Posted on: 12 abril, 2020 Posted by: MULCS Comments: 0

Declaración de la Corriente Sindical Rompiendo Cadenas

Que la pandemia no devore vidas ni derechos

La dimensión de la crisis se agrava día a día en el mundo y en nuestro país. En todo el planeta, los sectores más poderosos, responsables de las políticas capitalistas de ajuste permanente a los sistemas de salud y a nuestras condiciones de vida en general, pretenden que prime el cuidado de sus ganancias por sobre el cuidado de la vida, descargando sobre la clase trabajadora el costo de la caída de la actividad económica usual. En países como Italia, donde los gobiernos priorizaron inicialmente sostener la producción y las ganancias, las huelgas obreras presionaron por la cuarentena desde abajo. Con el transitar de las horas vemos cómo se van corriendo los límites de lo que estamos viviendo, saliendo a la luz las mezquindades empresarias y la insuficiencia de las políticas públicas.

En nuestro país el gobierno ha decidido realizar una cuarentena y una serie de medidas que auxilian al sistema de salud, postergando un estallido de los contagios por el coronavirus y un estallido económico y social. Si bien la cuarentena es una medida necesaria, no alcanza a revertir años y años de políticas de mercantilización y vaciamiento de los derechos sociales, en especial en el último ciclo. En los últimos 4 años, se agravó a niveles insostenibles el peso de la impagable y odiosa deuda externa (y este gobierno pese a todo la sigue pagando!), y el ajuste y la precarización sobre la salud, la educación y la cultura se hicieron política explícita de estado.

La crisis es un momento clave para ir por transformaciones estructurales que den solución a los problemas de la clase trabajadora. El gobierno actual en cambio, presiona al capital concentrado con medidas puntuales, sin quitarle el control de los recursos estratégicos. Sabemos cómo termina esto: el gobierno de turno avanza y retrocede, hasta que el capital concentrado encuentra la manera de imponer sus condiciones o bien tirar al gobierno.

El sistema de salud pública debe ser reforzado en gran escala YA, unificando el sistema privado y público, bajo comando nacional. La deuda externa es una sangría que debe ser frenada YA. Los recursos para salud, para paliar la situación social, y para la recuperación económica deben ser obtenidos YA, por medio de impuestos extraordinarios a las ganancias, las grandes fortunas y aprovechando todos los recursos sociales existentes. Los controles de precios deben hacerse efectivos e imponerse fuertes sanciones e incluso expropiaciones a los grupos empresarios que especulen en este contexto.

La Salud primero. Nuestras vidas valen más que sus ganancias

Cuando decimos que la Salud es la prioridad número uno, decimos también que los trabajos no esenciales deben ser licenciados con plenos derechos para les trabajadores y que quienes deben ir a trabajar por estar en puestos esenciales, deben poder hacerlo con en condiciones seguras.

En muchas empresas y reparticiones estatales esto no es respetado y allí debemos hacernos valer colectivamente, tanto desde el uso de las herramientas legales como en medidas de acción directa (que sabemos en definitiva siempre es lo que define cada lucha). Si decimos que en cada lucha se hace presente una cuestión de vida o muerte, no exageramos.

Los trabajos de cuidados son esenciales para toda la sociedad y también para nuestra salud y nuestra vida personal. Esto es más claro en una situación de cierre de escuelas y de alta vulnerabilidad de adultos mayores ante el coronavirus. La precarización de laboral en tiempos de cuarentena nos afecta particularmente a mujeres, lesbianas, trans travestis y no binaries, no solo por ser población vulnerada por este sistema en sí, sino que también recae sobre nuestro cuerpo esas tareas de cuidado hacia niñes y enfermes, mientras, en varias ocasiones actualmente, tienen que hacer malabares trabajando desde la casa. La precarización laboral y del sistema de salud afecta especialmente a la población trans, travestis y no binarie, ya que la misma históricamente fue expulsada del mercado laboral y muches de elles, paralelamente, se encuentran bajo tratamientos en el sistema de salud en la actualidad.

Entre las que soportamos la mayor carga de estas tareas encontramos además un reforzamiento de las violencias cotidianas, de género y familiar, que el estado pretende atender con políticas precarizadas, en lugar de hacerse responsable de las demandas que el enorme movimiento feminista ha sacado a la luz. Desde abajo seguimos apoyándonos en las redes que siempre construimos para desplegar el cuidado, garantizar abortos y enfrentar la violencia patriarcal.

Las primeras líneas en la defensa de la vida

Les trabajadores de la salud están en la primera línea de atención sanitaria. Los movimientos sociales vienen dando muestra de las raíces que echaron al sostener comedores populares y organización en los barrios populares. En las escuelas, auxiliares y docentes también le ponen el cuerpo al reparto de alimentos (insuficientes) que provee el estado. Con dificultad se sostienen las tareas de atención y de organización entre trabajadorxs que atienden la niñez y adolescencia, en especial en los centros cerrados. En la enorme mayoría de los casos, lo hacen reclamando ante la falta de los elementos de higiene y seguridad que desde los gobiernos no garantizan.

Más barbijos, menos gorra

La represión a los trabajadores del Frigorifico Penta, la muerte de una mujer detenida en San Luis y las producidas en el Penal de Coronda son los casos más graves de abusos y violación de derechos por parte de las fuerzas represivas.

A partir de la emergencia por Covid19 por la que se dispuso el aislamiento obligatorio y con la excusa de controlar su cumplimiento, se desplegaron sus métodos habituales de intimidación, maltrato y agresiones físicas y detenciones arbitrarias. Este despliegue represivo, azuzado desde algunos sectores mediáticos y políticos, se ejerce especialmente en las barriadas hacia los sectores más vulnerables. Se suma el anunciado “ciberpatrullaje” para vigilar la reacción popular ante las respuestas insuficientes o tardías a las necesidades. Aquí también contamos con una valiosa tradición de defensa de los derechos humanos para rodear de solidaridad, denunciando y difundiendo cada atropello, para evitar la impunidad, frenar y resguardarnos colectivamente de los abusos de las fuerzas represivas.

Hacernos fuertes en nuestros lugares de trabajo y pelear por cada sindicato

Ante la crisis, los empresarios buscan descargar el peso de la misma en nuestra clase. Si bien el gobierno prohibió despidos y suspensiones sin causa por sesenta días, en los hechos los patrones buscan despedir de una forma u otra, a lo que se suman también los intentos de ajustarnos vía recorte de nuestros salario y de nuestras condiciones de higiene, seguridad y ritmos de trabajo. De hecho a cada momento las empresas desconocen acuerdos paritarios ya firmados. La dirección de la CGT y muchas conducciones sindicales burocráticas viene dando señales claras de que busca acordar con el empresariado rebajas en nuestras condiciones de vida. Y un amplio sector de la burocracia sindical y de los movimientos sociales viene dando señales de que priorizarán su alineamiento político por sobre las críticas a los insuficientes paliativos sociales.

A su vez cada vez más sectores empiezan a ser declarados esenciales, lo que nos obliga a defendernos de la precariedad en cada vuelta al trabajo.

Pero la precariedad de esta vida no lo van a arreglar los mismos que la provocan. Hay un límite al capital, y ese límite lo marca la organización y la lucha de base. Como en el frigorífico Penta de Quilmes, donde los obreros sostuvieron a su comisión interna honesta y combativa ante la patronal y ante la policía, que los querían chantajear cínicamente con la cuarentena. Como en las fábricas recuperadas que se reconvierten para producir insumos de salud ante la crisis.

Llamamos a construir y debatir la unidad de acción en cada lugar de trabajo y siempre que sea posible en cada sindicato. Las medidas de acción directa son cada vez más necesarias de darlas en forma urgente y en unidad tanto en el trabajo como en el barrio.

Participar en los Comités de Crisis, u otras instancias, nos pueden permitir la oportunidad de encontrarnos con otras organizaciones del pueblo y afianzar la unidad, para hacer planes comunes y para masificar la lucha en la calle, cuando haya condiciones para darla. Pero ante todo nos permite desplegar la idea de que podemos afianzar construcción y organización popular y desarrollar nuestras políticas tratando de evitar que el Estado y sus instrumentos simplemente nos coopten. Esa relación con lo estatal será de disputa y negociación, como lo es siempre, pero debemos ser capaces en la crisis de dar pasos concretos en la acumulación de fuerzas para el cambio social.

De la solidaridad que podamos desplegar, de la unidad de clase, de la creatividad para visibilizar demandas y construir medidas, va a depender la posibilidad de que no recaigan nuevamente los costos de esta crisis sobre nuestros trabajos, salarios y condiciones de vida.

CORRIENTE POLÍTICO SINDICAL ROMPIENDO CADENAS

12 de abril de 2020