derechos humanos”, se desesperan por rajar al activismo y sembrar miedo militarizando las fábricas (como también ocurre en los barrios humildes), ya que puede abrirse un ciclo de grandes conflictos que desborden sus planes de conciliación o aplastamiento. Ahí está la explicación de por qué ha surgido desde el kirchnerismo el impulso a ley antiterrorista, el proyecto X, el ascenso de Milani y las condenas a perpetua en Las Heras.
Como decía ya en 2012 nuestro compañero Enrique Gandolfo ante un auditorio repleto de laburantes de la educación, lo central en la situación política era qué signo político tomaba el creciente malestar de cada vez más trabajadores. Por entonces, las CGT y CTA “opositoras”, promovían una fuerte sintonía política entre los paros que convocaron, los cacerolazos e incluso los motines de gendarmes y milicos, traccionando esa bronca hacia la derecha. Desde que ese malestar se tradujo en la derrota electoral del kirchnerismo, y la salida “por derecha”, el ajuste y una represión cada vez más desembozada, fue asumida directamente por el gobierno nacional. Más que nunca, lo que está en juego, es esa disputa política de la que hablaba Enrique: si la creciente conflictividad se canaliza hacia la conciliación con las patronales y a la espera de un recambio electoral del PJ o una nueva Alianza, o bien hacia posiciones de clase, dispuestas a dar duras batallas que nos permitan mantener los puestos de trabajo, recuperar el salario y obliguen a pagar los costos de esta crisis a los grupos económicos, en el marco de un avance político de propuestas revolucionarias y de izquierda.
AN: Por lo que decís, a Moyano, pero también a la CTA Micheli, los ubicás “traccionando” la bronca popular hacia la derecha…
En ese 2012, con toda seguridad. La subordinación reciente de Micheli a la modalidad y objetivos planteados por Barrionuevo- Moyano en el paro del 10 de abril, también lo muestran en ese andarivel. También lo hicieron el MST, IS o el PCR durante el conflicto agrario de 2008. Está claro que esas fuerzas y la actual Unidad Popular (UP) de De Gennaro, no son organizaciones de derecha. A la vez son muy distintas entre sí, pero a mi entender, tienen prácticas oportunistas que los hacen dar bandazos como esos.
Sin embargo, ni su actual consigna “De Gennaro presidente” logra parar la fuerte crisis ni el enfrentamiento y la descomposición que hoy atraviesan ATE y CTA, producto de la polarización entre el discurso del “progresismo” K, idéntico al históricamente esgrimido por el degennarismo y el predominio de posiciones a su derecha en el campo opositor, al que se acercaron sus dirigentes apenas comenzaron a estallar conflictos derivados de la precarización laboral y salarial en el seno del estado, mientras los K se recostaron fuertemente en UPCN en términos sindicales (en desmedro de ATE) y en lo político en el PJ, sus caudillos provinciales y los barones del conurbano, dejando al “transversalismo” como un socio menor detrás de aquellos.
Es que tantos bandazos, tanto oportunismo “de derecha” o “de izquierda”, han generado una severa crisis de proyecto sindical y político en todas las corrientes de centroizquierda. Esto se da en un marco de gran desprestigio de todas las corrientes burocráticas, lo que cuestionan amplias franjas de laburantes son la ideología y la política de conciliación de clases, en que se sustentan esas burocracias sindicales y el peronismo.
AN: Explicanos un poco más acerca de los dirigentes sindicales conciliadores y su diferencia con quienes, como vos, se reivindican “clasistas”…
La diferencia central está entre quienes asumimos la necesidad de la lucha de clases como única posibilidad de transformar la sociedad y quienes propugnan la conciliación o colaboración entre clases, entre explotadores y explotados.
Hay diferencias entre estos últimos, por supuesto. Muchos directamente son también empresarios o, pertenecen a una casta burocrática y corrupta y viven como muchos de ellos, llenos de privilegios; otros, creen que no queda otra que integrarse a un estado que equivocadamente caracterizan como “neutral”, para que éste dé “rostro humano” al sistema, con mejores empleos, salarios y más derechos para los de abajo, sin afectar demasiado los márgenes de ganancia de las empresas. Estos olvidan, conciente o inconcientemente, que solo en breves momentos excepcionales, es posible que crezcan los ingresos de todas las clases (siempre en mayor proporción para los que concentran más propiedad y riqueza), pero que, el poder que ejercen el imperialismo y el gran capital por sí mismos y por medio de un estado a su servicio, liquidará gran parte de esas conquistas, lo que hace regularmente y mucho más ante cada nueva crisis.
Nunca debemos perder de vista que, en definitiva, esas corrientes conciliadoras defienden al capitalismo. A la vez, hay que saber darse tácticas adecuadas, ya que hay direcciones directamente patronales y antiobreras (especialmente en la industria y las grandes empresas de servicios). Entre las conciliadoras – reformistas las hay claudicantes y otras que, genuinamente pretenden defender los derechos de los trabajadores aunque se mantienen dentro del sistema; incluso en algunas de ellas pueden abrirse paso definiciones y acciones antiimperialistas.
AN: Justamente ese último es un rasgo presente al interior de ATE y CTA e incluso en algunos de sus dirigentes…
Es que, no obstante ser el degennarismo una fuerza centrista, cuyo reformismo se asienta en una política de inspiración social-cristiana y social-demócrata, de colaboración de clases; por intervenir en el sector de la clase trabajadora con mayores niveles de estabilidad laboral y por ende, mayores posibilidades de activismo político, su oportunismo en lo sindical suele basarse en políticas de seducción y cooptación hacia la izquierda, para que los compañeros con esas posiciones nutran sus filas. Y aunque siempre lograron atraer a la mayor parte de ellos hacia el respaldo político, al Frepaso y la Alianza, luego al kirchnerismo y hasta hace muy poco al FAP de Binner, ese tipo de políticas que se revelaron tan antiobreras y antipopulares, tan alejadas de los discursos favorables a la Revolución Cubana o al proceso bolivariano con que suele perfumarse esa corriente, cada vez resultan menos convincentes entre sus seguidores.
Por eso no debemos renunciar a trabajar con quienes en forma genuina luchen desde definiciones antiimperialistas, aun mientras no terminen de romper con esa corriente. Aunque somos concientes que las prácticas conciliadoras, burocráticas y de “aparato”, que predominan en ATE y CTA detrás de una falsa fachada de formalidades democráticas, llevan a la mayor parte de quienes llegan a la dirección de su mano hoy pueden despreciar a la UP, a buscar caminos en el kirchnerismo, la derecha peronista o la nueva alianza.
AN: En esa crisis de dirección en ATE y CTA, ¿cómo se paran la Víctor Choque de ATE y la Corriente Rompiendo Cadenas?
En el campo político, una centroizquierda sometida a la hegemonía del kirchnerismo por un lado y de una derecha más clásica por el otro, dejó un vacío muy grande que, capitalizó el FIT por izquierda. De modo similar, en el terreno sindical, al menos en ATE y CTA, nuestra agrupación y nuestra corriente, son las fuerzas que por historia y representatividad, están en mejores condiciones de acumular y presentar una perspectiva que, a la vez de ofrecer un perfil antiburocrático, democrático y combativo, esté lejos del sectarismo, actúe con independencia de los partidos, promueva la participación masiva, la unidad con la población y se desvele por arrancar o mantener conquistas concretas en este duro período del ajuste.
Nuestros recientes triunfos en las elecciones de CTA – Micheli, en Bahía, en Lomas y en Brown- Pte. Perón, como así también el avance en muchas internas de Capital de los compañeros que construyen “ATE desde abajo”, muestran que nuestras expresiones u otras afines, siguen teniendo fuerte peso, pero además expresan la debilidad de esa centroizquierda, encarnada en esa crisis de la dirección de la verde de ATE y de la lista 1 de CTA.
Por supuesto que esas posibilidades de avance, dependen de la propia capacidad de intervención de la Choque y de Rompiendo Cadenas así como de la articulación de nuestra lucha sindical, tanto con la construcción de una organización más extendida en los territorios y en los vínculos con todos los sectores de la clase trabajadora (en especial en la industria), como con que esa práctica abone a un proyecto de poder político para los de abajo. Durante toda esta etapa, inevitablemente, ese proceso se desarrollará en unidad y lucha con otras corrientes. Unidad fundamentalmente sindical y lucha principalmente política, con quienes se reivindican clasistas y de izquierda, especialmente con las fuerzas del FIT.
AN: Lo que planteás deja claro que el “clasismo” es un concepto que no expresa lo mismo para todos. ¿Qué es el clasismo para vos?
Con mis compañeros de ruta, entendemos al clasismo como la construcción sindical capaz de unir la lucha reivindicativa a la lucha política de los trabajadores por nuestros intereses. Es decir, que la labor sindical se proponga ligarse estrechamente a la lucha por el poder.
Por eso, para nosotros, el clasismo necesariamente debe ser de masas y plantearse, paso a paso, unirnos a millones de trabajadores. Que a través de la práctica, la experiencia concreta y sus enseñanzas, forjemos nuestra identidad colectiva como clase. Que al calor de la lucha contra la explotación y la opresión de la patronal y el estado, podamos desarrollar esa unidad y la conciencia y organización que nos permita acabar con la injusticia de esta sociedad.
Honradez, democracia, participación masiva y activa, son rasgos fundamentales pero no suficientes, deben ir de la mano de una práctica combativa, antipatronal y antiburocrática.
Pensamos que el clasismo necesariamente es de base, ya que esa unidad de clase parte desde los lugares de trabajo, y tendrá sus particularidades según la situación y las características de la patronal (monopólica, local, extranjera, trasnacional, PyME, estatal, etc.), las de los laburantes, su experiencia, la historia de lucha allí, las posibilidades o no de trabajar abiertamente, etc…
También requiere una dirección colectiva que surja de unir y organizar líderes “naturales” y sectores con mayor experiencia y/o más politizados entre sí, y a éstos con la base, buscando dejar aislada solo una minoría propatronal. Cuando se analiza en concreto cada situación dada, es necesario combinar lo general con lo particular, partiendo en cada momento del rescate de lo más sentido, de aquello por lo que es mayor la disposición a dar pelea; en ese caso se adoptan las formas de organización y lucha más convocantes, las con capacidad de unificar la mayor cantidad de laburantes, las que a su vez permitan a ellos adquirir una experiencia colectiva y, por ende, mayor conciencia.
AN: Ponés mucho énfasis en la unidad…
La unidad es, por principio, una tarea primordial del clasismo. Implica de antemano, que ninguna diferencia ideológica, política, racial, de credo o nacionalidad, debe ser razón para no organizarnos en común. Y pensamos que esto vale a nivel del sector, de la empresa, pero también para el sindicato o cualquier herramienta de coordinación, y, es vital en los conflictos.
Lamentablemente en corrientes que declaman el clasismo, predominan versiones partidistas de aparato, sectarias, que aun en conflictos durísimos, priorizan contraponer una línea hasta las últimas consecuencias con tal de diferenciarse de otro partido o corriente; es habitual la pedantería y la descalificación de otras posiciones. Entienden erróneamente al clasismo como sumar compañeros y encolumnar sindicatos (a veces hasta con maniobras) tras sus organizaciones políticas, aún a costa de enfrentamientos entre activistas “clasistas”, poco comprensibles para la mayoría de los trabajadores, incluso para sectores de vanguardia. Aunque una corriente, se diga clasista, si crece a expensas del retroceso de la clase, eso no es clasismo.
Por eso, para nosotros el clasismo nos exige construir agrupaciones de base, corrientes político-sindicales y coordinadoras, que sean mucho más que la expresión de un partido, de un frente o de éstos más algunos que sigan sus lineamientos. Deben tratar de nuclear a la mayor cantidad de activistas y cumpas de base, aún de distintas tendencias o partidos e independientes, que asuman ese camino de lucha contra la explotación, y con la mayor participación de trabajadores; colectiva y democráticamente deben, seleccionar a sus dirigentes, elaborar las líneas específicas para su sector o sindicato y las orientaciones generales que les sirvan de guía. Cada vez que podamos extender esta metodología y esta política de construcción unitaria, democrática y participativa a todo el sector de laburo, y más aún al sindicato, más avanzará el clasismo.
AN: En esta etapa de la confrontación de los trabajadores con las patronales por una parte y con el imperialismo por la otra, ¿cómo se compatibiliza la lucha meramente sindical, reivindicativa, con la antiimperialista?
El imperialismo quiere imponer a como dé lugar sus políticas, en función de sus intereses. No tolera que su papel de gendarme o de garante de las multinacionales sufra roces o cuestionamientos, por mínimos que sean. Mete la cola todo el tiempo, atento a que cualquier conflicto, aun el más legítimo, termine siendo capitalizado a su favor. Eso exige que el sindicalismo combativo y de clase, tenga siempre presente al imperialismo y a sus aliados directos, como enemigos y los denuncie y enfrente.
Por eso, por ejemplo, hemos buscado irrumpir con reivindicaciones obreras durante el conflicto agrario del 2008, no solo con independencia, sino contra los objetivos que bajo la fachada de la Mesa de Enlace sostenían la Sociedad Rural y la Embajada yanqui, por más que hubiera medianos y pequeños productores dando impulso a aquel movimiento.
Tampoco compramos los alzamientos de represores como si fueran conflictos de trabajadores, ya que no se trata de laburantes y sí de quienes atacan, reprimen y asesinan al pueblo y son frecuentemente instrumentados por el imperialismo yanqui y los grupos oligárquicos para desestabilizar procesos políticos o gobiernos que no se le someten enteramente.
Del mismo modo, cada vez que enfrentamos a los sectores burgueses beneficiados por el gobierno o a las medidas de este contra nuestros intereses, nunca dejamos de denunciar o escrachar al bloque derechista, aunque en forma circunstancial y oportunista, difunda nuestros reclamos para desgastar a un gobierno que no consideran suyo.
AN: ¿Es posible entonces el desarrollo de un sindicalismo de liberación?
Creo que la figura de Agustín Tosco, el mentor de un sindicalismo así denominado, simboliza mejor que ninguna otra, a muchos dirigentes y miles de luchadores obreros y populares clasistas, revolucionarios, antiimperialistas y socialistas en los ’60 y ‘70, que fueron la más alta expresión de la unidad entre la lucha reivindicativa y la política. Concientes del papel del clasismo en esa etapa, promovieron el protagonismo de la clase trabajadora para luchar por conquistas propias, pero sobre todo para derrotar al fascismo que encarnaban las dictaduras proyanquis de entonces, y encabezar la lucha por la liberación nacional y social. Fueron capaces de entender que en un país dependiente como el nuestro, la clase trabajadora debe dirigir un amplio frente político y social de todos los oprimidos y de todas las clases y fracciones dispuestas a enfrentar al imperialismo y a los grupos oligárquicos, monopólicos, trasnacionales y locales, y a la vez dirigir ese proceso hacia la propiedad social de los medios de producción, hacia el socialismo.
Para nosotros, ese carácter liberador, capaz de unificar a todas las clases populares bajo la dirección de los trabajadores, es inseparable del clasismo y, hoy, mantiene plena vigencia. A la vez, en mayor medida que hace varias décadas, está íntimamente ligado a la lucha y los avances de los trabajadores tal como los pueblos de Nuestra América están contra el imperialismo.
AN: Entre la construcción sindical y la construcción política siempre existen tensiones, contradicciones. Además, experiencias internacionales sobre la construcción de partidos políticos asentados en la clase obrera, como el PT de Brasil, o el Partido Laborista de nuestro país en 1946, que llevó a Perón al gobierno, terminaron en fracasos para la construcción política independiente de los trabajadores. ¿Considerás que los trabajadores deben avanzar en su construcción política propia, además de su construcción sindical?
Por supuesto, porque la cuestión del poder, es mucho más profunda que la lucha por reivindicaciones económicas o democráticas. Se trata de la lucha por tomar la dirección de las riendas de la sociedad, que recupere todo lo que el imperialismo y las clases dominantes nos han robado el imperialismo y las clases dominantes, e impida que éstas puedan recuperarlas. Se trata de la construcción de un nuevo estado en manos de los trabajadores y el pueblo. Esto requiere una mirada y una labor mucho más allá de lo sindical. Una lucha eminentemente política, que exige construir una herramienta política, que se esfuerce por orientar la lucha de todas las clases y sectores explotados y oprimidos bajo la dirección de la clase trabajadora, hacia el objetivo estratégico de terminar con la explotación.
Las tensiones y contradicciones son inevitables para una dirección sindical (que debe ser del conjunto de los trabajadores de su gremio), ya que los trabajadores no tenemos hoy una organización política propia, sino muchos intentos con diferencias de todo tipo donde, como decíamos, suele prevalecer la competencia por sobre la unidad. Pero además se ahondan, cuando desde las organizaciones políticas no se comprende el papel de cada una de esas herramientas. Cuando se pretende que un sindicato o un cuerpo de delegados levante todo un programa político que excede su ámbito de influencia y el desarrollo de su propia experiencia. O, cuando prácticamente toda la actividad político partidaria se reduce a profundizar la lucha reivindicativa.
Esos problemas, son muestras de la crisis en la que nos encontramos quienes nos proponemos acabar con la explotación, y, nos obligan a prestar especial atención a construir organización política de la clase trabajadora, que no se contraponga ni pretenda reemplazar o desplazar el rol de los sindicatos ni obstruya su relativa autonomía, sino todo lo contrario, que sea valorada por el activismo y los trabajadores, como una herramienta que siempre está al servicio de ayudar a resolver los problemas concretos que se nos presentan a la clase, incluso en la lucha reivindicativa, respetando los tiempos, los procesos y las decisiones de los trabajadores que encaran esas luchas, y a quienes éstos reconocen como sus dirigentes.
Por otra parte, la experiencia histórica de partidos de masas de fuerte composición obrera, pero con una orientación conciliadora, reformista, es muy antigua. Prácticamente junto a las primeras experiencias de las construcciones políticas de los obreros, clasistas, revolucionarios; crecieron en paralelo ese tipo organizaciones.
Por eso, desde sus orígenes, una construcción política transformadora, revolucionaria, no debe prepararse para amontonar trabajadores, sino para desarrollar, paso a paso, la conciencia y la organización necesarias para enfrentar en todos los terrenos a nuestros enemigos; con una estrategia de poder obrero y popular; antiimperialista, contrario a la explotación y a toda forma de opresión, en especial la de la mujer trabajadora; en suma, una estrategia revolucionaria, profundamente democrática y popular, que nos encamine al socialismo.