Posted on: 13 febrero, 2021 Posted by: MULCS Comments: 0

13/02/2021-

Les trabajadores de la educación sabemos que un 2021 sin presencialidad escolar tiene costos pedagógicos catastróficos, pero, aun así, ello no habilita a la vuelta a las clases físicas si las condiciones de la práctica educativa y la infraestructura de las escuelas no están garantizadas, más allá de las presiones de los medios y de las propuestas políticas que en un año electoral también provienen del Gobierno y sus aliados, así como de su oposición política más reaccionaria.

El Gobierno nacional tiene desde mediados del año pasado lineamientos federales bajo protocolos de seguridad sanitaria que fueron adoptados en las distintas provincias y convenidos en el Consejo Federal de Educación, con el acuerdo de los principales sindicatos docentes encabezados por la CTERA.

En el caso de la provincia de Buenos Aires, los lineamientos federales fueron traducidos en un Plan Jurisdiccional para el retorno a clases con el acuerdo de las direcciones sindicales aliadas al Gobierno. Dicho plan determina que la presencialidad dependerá de un indicador denominado “semáforo epidemiológico” distrital cuyo “algoritmo” arroja intensidades bajas, medias y altas, y está queriendo ser manipulado en estos días. Los “algoritmos” son frecuentemente utilizados en las redes sociales para la manipulación emocional, social y políticas de las poblaciones, un método que crece en los últimos años en todo el mundo. Pero no podemos asegurar que sea una metodología efectiva para tratar el problema de la pandemia en nuestras escuelas, y dudamos con razón de esa posibilidad. En las escuelas siguen brillando por su ausencia las medidas de distanciamiento y cuidados hasta el momento. Recién se están empezando a distribuir kits a las escuelas para que puedan cumplir con algunos requisitos.

Lo previamente enunciado sólo servirá para una foto, y como un punto de partida. Pero el sistema educativo nos demuestra en su historia que, más allá del trabajo constante y del voluntarismo de miles y miles de docentes, se esconde una maraña de abandonos y negligencias organizativas, pedagógicas y presupuestarias que nos dan cuenta que una foto de arranque en las escuelas por presión política, mediática y de seguidismo de las dirigencias sindicales no es lo mismo que una película del día a día con las complejidades reales que se plantean en los lugares de estudio.

La verdad es que el Gobierno nacional se jugó a pleno a la vacunación del personal docente para un inicio rápido, pero por las dificultades en la llegada y distribución de vacunas no se ha realizado, ni se realizará en el corto plazo. Ahora para lograr algún tipo de presencialidad deben activarse mecanismos de suplencias a les trabajadores docentes y auxiliares, que no pueden asistir por comorbilidades. Esto no está ocurriendo y las suplencias (“dispensas”) brillan por su ausencia, más allá de la publicidad del Ministerio de Educación.

Por otro lado, la complejidad de armar un esquema de presencialidad en cada escuela y su monitoreo constante son dejados al azar de los equipos directivos e inspectores que, muchas veces por presión de la carrera y del escalafón jerárquico, no enfrentan las “bajadas” ministeriales ni abren las decisiones a la comunidad educativa que incluye necesariamente a otros sectores, como les propios docentes, las familias, les pibes, auxiliares, preceptoras y preceptores, etcétera. En el imperio de la verticalidad del sistema capitalista, el mundo educativo público no es la excepción.

La realidad en nuestras escuelas

La presión del inicio inminente en las escuelas privadas (mayormente subvencionadas por el Estado) políticamente es un condimento adicional no menor para estigmatizar al sistema estatal público como obstaculizador. También para el Gobierno, y mucho más para los sectores de su oposición derechista, es la posibilidad concreta de demostrar que nos pueden torcer el brazo a les laburantes docentes en un acto ejemplificador no menor. A esto se le suma la realidad de vida de muchas familias cuyo cuidado de les pibes se les torna muy difícil por cuestiones que exceden al sistema educativo, pero que impactan en estas presiones: el trabajo precarizado, la finalización de licencias laborales por cuidado de niñes a cargo, el incumplimiento de normativas laborales en los ámbitos de trabajo privado, etcétera.

Como siempre, la soga de la mayor desigualdad se corta en el lugar más delgado, que es el de los sectores más postergados de nuestro pueblo en sus derechos plenos. Nada se hizo para solucionar la conectividad y carencia de dispositivos de manera significativa para poder tener una virtualidad más digna. Muches pibes viven con familiares de edad muy avanzada o con algunos que son más jóvenes, pero tienen comorbilidades. También se usa frecuentemente el transporte público para moverse.

Todos estos factores son reproducibles al conjunto de los docentes, que también sufrimos en buena medida algunas o todas estas características, y tenemos un salario promedio cuya capacidad adquisitiva perdió un 25% en términos reales por lo menos en los últimos cinco años. En el sector de les auxiliares de escuelas, perdimos un 35% del salario real en el mismo período. El criterio para la designación de auxiliares suplentes es el mismo que antes de la pandemia (una persona trabajando cada cuatro aulas), sin tomar en cuenta que se multiplican las tareas según los propios enunciados de los protocolos ante el covid19.

¿Cerraran las escuelas cuando tenga que faltar algún auxiliar de limpieza o se averíe algún termómetro? ¿Quién consolara al pibe o al docente que contagió a su abuelo o se enfermó por haber contraído el covid19 en la escuela o en el bondi? ¿Cómo se puede establecer un vínculo pedagógico en el aula haciendo abstracción de todas estas inseguridades? Estos son un par de interrogantes entre cientos que se nos pueden ocurrir.

Muchos países más desarrollados que el nuestro han tenido que dar vuelta atrás con la apertura escolar, como ha ocurrido en Alemania. No creemos que por mero chauvinismo nacional la argentinidad al palo nos permitirá doblegar al virus y sus variantes nuevas que están ingresando al país.

Seamos responsables y claros, esta decisión no puede quedar supeditada al capricho de las direcciones escolares. Es fundamental la participación de la comunidad educativa, que debe ser escuchada. Una política participativa y efectiva debería monitorear la situación en cada escuela, mediante comités de toda la comunidad educativa (madres y padres, docentes y auxiliares, alumnes). Aplaquemos mediante la lucha política y discursiva gestando asambleas para hacer oír que hay que poner fin a la inmediatez y ansiedad del mundo del capital. Resulta vital volver a privilegiar la salud y la vida de nuestres pibes y de nuestro pueblo para que podamos recrear un clima escolar afectivo y de cuidado del que tanto carecemos.