Posted on: 3 noviembre, 2014 Posted by: MULCS Comments: 0

América Nuestra N° 5 – año 1-noviembre 2014

Todo el espectro político habla de la crisis. Desde el propio gobierno hay reconocimiento de la misma. De la “oposición de derecha” ni hablar. De los centros empresariales y sindicales. Todos coinciden.

¿De qué crisis hablan? De la inflación, la recesión, el déficit fiscal, la pérdida de los superávits “gemelos”, la falta de dólares, la necesidad de seguir pagando la deuda externa, a todos, no solo a los “buitres”, la falta de inversiones….y de nuevos créditos internacionales…

Y todos se auto proponen para seguir gestionado la misma, la crisis, superarla y prometen avanzar hacia la prosperidad para todo el pueblo argentino.

Sólo se trata de “elegir” bien el año próximo.

¿Será así? ¿Eso es todo?

La desocupación que nuevamente ha comenzado a crecer, los bajos salarios, las condiciones de precarización laboral, la falta de viviendas, el deterioro de la salud, la educación, la marginalidad,¿todo se solucionará con este gobierno o el próximo? ¿sea cual fuere? ¿Ya sea la “continuidad con cambios” o viceversa, o alguna otra variante “Pro mercado”?

¿No será que la crisis es mas profunda? que tiene raíces, causas de las que no hablan ni unos ni otros?

Todos los “males” y “problemas” enunciados, ¿son nuevos? ¿Acaso no nos persiguen a lo largo de la historia? Unas veces de una forma, otras de otra, mas o menos gravemente o mas levemente.

Muchos pensamos que no son nuevos, y que si los “males” nos persiguen recurrentemente a lo largo de la historia de nuestro país, por lo tanto son manifestaciones de una crisis mucho más profunda. Que tiene que ver con el sistema político, económico, social y cultural en el que estamos inmersos y que es necesario, imprescindible, afrontarla, para poder salir de las verdaderas causas de la crisis y, con ello de sus manifestaciones.

¿Cómo afrontar esas causas profundas? Únicamente con medidas que lleguen al núcleo principal de la estructura que sostiene al capitalismo dependiente en el que vivimos.

Para empezar deberíamos aceptar que la deuda externa no sólo es impagable, sino que es ilegal, por fraudulenta e ilegítima, como ya fuera demostrado en el llamado “Juicio Olmos”, con el fallo del Juez Ballesteros, y por tanto hay que suspender su pago y reabrir una investigación a fondo de la misma. En cuanto a que es impagable, ya hace décadas que lo denunció Fidel y lo demuestra la experiencia nacional e internacional.

En el mismo sentido de recuperación de soberanía , “es necesario implementar una batería de medidas de transición que por su esencia vayan minando las estructuras capitalistas actuales. Esas medidas son las que se proponen al final de la nota Editorial”

En cuanto a las relaciones sociales y económicas instauradas a partir del golpe militar de 1976, y profundizada con los gobiernos neoliberales luego de recuperado el sistema democrático y que aún persisten, reafirmamos la necesidad de anular las leyes que las sustentan. Entre las que se destacan las apañan la tercerización, precarización, exclusión, las que rebajaron las contribuciones previsionales de las empresas; en suma, todas las leyes que profundizaron el deterioro de la vida de la clase trabajadora.

Gobierno y oposición derechista

¿Son lo mismo? No, claro que no.

Tampoco es lo mismo estar bajo una dictadura militar como la que, la inmensa mayoría del pueblo argentino repudia año tras año todos los 24 de marzo, a vivir bajo el actual régimen de ciertas libertades democráticas.

Pero para reflexionar sobre el gobierno y la oposición, al menos recordemos que muchos de oposición actual fueron parte de este gobierno, y muchos de este gobierno fueron parte de gobiernos anteriores, tanto del menemismo como el de la Alianza, y tanto de un lado como del otro hay quienes tienen vínculos con personajes de la dictadura. Al fin y al cabo todos y todas defienden un mismo sistema político, económico social y cultural: el capitalismo. Aunque dentro del mismo espectro se den diferencias, incluso diferencias tremendas y trágicas, ninguno cuestiona la esencia del sistema mismo sino que para ellos se trata solo de alternativas de “gestión” y relacionamiento con el imperialismo.

Lo aparentemente paradójico, es que por un lado el gobierno va asumiendo e impulsando medidas con las que la oposición acuerda, y simultáneamente la oposición manifiesta que en caso de ser gobierno mantendrá ciertas medidas del actual gobierno sobre la llamada “inclusión social”.

Podemos suponer, sin temor a equivocarnos, que ni el gobierno en lo que resta para su mandato, ni en el caso de su continuidad, sea quien fuere su candidato, ni la oposición en cualquiera de sus variantes en caso de ganar, llevará adelante medidas que vayan a las causas profundas de la crisis que padecemos y que someramente hemos anunciado.

Está claro que de lo dicho, en relación a la crisis, se desprende una realidad en relación al gobierno y la oposición: son parte inseparable del problema de la crisis de la que hablamos y no de la solución.

Las clases y su subjetividad

Por todo lo dicho es inaceptable que como clase trabajadora, siendo la mayoría de la sociedad y, no menos importante, producimos la totalidad de los bienes que cada fracción del capital se propone distribuir en su favor, debamos continuar pasando y padeciendo diversos “modelos” que se legitiman periódicamente con discursos en los que abundan tanto las auto alabanzas de una parte, como las severas críticas de la otra.

Es inaceptable que como clase trabajadora, debamos continuar padeciendo un presente de sometimiento mientras el futuro promisorio prometido por quienes hablaban del derrame nunca se hará realidad dentro de este sistema, se trate del capitalismo serio del kirchnerismo o de aquel con rostro humano bendecido desde el Vaticano. Cada vez queda más en evidencia que los cambios de camarillas, o dicho de otro modo, la proclamada alternancia en la administración del Estado no pueden solucionar los problemas de las grandes mayorías, producido por la clase hegemónica:

Los procesos de cambio del modelo de acumulación, introducido a sangre y fuego en los años setenta apuntaron a desarticular el movimiento obrero y desmontar las conquistas obreras. El imperialismo y los monopolios trasnacionales y locales se adueñaron del país, y con el ajuste neoliberal de Menem, De la Rúa, Duhalde y la devaluación del 2001/2002 se produjo un nuevo drenaje de los salarios hacia las arcas de la burguesía que triplicó sus ingresos. Estas políticas produjeron la fractura sindical, social y política de nuestra clase que quedó a la defensiva y sin un horizonte común. En tanto las clases dominantes tiene claro su misión histórica de sostener a toda costa el capitalismo. Eso explica por qué la pueblada de aquel 19 y 20 de diciembre que supo voltear un gobierno, en vez de parir nuevas fuerzas políticas de masas y antiimperialistas como lo hicieran las puebladas en Venezuela, Bolivia o Ecuador, dejara en manos del mismo PJ adalid de las privatizaciones y el neoliberalismo, la tarea de lavarse la cara para recomponer el estado y con él la dominación y la dependencia, amenazadas por aquella rebelión y los vientos de cambio en nuestra América.

La izquierda y la necesidad de construir fuerza política

En estos tiempos de crisis global del capitalismo y de enormes sacrificios, resistencias y luchas de los pueblos, la gran burguesía imperialista y sus socios locales utilizan todos los medios a su alcance para imponer salidas derecha, en el mundo y en nuestro país, Es imprescindible asumir esta realidad y aportar a la construcción de fuerza política, social, cultural e ideológica, con un con claro contenido anticapitalista, antiimperialista y socialista, con una mirada latinoamericana y esencialmente antipatriarcal. A la vez, y esto es sustancial por su carencia unitaria, que sea capaz de articular las diversas construcciones que asumen dicho contenido para no seguir dilapidando esfuerzos aislados de las organizaciones que día a día luchamos por las necesidades populares con una perspectiva de cambio radical de la sociedad. Para darle a esas luchas un espacio, una organización política que las articule, sin que ninguna pierda su autonomía, que unifique sin homogeneizar. Que permita modificar el actual estado de situación defensivo de las luchas, para poder pasar a un estadio de ofensiva e imprimirle a las mismas la perspectiva de victoria.

Nuestro pueblo, su clase trabajadora, los sectores más marginados y postergados, los pobres de toda pobreza, a lo largo de la historia argentina hemos sabido enfrentar a los gobiernos más reaccionarios, aun a costa de de miles y miles de perseguidos, encarcelados, torturados, asesinados y desaparecidos.

En estas últimos décadas, en que las libertades democráticas que conquistamos son vulneradas a través de miles de cesanteados de sus trabajos o procesados, con presos políticos e incluso asesinados por luchar hemos construido, y seguimos haciéndolo, organizaciones de todo tipo para sustentar nuestras luchas.

No obstante continúa haciendo falta que todas las organizaciones y militantes populares y revolucionarios pongamos énfasis práctico, concreto en aportar a la unidad del pueblo y a la construcción de esa fuerza política que falta en nuestro país.

Ese es el sentido de la existencia del MULCS. Pongamos manos a la obra en la construcción de una fuerza política alternativa que contribuya a concretar el cambio social que necesitamos: aquel que acabe con toda forma de opresión y explotación entre los seres humanos.

RECUADROS

La burguesía

La burguesía se conformó aquí según los destinos marcados por el pasado colonial, en el que, por una parte la apropiación del suelo fue a costa del genocidio de los pueblos originarios, la producción, con fuerza de trabajo esclava y esclavizada; por la otra, otro sector se dedicaba al contrabando a espaldas de la metrópoli. En este marco surgió el marid aje compuesto por terratenientes y hacendados, lo que determinó la estructura económica basada en la producción de productos primarios y una distribución demográfica diferenciada según las condiciones existentes favorables para ese tipo de producción. La importación de colonos europeos en el siglo XIX configuró también la fisonomía de la población, sobre todo la de la pampa húmeda.

Esta configuración se ha mantenido, en general, hasta casi mediados del siglo XX. En la actualidad, según Imaz, la burguesía terrateniente ocupa el 32% sobre todo en las provincias de Buenos Aires, Córdoba, Entre Ríos y Santa Fe, pero también en el resto del territorio existen propietarios de cuantiosas hectáreas de tierra.

Los años noventa originaron procesos de vastas consecuencias: a) la introducción del modelo sojero con la apertura hacia los pooles de siembra conformados por capitales financieros internacionales que buscaban anclajes en la economía real; b) la amplia privatización de los servicios portuarios (Ley 24.093 y Decreto Reglamentario 769/93), con lo cual los exportadores de granos pasaron a controlar los puertos; c) un nuevo impulso en función de la concentración de tierras debido al endeudamiento de los pequeños propietarios que perdieron sus parcelas por las deudas contraídas con los bancos. Éstos no demoraron en proceder con los remates; se calcula que 300.000 familias perdieron la titularidad de sus parcelas en esa década.

Las apropiaciones ilegítimas, sobre todo en el interior, para desplazar a campesinos de sus posesiones a fuerza del matonaje también estuvieron a la orden del día.

Los bancos procedieron con métodos menos espectaculares pero igualmente violentos Las “mujeres en lucha” de la Pampa adquirieron notoriedad a nivel nacional cuando se organizaron para parar las ejecuciones, sólo lo lograron en localidades pequeñas.

Pero pese a que la burguesía agraria ha sido la ganadora de las crisis nacionales, los trabajadores del campo mantienen el último lugar en la escala salarial del país, cuando en el mejor de los casos obtienen el salario mínimo.

La clase trabajadora

Como los antecedentes de la burguesía urbana los encontramos en las actividades fabriles subsidiarias como las fábricas de zarandas para la maquinaria agrícola, los talleres de sulquis, de herrerías y metalurgia que, entre otras se incrementaron a fines del siglo XIX. Los propietarios de estos talleres transformaron el trabajo artesanal en trabajo asalariado, lo cual, como sabemos, trajo consigo la enajenación del producto del trabajo. En estos talleres, las condiciones de trabajo eran jornadas laborales superaban con creces las diez horas diarias, sin días de descanso, por lo que las organizaciones obreras debieron enfocar estos aspectos en primer lugar. Los gremios de oficios formaron mutuales de las que surgieron sociedades de resistencia.

La inmigración socialista y anarquista dio un impulso significativo a estas sociedades en cuanto ayudaron a precisar los intereses propios de la clase trabajadora. Así fueron organizándose los primeros sindicatos con principios de clase y espíritu revolucionario. ¿Pero, dicho sea de paso, es casual que este enfoque de la historiografía omita aquella tradición de lucha que se nutrió

de otras vertientes como la sublevación de esclavos en Córdoba o las defensas territoriales que hicieron pueblos originarios, entre otras, las luchas de diaguitas, tehuelches, quilmes (de más de un siglo) o la del pueblo mapuche al que nunca pudieron colonizar?

Con la creación del primer sindicato argentino, la Unión Tipográfica en 1878, se inicia un proceso ininterrumpido de luchas. Un año después declara la primera huelga en Argentina, contra la reducción de salarios. La huelga sorprende y logra la aceptación de lo exigido: se aumentan los salarios, se reduce la jornada a 12 horas y se excluye a los niños menores de doce años. Sin embargo, al poco tiempo, se reimplantan las viejas condiciones de trabajo y el sindicato desaparece.

Desde entonces la organización al interior fabril ha pasado por diversos modelos de explotación desde las formas tayloristas, pasando por el fordismo y el toyotismo, todos tendientes a incrementar la tasa de ganancia mediante el aumento de la productividad y la reducción de los costos laborales, lo que, para nosotros implica mayor explotación en menor tiempo. Hemos vivido estos procesos tanto instrumentados por capitales nacionales como extranjeros. Hemos vivido representaciones sindicales genuinas y de las otras. Lo que nos ha quedado claro y con absoluta contundencia es que no será la democracia burguesa con las que alcanzaremos la liberación de las condiciones de vida que hoy como integrante de las grandes mayorías, nos oprimen.

Por eso, quienes vivimos del trabajo nuestro, como integrantes de la clase recogemos la tradición de lucha de generaciones de trabajadores y trabajadoras y recogemos las banderas de la liberación y emancipación definitiva.