América Nuestra N°2 – Año 1- diciembre 2013 –
La necesidad de una política que contemple todas las necesidades populares
Es el mismo sistema en su accionar el que genera un sinnúmero de problemas para nuestra clase, en el camino de de llegar tener cierta calidad de vida, más allá de los bienes materiales.
El sistema capitalista nos impone constantemente desafíos en nuestra lucha por derrotarlo. Si bien en el seno de la lucha de clases, el sujeto revolucionario continúa y continuará siendo siempre la clase trabajadora, los problemas a enfrentar se diversifican, y por ende, debemos complejizar la mirada sobre estos temas.
La “explotación del hombre por el hombre” y de éste hacia las demás especies no puede ser atribuida a la sociedad toda. De ser así, estaríamos olvidándonos de la lucha de clases, y desde acá es que nos paramos para avanzar en estas líneas.
Diversidad de las problemáticas, integralidad de las luchas
Por más que cueste visibilizarlo, la diversidad de problemáticas tanto ambientales como sociales están atravesadas por el mismo eje. Es el mismo sistema quien las motoriza y las reproduce. A su vez, este genera los mecanismos necesarios para dividir a aquellos que luchan por modificar esta realidad, los divide en sectores (trabajadores, trabajadores desocupados, estudiantes, ambientalistas, etcétera) y, del mismo modo, opera en pos de seguir fragmentándolo.
A esto le podemos sumar las tareas de cooptación y ruptura de las organizaciones populares que llevan adelante los distintos Gobiernos, como ha hecho el kirchnerismo, y las divisiones propias del campo popular.
Nos sectorizan y luego nos dividen (y nosotros también nos dividimos).
Proviene de allí la necesidad de integrar todas las luchas, de reorganizarnos desde una mirada distinta. Debemos hacer un esfuerzo analítico para ello, superar las falsas dicotomías y avanzar en el debate y resolución de las diferencias en pos de enfrentar al enemigo principal, el capitalismo. He aquí el punto más incómodo en los que queremos el cambio: llegar a la unidad de los que luchan. Y la unidad no puede ser meramente táctica, sino que debe avanzar en lo estratégico. Decimos que en términos de unidad, lo incómodo no es solamente discutir la táctica electoral desde los movimientos político- sociales con aspiraciones revolucionarias, sino avanzar en la unidad de lo diverso que se oponga al capital, sumando lo mejor de cada espacio político y de cada compañera y compañero independiente que se sienta convocado para la lucha, y hacia eso vamos.
Unidad latinoamericana para enfrentar al imperialismo
No nos cansamos de repetir que necesitamos la unidad latinoamericana para enfrentar al imperialismo, como primer bastión de la lucha internacionalista a nivel mundial.
El impacto del capitalismo y el imperialismo, como fase superior del mismo, en todo Nuestra América, no dista mucho de un país a otro. Aunque vale remarcar que en los países con procesos revolucionarios o de fuerte resistencia al capital (países del ALBA) la situación no es idéntica a la de otros, en los cuales las bases del neoliberalismo continúan fuertes. Hablamos de procesos jóvenes y que sufren el yugo del imperialismo cotidianamente, pero que con el protagonismo popular lo enfrentan y desandan la alternativa del ALBA.
Sabemos que la mano del imperialismo no podrá evitarse en Latinoamérica con la lucha fragmentada de país por país. El ejemplo del saqueo imperialista orquestado desde el IIRSA-COSIPLAN (Iniciativa para la Integración de la Infraestructura de la Región Suramericana – Consejo Suramericano de Infraestructura y Planeamiento de UNASUR) en Sudamérica o del Plan Mesoamericano en Centroamérica, no puede ser minimizado, por quienes destacamos y reivindicamos los procesos populares dados en la mayoría de los países del ALBA y las numerosas demostraciones de fuerte disputa con el imperialismo de los Gobiernos de estos países. La integración (por supuesto, distinta) de las organizaciones anticapitalistas de todo el continente deberá avanzar en tomar estos temas y organizarse internacionalmente. Podemos ir mucho más allá de actos declamativos en apoyo a una u otra causa justa llevada adelante en cualquiera de nuestros países y avanzar en la integración de las luchas. Es una de las tareas centrales.
Analizando la situación en nuestra país, consideramos que las organizaciones políticas y sociales surgidas en los últimos años debemos definirnos como antiimperialistas y socialistas. En las alianzas tácticas y necesarias con organizaciones que sólo se definen como antiimperialistas, o que se ubican dentro del campo del “capitalismo serio”, es preciso dar el debate político y a la vez sostener el espacio unitario antiimperialista. Entendemos que el antiimperialismo consecuente lleva necesariamente a definiciones socialistas, y debemos tener, al mismo tiempo, la flexibilidad táctica de actuar con personas y organizaciones que no compartan estas definiciones.
Rearmando los rompecabezas de la lucha
¿Acaso dudamos que las mujeres trabajadoras sufran una doble explotación por su carácter de trabajadoras y por las tareas domésticas que realizan cotidianamente en sus hogares?
El trabajo más precarizado y no reconocido en el capitalismo es el doméstico, en el cual se reproduce la fuerza de trabajo. Así como no se puede separar capitalismo de imperialismo, no se puede separar capitalismo de patriarcalismo. Es necesario integrar las problemáticas de géneros en las luchas anticapitalistas, y esto no es tarea sólo de las mujeres, sino también de los hombres.
¿Ponemos en cuestión que las universidades y la educación toda deben estar abiertas a la clase trabajadora?
Entendemos que no, y por eso también debemos levantar las luchas del movimiento estudiantil por una universidad de los trabajadores, donde podamos ingresar sin pre-requisitos, desandar el curso de cualquier carrera universitaria y egresar; y a su vez hacer el ejercicio de permitirnos ver a los estudiantes como parte de las luchas anti-sistema.
¿Es posible que no todos estemos de acuerdo con que es la clase trabajadora la primera perjudicada de la contaminación de la industria en general?
En línea de lo que venimos diciendo, tampoco podemos separar capitalismo de contaminación. Claro está que la clase trabajadora es la explotada y oprimida del sistema capitalista, la que genera el plusvalor y reproduce el capital, pero no está tan claro aún para la clase trabajadora y para el sindicalismo de izquierda que sea también la máxima perjudicada por la contaminación. El trabajo precarizado usualmente potencia las posibilidades de explotación y contaminación de los trabajadores. El ámbito laboral es el primer espacio contaminado: en la industria petrolera, en las curtiembres, en la agroindustria, etcétera, somos los laburantes los primeros perjudicados de la contaminación. De ahí la necesidad de que dentro de las luchas sindicales se incorporen estas reivindicaciones en sus programas, que nos protejan, tanto en lo referente a la utilización del equipo de trabajo apropiado en los lugares de trabajo, como en los necesarios cambios de la matriz productiva, causal de lo marcado. Debemos ser los trabajadores quienes sumemos estos temas a la agenda de debate sindical. El ejemplo de los docentes que se organizan junto a la comunidad escolar y los grupos ambientalistas con el objetivo de parar las fumigaciones con agrotóxicos en los campos pegados a sus escuelas, nos puede marcar un camino.
Sabemos de la dificultad de organizarse en este sentido, ya que una de las primeras y más fuertes estrategias del mercado es intentar separar ambientalistas de trabajadores de empresas contaminantes, aunque ambos sean perjudicados por los efectos tóxicos de aquellas. Argumentos tales como que no hay otra forma de producir que no sea la contaminante y que los ambientalistas no son más que obstáculos para darles de comer a sus familias se repiten en boca de los capitalistas en cada conflicto, y que se lamentablemente se repiten desde los trabajadores y hasta a veces desde las estrategias de lucha de las mismas organizaciones sociales. Por el otro lado, desde espacios ambientalistas, también se pueden escuchar voces que sindiquen a los trabajadores como parte responsable de la contaminación y no tiendan canales de diálogo para intentar avanzar en la resolución de las problemáticas.
Cada vez le cuesta más al capital lograr esta separación, debido al avance en la integralidad de los análisis de las problemáticas y de las luchas, pero aún queda mucho por hacer para avanzar hacia la unidad en la lucha entre trabajadores y ambientalistas.
Desde el MULCS definimos que ambas luchas sólo podrán avanzar unificadas: los trabajadores de cualquier empresa tienen el derecho a gozar de un ambiente sano, tanto en el ambiente laboral como en sus ciudades y pueblos de residencia, y los ambientalistas son trabajadores.
No aceptamos el doble discurso de personajes como por ejemplo el empresario De Ángeli, que luchaba contra las pasteras en Gualeguaychú y mientras tanto mataba al pueblo entrerriano con sus campos de soja transgénica, ni nos fiamos de las supuestas ONG (organizaciones no gubernamentales) que aprovechan las luchas y conflictos ambientales para acomodarse dentro del sistema utilizando fondos económicos de difusa procedencia. Pero además necesitamos hacer una reflexión crítica de nuestras propias luchas desde la izquierda, que en algunos casos están signadas por la misma noción de “progreso” que tiene el capital, tema que deberemos desarrollar con mayor profundidad.
Por otro lado, también denunciamos y alertamos que los luchadores ambientales son perseguidos laboralmente, con el fin de amedrentarlos en su lucha contra el sistema como otra de las formas de amedrentamiento que sufren. Aprietes, represiones, secuestros, intimidaciones de todo tipo… y también despidos y persecuciones laborales, es lo que sufrimos los que luchamos por vivir bien. Entendemos y promovemos que los sindicatos en lucha también deben contemplar estas situaciones y debemos tomar como tarea constante denunciar a la burocracia sindical, que no toma estas luchas ya que son parte del problema, y por lo tanto no podrán ser parte de la solución. Desde acá también podemos ver la necesidad de construir sindicatos democráticos que luchen por la mejora de las condiciones de trabajo y de vida de toda la clase.
Necesidad de integrar las luchas y unir a los luchadores
Lo dicho hasta ahora no es más que un intento por profundizar sobre un tema que podría sintetizarse en la “necesidad de integrar las luchas y unir a los luchadores”.
El movimiento obrero, estudiantil, territorial, ambientalista y las luchas por la igualdad de géneros y los derechos humanos deben confluir en una sola lucha, rompiendo los compartimentos que alguna vez sirvieron para visibilizar las luchas, y avanzando hacia una integralidad de los análisis y de las acciones. De no hacerlo, las identidades construidas tan necesarias en cierta etapa, pueden convertirse en cercos mentales que no permitan ir por el camino planteado.
Diversos vicios políticos como la ponderación de algunos frentes de lucha por sobre otros se han transformado en un impedimento en la lucha contra el capital. Si bien el componente de clase del pueblo organizado puede distar entre un frente y otro, mostrando diversas formas de organizarse y hasta de expresarse, vale tomar la iniciativa de intentar romper con los análisis sectarios que no llevan más que al auto-regodeo de considerar que las formas de organización de cada uno son las únicas valederas, que cierta lucha es prioritaria. Ir por todas, todos juntos.
De la mano a estas iniciales reflexiones, en el intento de romper con los parcelamientos impuestos por el sistema capitalista, va también la necesidad de problematizar los conceptos de territorialidad. Si entendemos que los problemas son de todos, y que por ende las luchas también, sería ilógico que aceptemos las divisiones políticas expresadas en cualquier mapa utilizado de escuelas secundarias para definir quién puede luchar en cada lugar.
Por eso no aceptamos el tradicional axioma ambientalista de “pensar globalmente y actuar localmente”. Estamos convencidos que el internacionalismo sólo se logrará en la acción conjunta, y que éste es el camino hacia la revolución comunista.
Podemos decir que este axioma parte de dos supuestos errados. En primer término, la idea de que “pensar y hacer” van por separado. Entendemos sin dudas que la práctica revolucionaria contiene la totalidad mente-acción. El segundo supuesto errado es la separación entre lo global y lo local, y esto le respondemos con un ejemplo de coyuntura: si mediante la lucha se logra que Monsanto no se instale en Malvinas Argentinas (Córdoba) no se acaba el Agronegocio, por más que sería un impacto positivo a todas las luchas.
Desde la vereda de enfrente, y adentrándonos en la mirada de los conflictos ambientales y sociales en general en Argentina, se dan discursos que además de la xenofobia ya conocida hacia nuestros hermanos latinoamericanos pueden llegar al extremo de llamar “foráneos” a habitantes de otros lugares del país que se mueven en el mismo para acompañar distintas luchas. Debemos estar atentos para que estos discursos fascistas no se incorporen en las filas de los luchadores anti-sistema, ya que las miserias y desconfianzas que existen (y existirán hasta tanto podamos realizar una revolución cultural y se generen esos hombres y mujeres nuevos tan necesarios) pueden anular procesos de construcción auténticos, que hoy son tal vez los que más impactan directamente contra el funcionamiento del capital. Ya hablamos de los cercos mentales (creando identidades cerradas que repelen al “diferente”) que debemos superar, y acá le sumamos los cercos geográficos, que ponen un límite a la entrada de lo diferente y por lo tanto “desconocido”.
El territorio es el espacio en disputa, y allí la única división será entre los que luchamos por una vida digna y los que quieren seguir enriqueciéndose, explotándonos y enfermándonos.
¿Para dónde vamos?
Entendemos que será necesario profundizar en las concepciones del ecosocialismo, junto a numerosas organizaciones de todo el continente, en el marco de la lucha teórica necesaria. Desde estas posturas, consideramos que el desarrollo de las fuerzas productivas no es en sí mismo un avance para nuestros pueblos, y que deberemos profundizar en el debate sobre un nuevo modelo productivo, con un modelo de consumo que refleje las necesidades populares y no los intereses del mercado, que respete las necesidades humanas y la naturaleza.
El devenir histórico nos dirá si este era el camino a desandar, y tal vez también nos dirá que estábamos hablando del Socialismo del siglo XXI. Deberán ser los países del ALBA quienes lleven estas banderas bien en alto, y es responsabilidad de las organizaciones políticas populares, con aspiraciones revolucionarias, impulsar estas posiciones.