26/9/2020
En los últimos tiempos, desde el MULCS, venimos planteando que el Gobierno cede constantemente a las presiones políticas de la derecha más reaccionaria, tanto a la derecha opositora de Juntos por el Cambio como a los sectores más conciliadores con el gran capital dentro del Frente de Todos. En este marco, cada iniciativa gubernamental que haya molestado un poco a los grupos más concentrados de la economía local fue enfrentada por la derecha, con movilizaciones muy amplificadas por el aparato de medios de comunicación dominantes, y el gobierno de Fernández retrocedió en esas propuestas, o las hizo más amigables para los intereses de esos poderosos de siempre.
El mejor ejemplo de esta política fue el retroceso gigantesco en la expropiación por Vicentin, que no sólo privó al Estado de limitar las maniobras fraudulentas de esta empresa clave del complejo sojero agroexportador, sino que lo dejó sin un instrumento para intervenir en el turbio mercado aceitero y sojero, y sin controlar las presiones de devaluación del peso que vuelven a hacerse presentes en estos días.
Como hemos visto tantas veces, bajo distintos gobiernos, los sojeros guardan sus cosechas en sus silobolsas, apurando una devaluación del valor del dólar “oficial” que multiplique sus ganancias. El enorme poder de fuego de estos sectores viene desde hace mucho tiempo, y tiene su origen en dos procesos políticos que se complementaron: primero fue el predominio del capital financiero a partir del Rodrigazo en 1975 y de la dictadura genocida que consolidó su “patria financiera”; después, en el menemismo, la consolidación de la soja transgénica y la “revolución agrícola”, de la mano de Felipe Solá. La mayor parte de los sectores dominantes en nuestro país tienen intereses en el agronegocio (como exhiben Clarín y La Nación en su ExpoAgro), en la valorización financiera (como los grandes supermercados), y en el negocio de la explotación de la tierra y las viviendas de lujo (los llamados “desarrolladores inmobiliarios”).
Muchos de los problemas más angustiantes que sufren las mayorías populares de nuestro país tienen su origen en la acumulación de riquezas de estos sectores: la falta de viviendas populares y tierras accesibles para vivir, la falta de alimentos adecuados a un precio razonable, el peso de los intereses financieros en la compra de alimentos y bienes básicos, la precarización del trabajo y de la vida.
Como hemos señalado en otras notas, para superar los graves problemas que provoca el capitalismo dependiente en nuestro país es preciso construir un amplio frente político y social, encabezado por los sectores más conscientes de nuestra clase trabajadora, con la vocación de disputar el poder de verdad, un movimiento que no concilie con los de arriba sino que se proponga derrotarlos.
La conciliación: una línea política permanente
El gobierno del Frente de Todos, una coalición política que incluye a la mayor parte de los sectores peronistas y también a la mayoría de las corrientes progresistas y reformistas, entiende que para enfrentar los tiempos difíciles actuales, especialmente en la “post pandemia”, hace falta negociar, conciliar, con el poder real. Cuando argumentan con mayor profundidad, los sectores progresistas del FdT sostienen que la relación de fuerzas nacional e internacional hace imposible enfrentarlos, y que cualquier enfrentamiento traería mayores dolores para nuestro pueblo trabajador. Llevando esa conducta hasta el final, el Movimiento Evita y la mayoría de los sectores que conformaron la CTEP negociaron recursos con el macrismo a cambio de la paz social que requería el gobierno más antipopular desde Menem y De la Rúa para acá.
Por eso afirmamos que, si bien es muy clara la presión de la derecha, del imperialismo y de los dueños del poder real, no se trata ya de retrocesos, sino que hay una política del Gobierno, consciente y deliberada, que se basa en el intento tantas veces fracasado, de acordar con esos grupos concentrados y poderosos, y al mismo tiempo hacer concesiones a algunas demandas populares.
Pero esta postura actual de la coalición gobernante no es original, y tiene un recorrido histórico. La conciliación entre clases antagónicas está en la base ideológica de los proyectos políticos reformistas desde que surgieron, en todo el mundo, organizaciones de distinto tipo dispuestas a representar a les trabajadores y los sectores populares. En nuestro país, el PJ intenta dialogar y “comprender” los reclamos de los sectores populares, dando una contención institucional a esas necesidades dentro de los límites que la burguesía está dispuesta a aceptar. Esa característica le ha permitido muchas veces al PJ ser el mejor “partido del orden” posible, cuando la situación social se pone realmente difícil.
Sin embargo, en las condiciones internacionales y locales surgidas a partir de la hegemonía del capital financiero en los años 70, el imperialismo, los monopolios y la gran burguesía local agrupada en la AEA entienden que no hay espacio para ser piadosos con las y los de abajo y rechazan cualquier política de conciliación con las mayorías. En ese sentido, cada vez que desde el peronismo o desde concepciones progresistas intentan mejorar la situación social, aunque no afecten demasiado los intereses de los sectores dominantes, se encontrarán con la durísima oposición de la derecha.
Las grandes empresas, los grupos de medios de comunicación, buscan volver a su propia etapa ideal: la década del 90, cuando todas las políticas de los partidos mayoritarios se encontraban dentro del Consenso de Washington y se aceptaba sin vueltas el dominio absoluto del capital financiero. Por supuesto, intentan que olvidemos que esa etapa terminó con una inmensa olla a presión, y con la rebelión popular de 2001, uno de los principales factores del surgimiento, desde adentro del PJ, del kirchnerismo como expresión renovada de la contención social y política.
En estos tiempos, en medio de la crisis sanitaria y económica potenciada por la pandemia del covid19, mientras Estados Unidos disputa con la emergente potencia China el control económico y político a nivel global, la tolerancia con los proyectos reformistas es aun más limitada en todo el mundo, en especial en nuestro continente atravesado por la dependencia, la pobreza y el extractivismo depredador como principal fuente de riqueza.
La estrategia política del Frente de Todos
Entendemos que no se trata simplemente de un Gobierno que se debilita y cede a las presiones del gran capital y de la derecha política. Entre los aprietes constantes del poder financiero y el agronegocio (que manejan la economía real de nuestro país desde hace décadas) y las necesidades populares, el Gobierno de les Fernández entiende que es central mantener el control de las mayorías populares, para ganar las elecciones parlamentarias del año próximo. Para sostener ese dominio, necesita llegar a acuerdos con los sectores dominantes, aunque sea en una relación de fuerzas desfavorable.
En ese marco, contener políticamente a los sectores progresistas y populares del FdT les resulta muy necesario, pero su prioridad es otra: cómo reinsertarse en la nueva etapa capitalista que se abrirá en la “post pandemia”.
Por eso, Alberto Fernández, de un modo similar al Perón de los 70, intenta pararse en el centro de su coalición política, pero le presta mucha más atención a la agenda política de la derecha y del imperialismo que a la agenda del movimiento obrero y popular.
En sentido histórico, para que los sectores obreros y populares, y junto a ellos las corrientes progresistas, rompan con el programa de conciliación de clases, es imprescindible el desarrollo de un poderoso movimiento popular, masivo, con vocación de masas y de poder.
La presión sobre el dólar como reflejo del poder financiero
Después del acuerdo con los fondos de inversión y los bonistas, un acuerdo favorable para el Gobierno que le permite estirar los plazos de pago de la deuda eterna, y que ha sido respaldado por todos los sectores empresariales y las fuerzas políticas que los representan como una verdadera política de Estado, el Frente de Todos tuvo la ilusión de que lograría la calma en los “mercados financieros”.
Sin embargo, esa calma no llegó. Las presiones devaluatorias avanzan, el dólar blue en el mercado aumenta cada día, y también los instrumentos de dólares financieros como el contado con liquidación (CCL). Como dijimos, los agroexportadores esperan y retienen la liquidación de sus cosechas, esperando la devaluación del dólar “oficial”.
Esto es reconocido incluso hasta por algunos funcionarios del gobierno actual, como Claudio Lozano, quien señala junto a Alejandro López Mieres (ver https://www.pagina12.com.ar/292823-el-pais-tiene-dolares-el-banco-central-no), que el problema principal no es el “dólar ahorro”, es decir el ahorro de capas medias y sectores asalariados de mejores ingresos, sino el pago de la deuda externa pública y privada antes de los acuerdos con los fondos de inversión y la falta de liquidación de las exportaciones agropecuarias: “…el mito de la falta de dólares no se aplica en el presente contexto. Y el tema no ha sido el dólar ahorro. Ha sido el consumo de dólares por deuda pública y privada (u$s 9065 millones) y lo que no liquidaron los exportadores (u$s 3267 millones). Por estos conceptos se fueron u$s 12.332 millones. Por la «fuga del dólar ahorro», apenas salieron 1.826 millones”.
La política cambiaria del Gobierno, con el objetivo de no irritar a los bancos y a los sojeros, favorece a la derecha de Juntos por el Cambio, que se fortalece entre los sectores medios más afectados por la restricción del “dólar ahorro” y el aumento imparable del blue.
La experiencia nos dice que una devaluación siempre perjudica a quienes tienen ingresos fijos, es decir a la clase trabajadora y a los sectores populares, y beneficia a los sectores dominantes de nuestro país. Las devaluaciones mensuales, que siguen al índice inflacionario, y la devaluación de los dólares paralelos y financieros perjudican a la mayoría de la población, pero muchísimo más lo haría una devaluación abrupta del dólar oficial.
Al mismo tiempo, en el momento en que se inician las conversaciones para renegociar la deuda con el FMI, este escenario de turbulencias y corridas financieras favorece al Fondo, que queda en mejores condiciones para un acuerdo que vuelva a atacar los derechos laborales y sociales (con los reclamos de reforma laboral y previsional que seguramente aparecerán)
Tierra para Vivir: Un reclamo popular en medio de la crisis
En medio de la miseria creciente por la pandemia, miles y miles de familias empobrecidas comenzaron una dura lucha por el derecho a la vivienda y a la tierra. De forma espontánea, pero con la experiencia popular acumulada desde hace varias décadas, miles de personas que no pudieron seguir pagando sus alquileres, o agotados de vivir hacinades en viviendas muy deficientes, comenzaron a recuperar tierras ociosas, en especial en el conurbano bonaerense.
La especulación inmobiliaria sobre el precio de las tierras, la desocupación y la precarización laboral, impiden cada día a más sectores de nuestro pueblo acceder al derecho a la vivienda en el “mercado inmobiliario” dolarizado. Entre el derecho a la vivienda consagrado en el Art. 14 Bis de la Constitución y el respeto a la propiedad privada del Art. 17, está claro que los poderosos, los grandes medios de comunicación, y los Gobiernos, agitan la supuesta afectación de la propiedad privada, cuando generalmente se trata de tierras abandonadas a la espera de que unos pocos especuladores hagan con ellas grandes negociados. Para los movimientos populares, el derecho a la vivienda y a la tierra debe priorizarse sobre los negocios privados inmobiliarios.
En esta nota del compañero Guillermo Cieza (http://mulcs.com.ar/index.php/2020/09/20/los-apropiadores/) se muestra con claridad esta situación, en especial en la historia de los grandes apropiadores de tierra, que fueron los sectores dominantes de la Argentina en el siglo XIX.
La recuperación de tierras en Guernica se ha convertido en una lucha central de esta etapa, y está instalando en la agenda pública el grave problema de la miseria y el hacinamiento. El eje de la vivienda popular es uno de los pocos temas de discusión abierta donde se puede confrontar con las políticas de derecha, que vienen creciendo tanto desde la oposición de Juntos por el Cambio como por los sectores de derecha del FdT.
Desde nuestra perspectiva, es una lucha ejemplar por su masividad (2.500 familias), por su nivel de organización y firmeza para construir un barrio, por la amplitud de la solidaridad y los apoyos logrados (organismos de derechos humanos, movimientos populares y organizaciones de izquierda, universidades), y por el papel de los movimientos territoriales que estamos participando, siempre dispuestos a colaborar y no a priorizar intereses propios de cada organización. El rol de las delegadas y delegados de los cuatro barrios organizados es muy importante, y son respetadas como representantes legítimas por la mayoría de las y los habitantes de los nuevos barrios.
El método de asambleas para la toma de decisiones ha fortalecido a los cuatros barrios. La perspectiva feminista popular, ejemplificada en las consignas Tierra para vivir y Feminismo para habitar, muestra la potencialidad de miles de mujeres que toman en sus manos la dirección del proyecto de construir nuevos barrios, y de vivir una vida digna de ser vivida. El movimiento de mujeres y disidencias, enraizado en las tradiciones de lucha por tierra y vivienda, muestra un gran dinamismo para convencer y conmover a la mayoría de les vecines en lucha. No es un dato casual que la mayoría de les delegades sean mujeres, y sean parte de movimientos territoriales en lucha.
Los resultados de la lucha en Guernica serán fundamentales para nuestro movimiento popular, y en particular para las organizaciones del frente de lucha territorial en el que participamos. Al cierre de esta nota, no podemos saber aún cuál será el resultado de este emblemático conflicto, y si desde los Gobiernos nacional y provincial prevalecerá el respeto a las necesidades populares o atenderán la lógica represiva que promueven los dueños de countries y “emprendimientos inmobiliarios”, con el pleno respaldo no solamente de la intendenta de Presidente Perón, Blanca Cantero, sino del grueso de los intendentes del conurbano, tanto del Frente de Todos como de Juntos por el Cambio.
Un triunfo en esta lucha por tierra para vivir fortalecerá seguramente a todo el movimiento popular, y con ese objetivo actuamos por conseguir una solución al problema de vivienda para miles de personas golpeadas por la crisis habitacional y social.
De toda lucha popular debemos extraer experiencias y saberes. Se trata de comprender lo que sintetizaba con maestría Rodolfo Walsh en su cuento Un oscuro día de justicia: “El pueblo aprendió que estaba solo y que debía pelear por sí mismo y que de su propia entraña sacaría los medios, el silencio, la astucia y la fuerza”. Desde nuestro pueblo trabajador debemos tejer las unidades necesarias, para derrotar a nuestros enemigos de ayer y de hoy.
Por una salida popular a la crisis
La situación de nuestro pueblo trabajador se sigue agravando: según los últimos datos del propio INDEC, la desocupación afecta al 13% de la población laboral (en el porcentaje más alto desde 2004), más de 100.000 trabajadores contagiades de covid19 por la obligación de trabajar a pesar del aislamiento obligatorio durante la pandemia (http://mulcs.com.ar/index.php/2020/09/26/taller-de-estudios-laborales-trabajar-en-condiciones-seguras-y-saludables-en-tiempos-del-coronavirus), el salario mínimo y los “beneficios sociales” asociados a ese salario no tienen aumento a pesar de la inflación crecientes, y el salario real es muy inferior a la canasta familiar (estimada en más de 70.000 $ en los informes de ATE INDEC).
En ese escenario, las grandes patronales aprovechan la crisis para limitar y para aplastar cualquier reclamo de la clase trabajadora: avanzan con el teletrabajo de hecho, con el trabajo no registrado, y en la mayoría de los casos, con el argumento de la pandemia y la aceptación de la mayor parte de las direcciones sindicales, las paritarias no se abren o se acuerdan “aumentos” muy por debajo de la pérdida salarial durante el macrismo y de la inflación en sus negociaciones colectivas (recordemos que sólo el 20% de les trabajadores registrados han tenido aumentos fijados por paritarias durante este año).
Entendemos que los principales problemas que tiene nuestro país, y que sufre especialmente nuestro pueblo trabajador, deben tratarse desde una perspectiva popular y desde abajo, por una salida popular a la crisis. Desde nuestra perspectiva, la desocupación y la precarización laboral; la vivienda popular y la especulación inmobiliaria; el extractivismo, el control del agronegocio y de la timba financiera; la violencia de género y el derecho al aborto legal, seguro y gratuito; la deuda externa y un verdadero impuesto a la riqueza; la represión y el poder mafioso de las policías, son temas a ser enfrentados con propuestas claras, y con participación popular organizada.
Desde el Movimiento de los Pueblos: Por un socialismo feminista desde abajo, junto a Venceremos – Partido de Trabajadorxs, Marabunta y el Frente Popular Darío Santillán, estamos comenzando una campaña pública Por una salida popular a la crisis, con la convicción de que los grandes problemas se resuelven cuando las masas discuten política, se organizan y luchan en forma consecuente y decidida. Se trata justamente de eso: de construir un canal para la participación activa de nuestro pueblo.
Desde el MULCS, pensamos que en cada experiencia de lucha popular, desde las luchas más puntuales hasta los conflictos de envergadura nacional, las organizaciones con objetivos revolucionarios debemos aprender de las masas, de los aciertos y de los errores que ocurren en cada momento de la lucha popular, en un ida y vuelta constante entre quienes se organizan y luchan y las organizaciones del pueblo trabajador. Con los ojos y los oídos en nuestro pueblo entenderemos mejor qué está pasando, y pensaremos mejor las salidas necesarias.
De esas experiencias, y del desarrollo de corrientes políticas con vocación de cambio profundo y de disputa del poder, deberá nutrirse la formación de un amplio movimiento político, con vocación de masas, antiimperialista y latinoamericanista, feminista, popular, clasista, con horizonte socialista, que luche contra las enormes injusticias que sufrimos, y se proponga derrotar a los proyectos de los enemigos de la clase trabajadora y el pueblo.