Posted on: 14 julio, 2020 Posted by: MULCS Comments: 0

15/7/2020

El 15 de julio de 2019, un frío lunes de julio, murió Cachito, el Pelado, Héctor Cassani, un militante de toda la vida, a sus 82 años.

Militó desde siempre, en cada lugar que la lucha de clases y el movimiento popular lo pusieron: atravesó las luchas de los 60, la lucha gremial, la organización de los barrios populares en los 70, la lucha de los trabajadores azucareros del Ingenio Ledesma, la resistencia a la dictadura genocida (incluyendo el secuestro y la desaparición de la dirección del partido donde militó tantos años, en el campo de concentración de El Vesubio), el internacionalismo proletario, la organización de movimientos masivos de trabajadores desocupados en los años 90, hasta ayudar a construir al MULCS en los últimos años de su vida militante.

Fue siempre un militante de fierro, un cuadro de los de antes, orientado desde hace mucho tiempo por un principio permanente: siempre en la masa, pensando en cuáles son, en cada momento y lugar, las necesidades, los anhelos, de las masas populares, siempre pensando en cómo proyectar para la revolución esas reivindicaciones sentidas por las mayorías obreras y populares. Con el horizonte puesto en cada cosa que pasaba en la clase obrera. Siempre construyendo con un plan de trabajo, con un objetivo político, en cada tarea que le tocara emprender.

Con una ética también de fierro: todo para las masas, todo para las organizaciones revolucionarias y populares que hagan falta, y nada para él. Educado en esa ética, se propuso ser anónimo para el enemigo, y sólo ser conocido por las compañeras y los compañeros en cada barrio y en cada lugar de trabajo que haya transitado. Clandestino, a veces por necesidad, siempre por convicción militante.

Fue un militante que buscó construir organización: organización popular, pero sobre todo organización revolucionaria. Formó parte de Vanguardia Comunista, una corriente de la “nueva izquierda”, surgida en los años 60, que lo educó en la línea de masas, en el compañerismo, en ser un comunista integral.

No olvidamos que, por cierto, el Pelado amaba la vida: le gustaba el tango, el humor entre compañeros, los dulces (frascos de mermelada, tortas, que duraban muy poquito en sus manos), nada de lo humano le era ajeno (aún cuando ya le fuera difícil, leía y hasta trataba de escuchar cada cosa que se dijera).

Su salud, ya resquebrajada por la dictadura y por una vida intensa y agitada, se deterioró mucho en los últimos años, y desde la familia, y de un grupo de amigos y compañeros, ayudamos a sostenerlo en los últimos años.

Miles de anécdotas se pueden contar de Cachito, y miles más quedaran ahora en el secreto perpetuo de su clandestinidad. En todas las historias que cuentan las y los compas, se puede ver a un hombre atento a cada necesidad de sus semejantes, inflexible en sus posiciones, dispuesto a flexibilizarse en el movimiento real de las masas (duro y flexible como un bambú, decía un vietnamita), un tipo que estaba lejos de las luces del escenario principal, pero que jamás pasaba desapercibido para quienes lo escuchaban.

Decenas, tal vez más inclusive, de dirigentes de masas en distintos momentos de la historia fueron fogueados por él, orientados. Cuando nuestra izquierda se organiza en el movimiento feminista, en la Campaña Nacional contra las Violencias hacia las Mujeres, ahí está también su ejemplo, en compañeras que tienen un rol dirigente en la campaña. Cuando los trabajadores azucareros en Ledesma vuelven a organizarse, ahí está Cachito. Cuando las y los estatales de la zona sur, desde los años 90, se organizan contra la precarización del trabajo, de la educación y de la salud, ahí estuvo. Y seguramente, en tantos lugares de trabajo más, en tantos barrios de Varela y del sur del Gran Buenos Aires. Un héroe anónimo, fundido en el colectivo. Gudari, dijo un compañero. Un compañero como Blajaquis, podríamos decir nosotres ahora.

Para el final, una anécdota: en los últimos días, en el Hogar donde vivía, recuerdan los compañeros que más lo cuidaron que se habían puesto a cantar Sobre el puente de Avignon, y que sobre esa melodía (que recuerda las luchas de los de abajo, en otros tiempos y lugares) surgió la nueva letra de Cachito: En el Puente Pueyrredón / Todos cortan, todos cortan / Hacen así, así los piqueteros.

Arriba los pobres del mundo, de pie los esclavos sin pan

Piqueteros carajo!!!

Donde nos vemos, compañeros? En la lucha…