Posted on: 24 marzo, 2020 Posted by: MULCS Comments: 0

octubre 2019

Vemos cómo la derrota de Macri ante el repudio popular, expresado en numerosas luchas durante estos años y canalizada en el terreno electoral, no implica la derrota de los planes de transformación a favor de los de arriba, de los dueños de todas las cosas. Para derrotar en serio al FMI y sus políticas, necesitamos sostener la movilización popular, pero sobre todo necesitamos construir una enorme fuerza popular y de izquierda, con un programa claro reconocido por las mayorías populares.

En ese sentido, es necesario que la devaluación de los salarios y los ingresos populares que llevó adelante “exitosamente” el Gobierno de Macri en estos años (con el objetivo cumplido para el gran capital de rebajar el 25 % del salario real), no sea parte del “trabajo sucio” de Macri para el futuro gobierno del PJ. Necesitamos sostener grandes niveles de movilización, de reclamo en las calles, y de un programa enraizado en las mayorías, para revertir el desastre al que nos llevaron las políticas neoliberales e imperialistas.

La deuda externa como dilema central

Si el próximo 27 de octubre el Frente de Todos, encabezado por Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner, termina de concretar su triunfo electoral, la cuestión central será que se hace con la deuda con el Fondo Monetario. El préstamo del FMI, el más importante en monto de la historia de ese organismo financiero dominado por Estados Unidos y sus grandes bancos, condiciona enormemente el futuro de nuestro país, y una “renegociación” que no modifique sustancialmente ese condicionamiento condenará a nuestro país, y a quienes lo habitamos, a aceptar las condiciones de ajuste permanente contra los derechos de les trabajadoras y trabajadores. Hoy la deuda externa en moneda extranjera supera el 80 % del PBI, y una gran diferencia con la anterior crisis de la deuda (en 2001) es que la mayor parte es con el FMI y con organismos internacionales.

La “bomba de las LELIQ” (una especie de bono del Estado nacional, que manejan exclusivamente, con una tasa de interés inmensa del 80 %) es muy probable que termine en una enorme transferencia de esa plata (que hoy representan alrededor de 20.000 millones de dólares) a la moneda yanqui, con una nueva devaluación y sus consecuencias de inflación y pobreza para nuestro pueblo trabajador.

Si el futuro Gobierno quisiera cuidar de verdad los intereses de las mayorías populares (que votaron claramente al Frente de Todos), cualquiera negociación “seria” debería empezar pordiscutir la legitimidad de la deuda, por la inmediata suspensión de los pagos, por impedir que siga el circo de la bicicleta financiera de las LELIQ y los dólares “ilegales (como el Contado con Liqui), y por romper el acuerdo con el FMI, un acuerdo que sólo favorece a los especuladores de adentro y de afuera y al imperialismo yanqui.

Les Fernández entre dos fuegos

En este marco, el probable gobierno del PJ, que hegemoniza el Frente de Todos, está entre dos presiones diferentes: la presión de los de arriba, que quieren mantener la baja salarial de estos años, que promueven más precarización laboral (en línea con el decreto de Macri que disminuye las indemnizaciones por accidentes laborales…en forma retroactiva), que quieren recrear el “clima de negocios” sobre la base de menores sueldos y peores condiciones de laburo; y los reclamos populares, que van en línea con terminar con la pobreza, y mejorar las condiciones básicas de vida.

En ese perspectiva, el planteo de Alberto Fernández de salir de las calles, de no encarar luchas y paros por salario, el vínculo con la reaccionaria “Liga de Gobernadores”, favorece con bastante claridad a los dueños de todas las cosas, y no a les laburantes. El condicionamiento que le puso la movilización piquetera de agosto y septiembre debe mantenerse en el tiempo, si no queremos seguir perdiendo.

Por otra parte, la campaña de “Juntos por el Cambio” se derechiza aún más, buscando consolidar su núcleo duro, y mantenerse como una opción de recambio ante el PJ. Se trata, ciertamente, de una necesidad del sistema: para mantener su “gobernabilidad”, deben tener alternativas políticas, que se muevan dentro del marco de lo permitido por el poder económico del capital financiero. Para que no lo consigan, desde nuestro pueblo trabajador debemos construir alternativas políticas, que rompan con el molde de lo permitido, y que construyan una fuerza y un programa de transformaciones sociales de fondo.

El Pacto Social y la “unidad sindical”

El Frente de Todos viene proponiendo hacia los empresarios y los sindicatos una nueva reedición del “Pacto Social”, una aspiración histórica del peronismo en el terreno de la conciliación de clases. Más allá de su efectividad real, ya que no ha sido una herramienta eficaz en el pasado, tiene una intención evidente: pedirle tiempo a les laburantes, a los sectores populares, al movimientos de mujeres y diversidades, que le demos tiempo para gobernar sin presiones en los lugares de trabajo y en las calles.

En el terreno político, la integración a la CGT va de la mano con la incorporación de Yasky a la conducción del PJ, abandonando la perspectiva de construcción de una fuerza de centro izquierda, que aún siendo aliada del peronismo, mantenga una mayor autonomía. Es un indicador de los tiempos que se vienen: en el centro del poder, el PJ y la CGT, por afuera de ese círculo, les “progresistas”.

En el marco de los debate por el “Pacto Social”, o por la “tregua social” como planteó Palazzo de la Asociación Bancaria, se inscribe la decisión de la CTA de los Trabajadores, dirigida por Yasky y la CTERA, de volver a integrarse a la CGT, expresada en un acto compartido con el propio Alberto Fernández, buena parte de les candidates de su Frente, y dirigentes del moyanismo. Más allá de las quejas de los sectores más tradicionales y burocráticas de la propia CGT, esta decisión marca un quiebre para el proyecto político – sindical de la CTA, para el alternativismo extremo que expresó en muchas ocasiones esta misma dirección, y para su discurso más democrático. Seguramente, la fracción de la CTA Autónoma, referenciada en ATE y en el degennarismo, verá esta situación como una oportunidad para ser visibilizada como la única CTA.

Un programa popular, que responda a la emergencia que vivimos y vaya por soluciones de fondo, deberá contener, entre otros puntos centrales:

Medidas de emergencia y soluciones de fondo

. Control del mercado cambiario y nacionalización del sistema bancario. Nacionalización y control popular del comercio exterior, para que el negocio de los exportadores no aumente el precio de nuestra comida. Nacionalización de la energía, los puertos, el agua y el transporte público. Terminar con el tarifazo: tarifas acordes a nuestros salarios.

. Salario mínimo, vital y móvil, igual a la canasta familiar. Prohibición de despidos y suspensiones. Contra la precarización laboral. Aumento general de emergencia del 30% para toda la clase trabajadora, para las jubilaciones y para todos los planes sociales. Recuperación de toda empresa que cierre. Prohibición de desalojos de viviendas familiares y de empresas recuperadas. Tierras para vivir y para la producción de alimentos para el pueblo.

. Suspensión inmediata del pago de la deuda externa. Basta de fuga de capitales. Ruptura con el FMI y sus planes de hambre y sometimiento.

En próximas notas, iremos desarrollando los distintos puntos de este programa popular, indispensable para unir las luchas con un objetivo político general.

Sin dar respuesta a estos problemas, no hay esperanza de mejorar nuestras condiciones de vida. Para nosotres, ese es el significado de la consigna «La deuda es con el pueblo, no con el FMI». La idea de Asamblea Popular Constituyente apunta a poner estos problemas en el centro del debate popular, y es el desafio que asumimos como parte del Movimiento de los Pueblos: Por un socialismo feminista desde abajo.