por Nora Tamagno
19/6/2020
El anuncio reciente (8/06/2020) del presidente Alberto Fernández, sobre la intervención y posible expropiación de la empresa Vicentín, pone sobre la mesa un debate que es vital para un país que genera divisas con la exportación de productos agropecuarios, pero también expone con claridad la necesidad, cada vez más imperiosa, de la disputa de sentidos.
Todas y todos sabemos que para Argentina las exportaciones agropecuarias son una fuente de divisas importante, y, por lo tanto, cualquier proyecto serio de país deberá tener como uno de sus pilares, un proyecto de modelo productivo. De allí que sea un gran desafío para la izquierda poner en discusión, seriamente y sin frases de discurso, algunos puntos claves que deberán tenerse en cuenta para definir ese proyecto.
Sobre la producción agropecuaria de nuestro país y para hablar desde el sentido común (casi perdido en la política de los últimos años) resuenan siempre frases como: somos (fuimos) el granero del mundo y producimos alimentos para 400 millones de habitantes, entre otras afirmaciones que son utilizadas para los fines más dispares: justificación de prácticas extractivistas y del avance de frontera agrícola y defensa de la biotecnología y de la propiedad privada de las semilla. Pero también, se usan para sostener reclamos de cambios de ciertos aspectos como por ejemplo: tenencia de la tierra, producción familiar, etc. últimamente se han sumado en los discursos conceptos como el de soberanía alimentaria y la importancia de la producción familiar, que aparecen también en el anuncio del presidente. Sobre estos es necesario avanzar en el análisis, para ver en definitiva si todas y todos hablamos de lo mismo cuando los mencionamos.
Analizando diversos aspectos del anuncio podemos afirmar que lo único seguro hasta ahora es la intervención de la empresa, la expropiación es un proyecto, por lo tanto habrá que ir viendo cómo avanza. En este sentido ya se puede ver a la derecha poniendo alarma y tratando de atribuirle a Fernández por este tema, ciertos rasgos chavistas.
Exportación de productos agropecuarios: ¿Alimentos para el mundo o generación de divisas?
La empresa Vicentín es una de las grandes exportadoras de productos de origen agropecuario de Argentina y está entre las 5 o 6 más grande, todas ellas multinacionales. Hay quienes podrán analizar con más elementos el impacto que tendría la expropiación de esta empresa, o mejor dicho, las implicancias que tendría para nuestro país contar con su control y gestión estatal.
Pero, si consideramos que las exportaciones agropecuarias en Argentina están en manos de pocas empresas multinacionales, y que además exportan la producción (al igual que las mineras) por puertos privados y bajo declaración jurada (esto es: el estado debe creer las cantidades que ellos dicen exportar), lo que genera sangría de recursos y evasión impositiva, no es necesario ser expertos/as para darse cuenta de la importancia del control estatal en una empresa de esa envergadura. El estado si la controla podrá tener una empresa testigo para el sector, lo que le permitirá además del control de dólares de sus operaciones, tener conocimiento directo e injerencia en muchos eslabones de la cadena, entre otros beneficios. Pero de allí a afirmar que es un paso para la soberanía alimentaria, como hemos leído por allí, hay una distancia enorme, o mejor dicho feroz.
La discusión de fondo es si la producción agropecuaria debe ser para exportar y generar divisas, o si prioritariamente se debe orientar hacia la alimentación del pueblo. Cuando esa discusión está en manos del mercado, los resultados están a la vista: tenemos capacidad para producir alimentos para 400 millones de personas, sin embargo buena parte de la producción para exportación no está destinada a la alimentación directa de la población, sino a alimento de animales. Pero lo que es peor, si tenemos esa capacidad productiva, es un crimen que en nuestro país haya hambre, tal como lo revelan los datos de diciembre de 2019 que dan cuenta de que el 35,5 % de la población es pobre y el 7,7% es indigente. Debemos considerar además, que por efecto de la parálisis económica debido a la cuarentena para enfrentar la epidemia del covid19, se prevén aumentos importantes en estos indicadores y la situación del hambre se agravará.
Soberanía alimentaria: ¿Hablamos de lo mismo?
El foro mundial realizado en la ciudad de La Habana en 2001 define a la soberanía alimentaria como “el derecho de los pueblos a definir sus propias políticas y estrategias sustentables de producción, distribución y consumo de alimentos que garanticen el derecho a la alimentación para toda la población, con base en la pequeña y mediana producción, respetando sus propias culturas y la diversidad de los modos campesinos, pesqueros e indígenas de producción agropecuaria, de comercialización y de gestión de los espacios rurales, en los cuales la mujer desempeña un papel fundamental”. Desde esa definición, se entiende que la soberanía alimentaria se ejerce cuando los pueblos definen cuándo, cómo, dónde y qué alimentos producir, pero además, quienes y para quienes se producen esos alimentos.
Acordando con esa definición, resulta evidente que una empresa como Vicentín, que se dedica a la exportación, no orienta sus objetivos económicos a sostener el mercado interno de alimentos. Y entendemos que la posible expropiación por parte del estado nacional, podrá sólo en parte reorientar ese objetivo.
Además, es interesante destacar que la soberanía alimentaria, está determinada no sólo por las formas de producción de los alimentos, sino también por las modalidades de distribución y consumo. De nada sirve si la producción está, pero no es accesible para todas y todos.
Respecto de la producción de alimentos y para honrar la definición y alcanzar la soberanía alimentaria en todas sus dimensiones, deberán hacerse cambios profundos en la estructura productiva de nuestro país, y para ello en necesario conocer cómo funciona el modelo que en la actualidad es dominante-hegemónico en nuestro país y en el mundo.
Modelo productivo en Argentina. ¿Con el agronegocio, ganamos todas/os?
La producción actual en nuestro país responde al modelo de agricultura industrial, también llamado agronegocio, caracterizado por la simplificación de los sistemas, el uso de elevadas cantidades de insumos derivados del petróleo (combustibles fertilizantes y agroquímicos) y el uso de semillas transgénicas. Son conocidos los impactos negativos que este modelo genera: pérdida de diversidad biológica y cultural, reducción del número de cultivos, contaminación, pérdida de capacidad productiva de los suelos y exclusión de los productores más pobres, lo que determinó la desaparición en las últimas décadas de gran parte de las explotaciones familiares. En ese proceso, además, aparecen los pooles de siembra, que no son otra cosa que los capitales financieros organizados para invertir en la producción. Mientras que desaparecen productores agropecuarios, los pooles de siembra alquilan tierras (a los mismos productores que no pueden sostenerse en la producción) para producir soja en grandes superficies. Paradojas que nos ofrece el capitalismo (en cualquiera de sus versiones: salvaje, bueno, serio, verde, etc): se puede hacer producción a gran escala “sin productores”. Y Grobocopatel, que tiene millonarias ganancias invirtiendo en la producción de millones de hectáreas, se jacta de ser un “sin tierra”.
El agronegocio no es otra cosa que el desarrollo del extractivismo en el agro, nueva etapa de acumulación del capital, en donde los métodos tradicionales de producción dejaron de ser rentables y entonces, se sirven de nuevas tecnologías que profundizan el deterioro y el despojo de los bienes naturales y la mercantilización de la vida, todo ello para garantizar sus ganancias.
Por último resta decir del agronegocio, que disputa fuertemente en los territorios, por tierra, agua, salud humana y ambiental y otros bienes, pero que además, impone paquetes tecnológicos y determina cambios profundos en la vida y en el trabajo rural. Obviamente, esa es una disputa que revela fuertes asimetrías, por ello, en los numerosos conflictos que se han presentado a lo largo de nuestro país (desalojos, desmontes, fumigaciones, etc), esas disputan dejan un saldo en el que nunca ganan todos/as.
Agroecología, la alternativa de producción sustentable para alcanzar la soberanía alimentaria.
El modelo de agricultura industrial se pretende presentar como el único posible, y eso no es cierto. La agroecología es, desde hace ya muchos años, una alternativa posible de producción de alimentos saludable y sustentable desde el punto de vista económico, socio-cultural y ambiental. Hay muchas experiencias en desarrollo en nuestro país distribuidas en diferentes regiones y para diferentes producciones. También, hay que destacar la importancia de la producción familiar, a la que se le reconoce el aporte de gran parte de los alimentos que llegan a la mesa de las y los argentinos y argentinas y la gran cantidad de experiencias de ferias “del productor al consumidor” que hay en nuestro país.
Las disputas que estas producciones tienen en el territorio con la agricultura industrial demuestran que la pretendida convivencia pacífica entre el agronegocio y la agricultura campesina familiar y/o agroecológica es una falacia y es imposible avanzar en un modelo de producción con perspectiva agroecológica, sin desarmar el agronegocio. Y para desarmarlo, además de la definición política clara, se deberá entender cómo funciona y cuáles son factores determinantes en su desarrollo y consolidación.
La construcción de un modelo con horizonte de producción soberana de alimentos, será una tarea compleja, deberá pensarse como una transición en la cual se vaya avanzando en diferentes ejes de trabajo, algunos de los cuales podrán ser: generación de condiciones para que las y los productores (o sus familias) que abandonaron la actividad vuelvan a producir, generar las condiciones para que los pooles de siembra no sean un negocio, promover prácticas de producción agroecológica, promover producciones estratégicas para la alimentación del pueblo, promover cadenas cortas de comercialización y mercados locales, fortalecer la producción familiar, garantizar la participación del Estado en la comercialización y el control de los puertos y legislar para garantizar el acceso libre a las semillas nativas, criollas y las desarrolladas con la participación del Estado, etc.
Pero para su definición, será imprescindible que ese modelo productivo con perspectiva agroecológica sea gestado entre todas y todos las/los sujetos involucrados (productores, trabajadores rurales, consumidores, etc), recuperando los saberes y las mejores experiencias productivas y de lucha, que se vienen desarrollando a lo largo y ancho de nuestro país. Deberá pensarse como un proceso complejo y de transición, de modo de ir desarmando el agronegocio y promoviendo formas de producción que prefiguren una nueva manera de vincularnos con la naturaleza.
Por último, nos queda la tarea de seguir dando disputas de sentido, para no quedar paralizadas/os frente a los aplausos que arrancan la sola mención de ciertas palabras en algunos discursos. La disputa de sentidos nos permitirá avanzar en la politización de las discusiones, encontrar vías de diálogo con nuestro pueblo y articular esfuerzos para que el proyecto que deseamos sea posible.
Con el capitalismo y el agronegocio no ganamos todos/as.
Dentro del capitalismo no hay lugar para la soberanía alimentaria.
Sin agroecología no habrá soberanía alimentaria.
La Plata, 9 de junio de 2020
http://www.dariovive.org/vicentin-y-la-soberania-alimentaria-una/