Posted on: 6 noviembre, 2020 Posted by: MULCS Comments: 0

Frente a la ofensiva devaluacionista, el Gobierno pacta con los de arriba, y avanza con la disminución del salario real, de los subsidios imprescindibles para la supervivencia, y con los desalojos de quienes luchan por tierra para vivir. En ese marco, más que nunca, necesitamos la unidad social y política de las y los de abajo, con un proyecto propio y masivo, para derrotar a los enemigos de nuestro pueblo trabajador.

7/11/2020

Un mundo en crisis, un mundo en disputa

La crisis económica y política internacional se sigue desplegando. La pandemia continúa creciendo en buena parte del mundo, en especial en nuestro continente, y se vive una “segunda ola” en Europa, mientras se desarrolla una pelea económica y política por la efectividad de las distintas vacunas, entre las corporaciones farmacéuticas y también entre los Estados. El debate entre los distintos modelos para abordar la crisis sanitaria se inscribe en la disputa hegemónica entre Estados Unidos y China, y claramente el capitalismo ultra individualista yanqui se contrapone al “capitalismo de Estado” chino. Con un lenguaje propio de la “Guerra Fría”, aparecen prevenciones contra la vacuna rusa en el mundo y en nuestro país.

En ese marco, se desarrollaron las elecciones norteamericanas, con una participación que superó al 66 %, la votación más alta en un siglo en esta “democracia restringida”. El sistema dominante yanqui, “el poder permanente”, sabe que más allá de quien gane seguirá controlando los resortes del poder económico y político. Sin embargo, los poderosos tienen varios problemas pendientes: disminuir las protestas y los reclamos de la comunidad afroamericana; del movimiento de mujeres, y el gran descontento social que se expresa por fuera del sistema electoral. Vemos nuevamente como EEUU tiene un sistema electoral profundamente antidemocrático, que busca limitar la participación (el voto no es obligatorio, y la elección es un…martes), e impide el surgimiento inclusive de candidates y fuerzas reformistas. En las elecciones de 2016, hasta se mostró como ganó Trump aún con menos votos que su rival, porque lo que importa es la suma de electores por estados y no los votos por habitante.

En estos años, Trump expresó a un sector del gran capital “aislacionista” que buscó recuperar peso entre los sectores medios y de trabajadores del interior profundo de esa potencia, y mostrarse agresivo contra el avance de China y en contra de las luchas de los pueblos de todo el mundo, bloqueando económicamente a la Venezuela Bolivariana y ampliando el histórico bloqueo contra Cuba. Por otra parte, Biden expresa al sector dominante de los demócratas, vinculados con la globalización capitalista y con el capital financiero, que viene dirigiendo esa corporación política desde los tiempos de Clinton.

Claramente, ninguno de estos candidatos expresará el enorme descontento de distintas capas de la sociedad norteamericana. Al mismo tiempo, la mayor participación electoral es un reflejo distorsionado del clima de desencanto y descontento social. Millones de afroamericanos, de mujeres, una parte importante de los sectores populares más empobrecidos, votan contra Trump, que ha basado su política en el odio hacia les pobres, la comunidad afroamericana y latinoamericana, y hacia todes aquelles que protestan contra una situación estructural profundamente injusta y desigual. Al mismo tiempo, una parte importante de la clase trabajadora vota contra Biden visto como el candidato de Washington y de Wall Street.

La desigualdad inherente al capitalismo concentrado se potencia con la pandemia, que deja al descubierto la falta de un sistema de salud público, pero ese reclamo, como tantos otros del pueblo norteamericano, no se traducirá en políticas favorables a la mayoría de la población

Al cierre de esta nota, el triunfo de Joe Biden parece definitivo después de varios días de escrutinio, pero Trump proclama un fraude muy difícil de comprobar y amenaza con una fuerte disputa judicial y mediática, que pone en cuestión las formas limitadas de la “democracia” que rige en el imperialismo yanqui.

Más allá de esta enorme crisis, que traslada al terreno electoral interno la crisis de hegemonía que tiene el imperialismo yanqui con su propio pueblo y a nivel internacional, la disputa entre EEUU y China seguirá adelante.

La carta de Cristina Fernández y la “bandera blanca” para los de arriba

Al calor de la crisis sanitaria y económica en todo el mundo, la situación en nuestro país se continúa agravando. Como venimos diciendo, aumentan la pobreza, la miseria, la precarización laboral, y la desocupación; y al mismo tiempo disminuyen los salarios, los derechos sociales, la salud y la educación pública.

En ese marco, en las últimas semanas el gobierno del Frente de Todos, que viene sosteniendo una política de negociación con el poder real (los bancos y el capital financiero, los grandes grupos empresarios, las empresas de desinformación masiva), ha profundizado enormemente esa posición, en un gran volantazo hacia posiciones aún más favorables al gran capital y al FMI.

Un puñado de bancos, de exportadoras y de grandes empresas industriales y de servicios busca obligar al Gobierno a una mega devaluación del dólar oficial para maximizar sus ganancias y/o disminuir sus costos salariales. Para frenar esa ofensiva devaluacionista, la conducción del Frente de Todos intentó distintas políticas que no funcionaron, y finalmente hizo un “pedido de paz” al poder real, asegurando que va a bajar el déficit fiscal (disminuyendo o eliminando los subsidios del IFE y los ATP), y limitando los aumentos salariales (como dijo claramente el ministro de Trabajo, Moroni: “el salario será el que podamos pagar”).

Por esa vía, lograron disminuir el precio del dólar “blue” (que en dos semanas ha bajado 40 pesos por dólar), y buscan un acuerdo con el FMI, mientras siguen pensando en la posibilidad de pedir una parte de la plata no girada del acuerdo de Macri con el Fondo en 2018. Tal vez puedan evitar una gran devaluación, pero por ese camino vuelven a ganar los de siempre, y desde el pueblo trabajador volveremos a sufrir una nueva rebaja de nuestros ingresos y de nuestros derechos sociales y laborales.

Un momento importante de este volantazo antipopular está en el contenido profundo de la carta de Cristina Fernández de Kirchner, a diez años del fallecimiento de Néstor. En la carta sobresale una idea fuerza: hay que buscar un gran acuerdo con los sectores económicos, políticos y mediáticos, para terminar con el “bimonetarismo”. En concreto, hay que acordar con los que mandan, para impedir una devaluación brutal que arrase con los ingresos de millones que vivimos en nuestro país, y para que ese golpe de mercado no se lleve puesto el capital político del PJ y el FdT para manejar las crisis y conservar el control del Gobierno.

Al desarrollar este concepto, Cristina finge ignorar que el problema central es el capitalismo dependiente, y que la importancia que tiene el dólar en nuestra economía (el “bimonetarismo”) es sólo un síntoma de esa enfermedad principal.

El gobierno del Frente de Todos busca ese acuerdo por arriba, y parece abandonar la propuesta histórica del PJ frente a los momentos de crisis: un Pacto Social que incluya a las grandes empresas, la Iglesia, las cúpulas sindicales, y en la última etapa a las direcciones de los movimientos sociales alineados con el Gobierno. Este modelo de Pacto Social no ha funcionado nunca completamente, ya sea por la enorme resistencia de les trabajadores (como ocurrió en el último gobierno de Perón), como por la inexistencia política y el escaso peso económico de una “burguesía nacional” capaz de defender “intereses nacionales” para limitar la voracidad del imperialismo, del capital financiero y de sus socios locales. En los últimos intentos de Pacto Social, que contaron con la mayor parte de las conducciones burocráticas siempre dispuestas a ceder derechos laborales y sociales de la clase trabajadora, los sectores dominantes del empresariado se propusieron ampliar sin límites sus márgenes de ganancia y su política de presionar siempre al Estado para hacer crecer sus privilegios.

En este contexto, la coalición gobernante elige conscientemente un acuerdo sólo con el poder real (bancos y capitales financieros, agroexportadoras, y los grupos empresarios que manejan el comercio, la industria y los servicios). Intentan hacerlo sin perder el contacto y el control con el mundo de “los de abajo”. Mientras tanto, la derecha expresada por Juntos por el Cambio, los sectores más derechosos del PJ, los grupos mediáticos, buscan principalmente cómo representar en mejores condiciones al poder concentrado del que son parte, que domina nuestra vida económica y política desde hace décadas.

Vemos que la política del Gobierno de arreglar con el poder supuestamente para limitar políticamente el espacio de la derecha sirve justamente para lo contrario: la derecha, como expresión de la gran burguesía, es cada vez más poderosa ante cada retroceso del elenco gobernante. El Frente de Todos les cede la iniciativa política, y en ese marco la perspectiva es más derecha, y menos contemplación para los reclamos obreros y populares.

¿Quién le pone el precio al dólar?

Es irreal pensar que el precio del dólar “blue” y de los dólares financieros (Contado con liqui, Bolsa y otras variantes) es fijado por un mercado anónimo e impersonal, y mucho menos que les responsables de su aumento sean las personas que compran unos pocos dólares para intentar mantener sus ahorros. En un mercado financiero chico en términos internacionales, cuando los agroexportadores tienen peso decisivo para las necesidades de ingresos de divisas que requiere el Estado nacional, unas pocas empresas y bancos pueden fijar el precio de todas las variantes del dólar, según sus conveniencias económicas y políticas.

Por supuesto, para lograrlo cuentan desde hace muchos años con la inexistencia de control estatal sobre el dólar paralelo, con el descontrol en las declaraciones de las exportaciones agropecuarias, con el manejo de los puertos por parte de las propias exportadoras, y de todo tipo de maniobras que fortalecen más el “poder de fuego” de ese sector empresario.

En la Argentina, quienes controlan el dólar también manejan el precio de los alimentos, la política cambiaria, y siempre que los dejen, controlan la política económica y las relaciones internacionales (recordemos cuando nos decían que “estamos aislados del mundo”, hablando del mercado internacional de créditos y deudas).

En síntesis, en nuestro país quienes controlan el poder controlan el dólar, los mercados financieros, y el precio de la comida. Discutir quien controla el comercio exterior y las divisas es discutir quienes mandan en nuestro país

Si no se cambia de verdad la política económica, si no se avanza hacia el control de los principales productos de exportación y hacia el control de los bancos mediante una fuerte banca pública, el puñado de poderosos será cada vez más fuerte, los gobiernos serán más débiles aunque sea para limitarlos, y las mayorías populares deberemos soportar cada vez peores condiciones de vida y más penurias.

Quitarles el poder económico y político es fácil de decir, pero no tan fácil de realizar. Para hacerlo, hay que cambiar una relación de fuerzas desfavorable para la clase trabajadora y los sectores populares, y construir fuerza política con vocación de poder y de masas, con programa y con claridad estratégica. Se trata de convencer, con la palabra pero sobre todo con la práctica cotidiana, a millones de compañeres de nuestra clase y de nuestro pueblo que es preciso hacer juntes un frente político que deje atrás a quienes siempre buscan conciliar entre los intereses de los poderosos y las mayorías populares. Buena parte del movimiento popular sigue confiando en el camino por el Frente de Todos, convencides que es la única forma de parar a la derecha más reaccionaria. Con esa enorme base popular hay que buscar cómo dialogar, pegando juntes contra las iniciativas más antipopulares, y marcando con claridad las limitaciones estructurales de la conducción del FdT.

Frente a este retroceso del Gobierno, hay que construir más fuerza propia desde las mayorías populares. Como decía un cantito del movimiento popular, se trata de pasar de la resistencia a la victoria. Mientras participamos de todas las luchas de nuestro pueblo trabajador, hay que ir dando pasos firmes hacia la construcción de una alternativa popular y masiva, feminista y antiimperialista, socialista y anticolonial, que dispute el poder a nuestros enemigos de siempre.

La sagrada propiedad: La lucha de Guernica. Tierra para Vivir

Como una de las consecuencias de este giro a la derecha, el miércoles 28 de octubre el Gobierno provincial de Kicillof, en estrecha comunicación con el Gobierno nacional, tomó la decisión de cortar la negociación con las vecinas y vecinos de la recuperación de tierras de Guernica, y con las organizaciones territoriales que participamos de esa lucha popular desde fines de julio.

No sabemos si tomaron esa decisión a último momento, enmarcándola en el acuerdo general con el poder real y la derecha política, o si en verdad la negociación fue una especie de maniobra de distracción, mientras preparaban la represión. En cualquier caso, el resultado fue el mismo: un violento desalojo, con balas de goma y palos para cientos de vecines de Guernica privados de todo derecho y con quienes nos solidarizamos, el incendio intencional de las humildes casillas y carpas, la desprotección de los sectores más empobrecidos de nuestro pueblo. Antes y después de la represión de la madrugada del 29 de Octubre, el Gobierno de la provincia de Buenos Aires reprimió y desalojó una gran cantidad de recuperaciones de tierras y lo mismo hicieron otros gobiernos provinciales. La represión en Guernica los envalentonó incluso para desalojar barrios ya construidos, con argumentos de dudosa legalidad, como ocurrió en el barrio Stone, en Escobar.

Al elegir ese camino, el Frente de Todos eligió el rumbo que le marcaron los sectores de derecha de su propia coalición (como Massa, que propuso quitar cualquier ayuda estatal a quien tome una tierra para subsistir), de Juntos por el Cambio, y los medios de comunicación dominantes, que provocaron una enorme psicosis social con ese eje.

El discurso sobre la vulneración de la propiedad privada copó todos los medios de comunicación, anunciando que venían hordas de personas empobrecidas que iban a tomar control de todo lo que pudieran, incluso de las casitas de verano en los pueblos del Partido de la Costa, donde veranean sectores de laburantes. Con un discurso reaccionario y xenófobo, agitaron el miedo y la discriminación en buena parte de la sociedad.

En ese marco, los sectores progresistas del Frente de Todos quedaron nuevamente golpeados, y varias corrientes salieron a repudiar la represión y los desalojos de tierras. El Gobierno provincial ni siquiera cuidó la relación con los organismos de derechos humanos que actuaron como veedores en los censos realizados en la recuperación de tierras de Guernica, como el CELS (Centro de Estudios Legales y Sociales) y el SERPAJ (Servicio de Paz y Justicia). El CELS forma parte de la mesa de organizaciones de derechos humanos vinculada a las posiciones del FdT, y el SERPAJ había manifestado coincidencias con algunas políticas del Gobierno (por ejemplo, con la presencia de Pérez Esquivel en la campaña contra el hambre a principios de este año).

Frente al problema que significaba el desalojo violento de Guernica para buena parte de su propia base social y para las corrientes progresistas que integran el frente gobernante, desde el Gobierno provincial salieron a dar una versión falsa de los hechos, con un discurso macartista hacia la izquierda, y mintiendo sobre la negociación y los acuerdos que estuvieron cerca de lograrse. Como una primera respuesta desde les vecines y organizaciones que participamos activamente en esta lucha, se realizó un comunicado conjunto (http://mulcs.com.ar/index.php/2020/11/04/que-paso-en-guernica/).

El miércoles 28 de octubre se había llegado a un acuerdo, votado por tres de los cuatro barrios de la toma de Guernica, y en ese momento el ministro de Desarrollo de la Comunidad, el “Cuervo” Larroque, informó que no podía garantizar el cumplimiento de ese acuerdo sin el aval explícito del reaccionario fiscal Condomí Alcorta. A Larroque y al Gobierno provincial no le importó la situación de las más de 1.400 familias registradas en el último censo, y le dejaron paso a la represión encabezada por el ministro Berni, coherentemente dispuesto a reprimir desde el primer día en defensa de la propiedad privada.

Frente al desalojo violento, hubo resistencia, claro que en condiciones muy desiguales ante una fuerza de más de 4.000 policías de la Bonaerense, con sus hidrantes, gases, palos y escudos.

La lucha en Guernica no ha terminado y seguimos trabajando, en peores condiciones, para defender a les vecines y ayudar a la organización del pueblo empobrecido. La única lucha que se pierde es la que se abandona, y no estamos dispuestes a abandonar ni un poquito.

El papel del MULCS y de los movimientos populares

Para el MULCS, la lucha de Guernica nos dejará importantes enseñanzas, tanto en los aciertos como en los posibles errores. Toda organización popular con intenciones revolucionarias debe aprender de las experiencias de lucha, aprender del pueblo en movimiento, y buscar comprender y sintetizar esos aprendizajes. Una organización militante debe analizar lo más profundamente posible los hechos, y luchar para cambiar todo lo que debe ser cambiado.

En la organización junte a les vecines de Guernica, participamos varios movimientos territoriales: MULCS, FOL, FPDS – Corriente Plurinacional, OLP Resistir y Luchar, MTR Votamos Luchar, Barrios de Pie – Libres del Sur, Polo Obrero. También tuvieron una participación importante desde la Gremial de Abogados y Abogadas, que colaboraron en la defensa legal y en la búsqueda de soluciones para las familias sin techo, y también, como ya señalamos, el CELS y el SERPAJ.

No pretendemos hacer un balance completo de la actuación de los movimientos territoriales, de los organismos de derechos humanos, ni de todas aquellas organizaciones y personas que participaron y participan de esta lucha popular.

Pero nos parece importante marcar que la unidad de la mayoría de las organizaciones populares en el territorio, y la colaboración de organismos de derechos humanos, permitió sostener durante más de tres meses la recuperación de tierras más extendida y organizada de los últimos años, y esa misma unidad nos permite seguir manteniendo instancias de organización de las vecinas y vecinos, y seguir reclamando Tierra para Vivir, y Vivienda digna.

Desde el MULCS buscamos y buscaremos siempre la mayor unidad posible, y la unidad del activismo es siempre un medio para lograr la unidad de las masas populares. La enorme solidaridad popular conseguida, que se sigue manifestando en estos días, es un reflejo práctico de la simpatía conquistada en sectores de nuestro pueblo, a pesar de la campaña demonizadora de los medios de desinformación masivos.

En ese sentido, estamos orgulloses de la lucha realizada, de la unidad popular en serio lograda en Guernica, que se transformó en un ejemplo en todo el país para las luchas por tierra y vivienda. Sabemos que ningún avance de verdad se consigue sin la participación de un sector importante de las masas, y que sin la masa atenta, decidida, solidaria y pensante no hay ninguna organización que soporte los avatares de la lucha y de la reacción de nuestros enemigos de clase.

Seguiremos apostando por la unidad del activismo, de los movimientos populares y de izquierda, y a la unidad de base en todos los territorios donde lucha nuestro pueblo laburante. Al mismo tiempo, apostamos a la construcción de nuestro Movimiento, desde donde venimos sosteniendo una dura lucha para consolidarnos y organizarnos en cada lugar donde actuamos.

Sostenemos una política unitaria, construyendo el Movimiento de los Pueblos, en el frente de lucha territorial, y en todos los ámbitos donde participamos (en los lugares de trabajo y los sindicatos, en la unidad latinoamericana, en el movimiento de mujeres y diversidades, en el movimiento de derechos humanos y en el Encuentro Memoria, Verdad y Justicia). Somos parte del pueblo trabajador, una parte aún pequeña pero organizada, y actuamos como parte de ese pueblo, dando cuando se puede un paso adelante, siempre como parte de esa tierra popular. Actuando con humildad y firmeza, con claridad política e iniciativa práctica, seguiremos organizando, aunque seguramente habrá más derrotas parciales y también más triunfos transitorios.

Una salida popular y de masas a la crisis

El rumbo emprendido por la conducción del Frente de Todos ya es evidente, lamentablemente para los sectores populares que confiaban en que sería un rumbo de mayor bienestar para las mayorías. Por otra parte, las políticas de la derecha están claras para la mayoría del pueblo, y provocan un lógico repudio en muchísimes compañeres en todo el país.

Falta construir entre las masas una alternativa popular, desde abajo y a la izquierda, que se proponga en serio derrotar a la derecha, al imperialismo y a los poderosos, que construya una unidad que no sea dirigida por quienes siempre terminan arrugando con los de arriba. Para avanzar en un proyecto popular de transformación social, necesitamos más fuerza y más organización, y para construirlas, al calor de la movilización y las luchas reivindicativas que necesariamente seguirán desarrollándose, hay que debatir y contribuir a que crezca la conciencia popular y de clase. Para asumir masivamente que no se pueden realizar cambios en favor de les de abajo sin enfrentar a los que mandan, a los grandes burgueses y oligarcas, a la derecha, al FMI y al imperialismo yanqui.

En nuestra opinión, esa es una tarea central y estratégica, y el diálogo con las corrientes progresistas que actúan en el Frente de Todos sólo sirve si se subordina a esa estrategia, y no al revés subordinando la lucha obrera y popular a las necesidades o especulaciones de esas corrientes y sus dirigentes.

En el campo de la izquierda, seguimos impulsando la mayor unidad en las luchas de todo tipo, y buscando elementos comunes para la intervención conjunta. Sin embargo, la política sectaria de las fuerzas del FIT no ayuda a construir el amplio y masivo frente que se necesita para entusiasmar y organizar al activismo social y a los sectores de masas que están dispuestos a ir por más. Lamentablemente, la actuación de estas corrientes compañeras en la recuperación de tierras de Guernica ha sido sectaria y divisionista, ahondando las diferencias en vez de buscar la unidad en la acción.

Nuestra clase y nuestro pueblo han dado muestras de sobra de la capacidad de luchar por nuestros derechos colectivos, y esa resistencia es temida desde hace décadas por los sectores dominantes en nuestro país, y vista como un “mal ejemplo” por el imperialismo para los pueblos de nuestro continente. Esa enorme fuerza social, la que hizo el Cordobazo y la rebelión popular de 2001, sumó en los últimos años a un inmenso movimiento de mujeres y diversidades sexuales, que es ejemplo en Nuestra América de feminismo popular. Ahora es más cierto que nunca que sin las mujeres la lucha va por la mitad.

Pero a esa enorme historia, y a ese presente tan rico, hay que sumarle perspectiva de futuro: hay que construir alternativa política de las y los de abajo, con programa y organización propias surgidas de la unidad del activismo y el pueblo en lucha.

Sabemos que la pelea contra nuestros enemigos es siempre muy desigual, con la cancha inclinada: tienen casi todos los recursos económicos, políticos, mediáticos, represivos, y sobre todo tienen la capacidad de influir con sus ideas dominantes sobre las clases y capas dominadas.

A ese poder concentrado debemos oponerle la organización masiva y consciente de las mayorías populares, de nuestra clase trabajadora y de todos los sectores populares que se oponen a la miseria, la pobreza y la explotación, y en ese camino habrá que superar cada limitación, cada traba, cada mezquindad. Con la cabeza fría y el corazón caliente, con una línea de trabajo en y para las masas, seguramente más temprano que tarde nuestro pueblo trabajador saldrá adelante, retomando lo mejor de nuestra historia, enraizado con las luchas actuales de los pueblos de Nuestra América.