Posted on: 3 junio, 2021 Posted by: MULCS Comments: 0

por Guillermo Caviasca

3/6/2021

El 4 de junio de 1846 se peleó en la provincia de Santa Fe la batalla de Punta de Quebracho. La escena del combate está ubicada unos 5 kilómetros al norte de San Lorenzo, el paraje contaba con una cruz de homenaje a la acción, la que hoy (paradójicamente) fue removida por la empresa Cargill, que compró el terreno para exportar libremente mercaderías por el rio libremente navegable.

Allí las fuerzas de la Confederación se enfrentaron contra la escuadra anglo francesa. El combate fue una victoria clave, estratégica, de las fuerzas federales. En la que, sufriendo sólo una baja mortal contra unas 60 invasoras, y sin perdidas apreciables de su artillería, destruyeron 6 mercantes, causaron daños de diversa magnitud a varios de las unidades navales militares extranjeras y quedaron dueñas del terreno.

La campaña Anglo-francesa por el Paraná durante 1845/46 fue parte de una gran guerra iniciada en 1836 cuando una coalición de intereses locales y extranjeros realizó un golpe de estado en la República Oriental contra el presidente Manuel Oribe. En ese golpe, los liberales y “unitarios” argentinos exiliados en Montevideo, los militares rebeldes al mando de Lavalle, el partido colorado conducido por Fructuoso Rivera, las casas comerciales asentadas en Montevideo, las finanzas y fuerzas armadas de francesas más los intereses de Inglaterra, convergieron en un plan estratégico sobre la Cuenca del Plata. Garantizar los intereses del libre comercio mediante la libre navegación de los ríos (impedida por Oribe y por Rosas quien había sancionado una ley con altos aranceles a las importaciones ese mismo año). Para ello los argentinos exiliados en Montevideo, Chile, Bolivia, y sus enviados en Francia e Inglaterra, impulsaron una serie de políticas. Entre ellas la Guerra con la Confederación Peruano Boliviana, la rebelión de Corrientes, el asesinato del líder tucumano y jefe del ejército del Norte, Heredia. Los terratenientes del sur de la provincia de Buenos Aires se alzaron porque querían exportar sin restricciones, esperando la ayuda francesa y la invasión de Lavalle y los colorados orientales. En el norte los “unitarios”, federales disidentes e intelectuales tomaron el gobierno en varias provincias, al mando de otro famoso militar, el general Lamadrid.

Los liberales buscaban coordinar con los intereses imperialistas/colonialistas, impulsar su intervención, yendo atrás de las ideas de las potencias sobre cómo se debía organizar el país, la económica y el comercio internacional. Además de la libertad económica absoluta para los capitales y comercio extranjeros, se pensaba en un protectorado en la Banda Oriental para Francia, crear una república también protegida por Inglaterra y Francia en la Mesopotamia, etcétera. Esta coalición enorme de intereses contaba además con la concurrencia de Brasil, que aspiraba a adueñarse directa o indirectamente del Uruguay, y sancionar como propios los territorios arrebatados a la otrora provincia oriental.

Frente a esto la Confederación movilizó sus fuerzas internas, sorprendentemente, sólo con fuerzas internas enfrentó esa imponente coalición. La mayoría de la población de todas las provincias, los soldados y unidades completas reclutadas por los rebeldes, desertaban en masa o se pasaban a las fuerzas federales. Disponía de la mayoría de las tribus indígenas. Y de una cantidad de jefes y oficiales de renombre y experiencia, que condujeron las exitosas campañas que, desde la frontera boliviana hasta las murallas de Montevideo, desde Mendoza hasta las tolderías, derrotaron uno a uno los ejércitos de Lavalle, Paz, Lamadrid, los terratenientes, los Colorados, los mercenarios italianos, los franceses e ingleses.

La guerra duró desde ese año 1836 hasta que en 1850 los franceses aceptaron las condiciones rosistas para la paz. Y durante ella el punto más alto, el hito en el cual los liberales no dudaban que se pondría de rodillas al país, fue la decisión coaligada de Francia e Inglaterra de enviar una escuadra numerosa y moderna para imponer a los cañonazos, el libre comercio, la apertura de los puertos y el ordenamiento geopolítico de la región. De todas sus acciones, saqueos, depredaciones, la más famosa es la campaña sobre el Paraná de 1845/46, cuando intentaron abrir el río al comercio internacional y establecer una logística común entre los rebeldes del general Paz en Corrientes con las bases de Montevideo. Esa campaña contó con otra paralela realizada (también con buques de guerra de los anglo-franceses) por los “voluntarios” italianos de Garibaldi que saqueó Colonia, Gualeguaychú, Salto, Concordia, Paysandú durante meses intentado llegar a Corrientes por el Uruguay, pero fue frenado por los ejercito federales de la zona.

Pero el más famoso de los combates es el de la Vuelta de Obligado, del 20 de noviembre de 1845. El primer intento efectivo y con recursos de detener a los invasores. Los imperialistas pasaron a un alto costo, aunque las bajas para las fuerzas federales fueron numerosas.

Sin embargo, se pierde de vista que el combate fue sólo eso, un combate. La estrategia federal era parte de una campaña de mayor envergadura, de hacer de la presencia extranjera en el Paraná una batalla permanente. En esta campaña se destacaron varios líderes de gran capacidad. Pero señalaremos a dos. El General Lucio Mansilla y el coronel Juan Bautista Thorne. Mansilla en general es conocido. Un guerrero de la independencia, combatiendo de todas las guerras desde su tierra juventud en las invasiones inglesas. Un profesional especialista en Artillería, pero capaz de organizar y conducir milicias o tropas de línea, defensas fijas o campañas móviles etc. Fue el planificador de la guerra en el “teatro de operaciones” del Paraná.

Thorne es menos conocido, nacido en Nueva York en 1808 llego al Río de la Plata como marino y se incorporó a las fuerzas de Guillermo Brown con las que luchó varios combates con éxito contra los brasileños, después fue marino de la Confederación (al igual que Brown) y el primero en navegar el río Colorado durante la campaña de Rosas. Pero evidentemente su vocación era también la artillería. Al frente de la misma estuvo en todas las batallas del ejército federal bajo el mando de Pascual Echague al principio y de Manuel Oribe después. Dirigiendo con éxito siempre el centro del dispositivo militar rosista en cada batalla, y ganándose el elogio del general Paz. Thorne fue artillero en Obligado y herido gravemente. Recuperado, quedó a cargo de la defensa en la Punta de Quebracho donde se libró la batalla clave que aquí recordamos.

El “teatro de operaciones” del Paraná fue organizado por Mansilla con baterías a lo largo de la costa sobre lugares donde habían barrancas y recodos o angosturas del río que favorecieran al defensor y perjudicaran a los navíos. Con la movilización de las milicias para prevenir cualquier desembarco y así hacer insostenible a los extranjeros la campaña. Lograr que sólo dominaran el terreno donde sus barcos estaban y no pudiera hacer pie en tierra. Además de perseguir con baterías volantes y las fuerzas móviles de caballería a los barcos enemigos cañoneándolos en la oportunidad que se diera o donde algunos mercante o militar se hubiera detenido.

Numerosos combates que sería extenso detallar. Vuelta de Obligado, San Lorenzo, Tonelero, Quebracho, Rosario, etc. Lo interesante es que las fuerzas argentinas cada vez obtenían mejores resultados. Y esto encuentra su punto más elevado en Quebracho.

El 4 de junio favorecidos por el viento norte los invasores se apretaron a cruzar por las defensas argentinas. No sólo cruzar, sino que debían destruir la posición, sino no existe “libre comercio”. Eran 95 barcos mercantes que volvían desde Corrientes y 12 de guerra que los escoltaban. Seis vapores, dos goletas, dos bergantines y una corbeta. Montaban 85 cañones y obuses de calibre 24 hasta 80, una batería de cohetes, balas explosivas y cañones rayados de mayor alcance y precisión.

Mansilla dispuso 17 cañones con 600 infantes y 150 carabineros. Una reserva de 200 infantes y dos escuadrones de lanceros de Santa fe, más su escolta. La batería principal y la infantería en el centro del dispositivo estaban al mando de Thorne. Sin embargo, las fuerzas argentinas se encontraban ubicadas en una posición de difícil alcance para las baterías de los barcos, sobre una alta barranca, y que por el contrario favorecían el alcance y fijación de objetivo para los cañones nacionales en lo angosto de río.

La batalla comenzó a las 11 hs. con el fuego patriota y se desarrolló favorablemente. Las baterías nacionales hacían estragos en los barcos enemigos y no podían ser silenciadas por la superior artillería de estos. Esta vez las municiones no se acabaron y los mercantes eran víctimas de impactos. Los buques de guerra debían interponerse para salvar el convoy y eran a su vez dañados. Ante la imposibilidad de un blanco limpio los invasores desembarcaron en la orilla opuesta sus baterías de cohetes, pero con resultado infructuoso. La batalla se saldo con el cruce de la flota, con graves daños a varios buques de guerra y el hundimiento de seis mercantes con su carga. Una gran pérdida en dinero y vidas para los invasores. Que dejaron 60 bajas (solo entre los militares) contra sólo un muerto y cuatro heridos federales. Los extranjeros no se atrevieron a desembarcar al no poder silenciar los cañones y por lo tanto se apresuraron a ganar rio abajo, mientras eran perseguidos por las baterías volantes de Mansilla. Mientras que la posición de Quebracho permanecía en pie. El rio no se podía navegar, esta incursión seria en único intento y no se repetiría, los costos tanto económicos como militares no lo permitían. Solo con numerosos refuerzos y la ocupación permanente del territorio sería posible.

La evaluación de los jefes de la flota fue que era imposible comerciar por el Paraná si no se invadía por tierra al país. Y que eso requería de un ejército de 10000 ingleses y 10000 franceses, y por lo tanto una movilización mucho mayor desde las metrópolis. La situación en el Plata comenzaba a saldarse a favor de la Confederación esta vez. A diferencia de en China, Egipto, Argelia, México etc. las flotas europeas no impondrían su orden mediante la fuerza. Poco tiempo después, primero británicos y luego franceses firmarían la paz en las condiciones acordadas entre Rosas y Oribe. El general Paz, sin sustento extranjero, al mando del último ejército “unitario” sería derrotado en Corrientes, Colonia seria recuperada y Montevideo al borde de la capitulación. Pero en ese momento surgiría una defección interna que daría por tierra con las victorias anteriores. Imponiendo la libre navegación de los ríos, como primera medida ante los encargados de negocios británico y francés. Es significativo que, en la constitución de 1949, en su artículo 18, esta ignominia se revierte. Sin embargo, eso es otra historia.

La batalla de Quebracho, dentro de la gran guerra que se dio esos años por el derecho a decidir independientemente el destino de la región, es uno de los hitos más importantes, porque dejó a las fuerzas militares extranjeras fuera del juego, sin las cuales los liberales locales carecían de fuerza.

Es un hecho que nos debe mover a reflexión que hoy donde se libró esa batalla, la multinacional Cargill sea la dueña del territorio. Y que, por los puertos del río, exactamente en la misma zona donde las baterías de Quebracho, Obligado, San Lorenzo, Tonelero etc. obtuvieron sus victorias, sean extranjeros y penetren los barcos extranjeros tal como los invasores imperialistas intentaron hacerlo por la fuerza hace 175 años.

Nota de la Redacción

En 1960 la Batalla de Punta Quebracho fue parte de la Revista Hora Cero Extra Nº 23 en un episodio de 7 páginas en la serie Patria Vieja.  El guión del episodio fue escrito por H. G. Oesterheld, (que además dirigía la revista) como casi todos los episodios de la serie, y los dibujos eran del santafecino Juan Arancio. Héctor Germán Oesterheld fue detenido-desaparecido el 3 de junio de 1977 por la dictadura militar.