9/3/2021
En este nuevo Día de la mujer trabajadora, las compañeras del MULCS volvimos a movilizarnos por todos nuestros derechos y contra la dominación patriarcal.
El 8M paramos y marchamos. Algunas y algunes. Con y sin subte, con obstáculos. Muchas y muches movilizades por motivos comunes y algunos reclamos diferenciados. Sabemos que el capital toma símbolos y los transforma en productos rentables. Algo de eso circula también en las calles como una tensión que de aflojarse sería tirar la toalla, la renuncia a la posibilidad y la convicción de que todo esto que nos mata es posible de ser transformado.
¿Qué disputas se dieron lugar en la calle? La definición del problema y sus responsables. Este 8M muchas y muches marchamos gritando ni una menos y que el Estado es responsable, que queremos trabajo en condiciones dignas, que la justicia es femicida y encubre abusadores, que la yuta no nos cuida, que el que quiere un cura se lo pague, que la prostitución no es trabajo, por la ESI y por la IVE, y por el reconocimiento de las tareas de cuidado.
Estos reclamos entran en tensión con feminismos afines al Gobierno que tildan todo cuestionamiento de desestabilizador y este 8, en línea con la definición que se han dado del problema, unieron fuerzas contra el poder judicial por una reforma feminista.
Esta disputa no nos quitó a las unas/es ni a las otras y otres la calle ni la movilización masiva. Ni los encuentros y debates previos. Sí le puso cuerpa a las ideas: aquello que son distintos puntos de partida en la comprensión del problema se manifestó como distintos puntos de partida al momento de la marcha. Hubo quienes concentraron en Congreso y quienes decidimos marchar: saliendo de Plaza de Mayo o saliendo de Congreso, pero en movimiento y marcando que no todas ni todes salimos del mismo lugar. En la calle hubo como siempre mucho bombo y redoblante, mucha teta escandalizante, mucha purpurina y bandera artesanal, mucha canción por una América latina feminista. Hubo algunas dificultades para avanzar y la necesidad de buscar por dónde. Banderas y columnas con voces que vienen cuestionando los feminismos cooptados de cara lavada que muestran mujeres feroces que sonríen para la cámara y que no incomodan más que a los transeúntes con suerte y por un rato. Banderas que denuncian que no están perdidas son desaparecidas para ser prostituidas y que denuncian los feminismos (?) del lobby proxeneta. Banderas contra el extractivismo, porque el agua vale más que el oro. Por tierras para vivir y tierras para producir. Contra el chineo. Contra la esterilización forzada de personas con discapacidad. Denunciando las complicidades de los sindicatos en la precarización. Proclamando identidades marronas transfeministas. Denunciando la postergación de villeras campesinas indígenas «nos siguen matando y el olvido nos sigue condenando»
Al menos dos definiciones de patriarcado asoman a la lucha. La que lo define como estructura social en que los varones ocupan puestos de poder y reproducen normas de exclusión y violencias sobre mujeres, y otra definición que habla del patriarcado como forma y estructuras arcaicas de sometimiento y opresión que construyen esquemas binarios con la figura del varón con el deber de la dominación. La opresión y el sometimiento como forma de construir la relación con la alteridad.
De ahí que las denuncias en las calles puedan ser circunscriptas y acotadas a una reforma judicial o que vayan por todo un esquema social político cultural económico sostenido en el sometimiento y la explotación.
Lo innegable es que el 8M es cada vez más grande. Que nos damos también expresiones y encuentros locales ese día, los previos y posteriores: por el derecho a parar de todas y porque vivas libres y desendeudadas nos queremos.