octubre 2019
Las chicas que nos faltan “No están perdidas, son desaparecidas para ser prostituidas”, cantamos en las marchas. Día tras día nos llegan las noticias de búsquedas de pibas, de boca en boca en el barrio, o a través de las redes, o en los medios masivos cuando se logra “romper el cerco”.
¿Qué pasó con Diana Colman? ¿Con María Cash? ¿Con Marita Verón? ¿Con Fernanda Aguirre? ¿Y con las miles cuyos nombres no trascienden?
Sabemos que no “se fueron con el novio”. Que no “se escaparon” de su casa. Porque sabemos que existen esas impunes redes de Trata, que secuestran a nuestras pibas, o las captan mediante engaños, y las convierten en mercancía para la prostitución.
La Trata de personas, cuyo fin principal es la explotación sexual, está considerada como uno de los negocios ilícitos más rentables a nivel mundial, junto con el tráfico de drogas y de armas. Según relevamientos del Ministerio Público Fiscal, en nuestro país se denuncia una desaparición cada 62 horas, y el 98 por ciento de las víctimas de trata para prostitución son mujeres. Es por esto esto que decimos que la Trata con fines de explotación sexual expresa un punto de cruce ejemplar del capitalismo y el patriarcado, un súmmun de la mercantilización y la cosificación de los cuerpos.
Esta mano de obra esclava genera miles de millones de dólares de ganancias para proxenetas, secuestradores y “pasadores”, más toda la cadena de coimas y participaciones que sostiene las complicidades policiales, judiciales y politicas, locales e internacionales, imprescindibles para que el engranaje funcione. El caso del ex agente de la SIDE Raúl Martins, recientemente detenido en México en el marco de una causa en la que se investiga una red de trata y prostitución transnacional, es un botón de muestra de este aberrante negocio. Según su propia hija, Lorena Martins, quien aportó mucha información acreditada en la investigación judicial, las campañas políticas de Mauricio Macri a jefe de gobierno de CABA habrían sido financiadas con dinero del ex agente de inteligencia.
En nuestro país, a pesar de que la explotación de la prostitución ajena está penada, se calcula que hay más de 40 mil prostíbulos funcionando. Si bien puede haber un ínfimo porcentaje de prostitutas que acceden allí por “propia voluntad” (las comillas ponen en duda la libertad de elegir una actividad degradante, en un contexto de vulnerabilidad socioeconómica), como bien señalan referentes abolicionistas, a los pocos días esa “elección” se transforma en esclavitud y en Trata, porque las chicas adeudan las drogas que se les facilitan para soportar el día a día, adeudan el trago, la pilcha, la protección personal, etcétera.
Allí el sexo, lejos de ser un ejercicio de libertad y placer mutuo, se convierte en violación y tortura, y quienes no lo soportan, o se rebelan, en muchos casos terminan pagando con su vida.
Es por esto que organizaciones como Madres de Víctimas de Trata sostiene como consigna que “Los prostíbulos son centros clandestinos de violaciones y torturas seguidas de muerte”. Es por esto que, retomando el hilo de las Madres de Plaza de Mayo, desde hace años realizan rondas en esa histórica plaza, para visibilizar esta problemática tan naturalizada y poco difundida. Desde 2015, además, junto con otras colectivas motorizan la Semana “Se Trata de No + Trata”, cada septiembre, con múltiples actividades artísticas, de debate y difusión, que ya ha trascendido las fronteras y se realiza paralelamente en otros países de Latinoamérica y Europa.
Sin duda, las desaparecidas por las redes de Trata son el fenómeno social de las desapariciones en “democracia”. Son una expresión atroz de la violencia de género, de la explotación capitalista y la dominación del patriarcado. Son, por lo tanto, un eje urgente a asumir en las organizaciones populares y feminismos, porque no podemos decir “Ni una menos” sin agregar “Ni una menos víctima de las redes de Trata”.