por Claudia Korol
24/5/2021
Despedir a la Feli, la bruja irredenta como le gustaba nombrarse, es sentirnos atravesadas por tantas sonrisas, consejos, relatos de historias vitales, ejemplos de solidaridades que tuvieron su bautismo de fuego en Nicaragua, donde participó como combatiente internacionalista, como alfabetizadora, como médica, pero que no comenzaron ni terminaron allá. Feli viajó a Honduras cuando arreciaba la represión, para acompañar a Berta y a COPINH. Viajó a Guatemala, a Colombia, a Paraguay, a las comunidades zapatistas, Barrio Adentro de Venezuela, a Chile, y a tantos otros territorios rebeldes del Abya Yala.
Despedir a la Feli es recordar a la compañera que fue parte de una generación revolucionaria, que lo dio todo en cada día, en cada minuto de vida, para mejorar al mundo. Es saber de la lucha sin fronteras, de la audacia de estar siempre en el lugar necesario. Feli era la compañera que tomaba partido, hasta mancharse. Fue militante del PC, luego del Partido Revolucionario de los Trabajadores, después del MULCS. Participó en Pañuelos en Rebeldía como educadora popular, y se sumaba a cada movida de compromiso con quienes más duelen y sufren la explotación capitalista, racista, patriarcal.
Feli fue sabedora de plantas. Compartió sus experiencias en los talleres de educación popular y salud popular de Pañuelos, y donde se lo pidieran. Como médica epidemióloga, acompañó nuestras investigaciones sobre el estado de salud de la población en el Norte argentino.
Fue homenajeada por las Madres de Plaza de Mayo por la Legislatura de Rosario que la nombró Ciudadana Ilustre. Le encantaba embellecerse, colocarse su mejor vestido para recibir los reconocimientos a los que entendía como gestos de amor. Escribió tres libros con sus memorias de Nicaragua y de Corrientes, su provincia de nacimiento. Feli afiliada al Centro de Jubilados de ATE. Feli militante de todas las resistencias y también madre, abuela, amiga, compañera.
La última vez que hablamos le comenté que iniciábamos un círculo de cultura freiriano sobre salud popular y educación popular. Ella se estaba recuperando de COVID, le daban el alta, y se sentía optimista. Me escribió el 15 de mayo: “Pasé mi covid con mis 83 años, la primera dosis de Sputnik, y el amor de la gente que me sostuvo con llamados y mensajitos, porque soy sorda y no oigo los mensajes de voz, gracias”. A Feli nada la detenía cuando quería disfrutar de la vida. Hablamos mucho en diálogos íntimos sobre qué se siente cuando el cuerpo empieza a cobrarnos los años, pero también compartíamos que portamos cuerpos deseantes, que no se olvidan de sentir, aunque estén lastimados por heridas recibidas en distintas batallas. Hablamos mucho de la importancia de la memoria, del acompañamiento, de habitar diversos colectivos.
Siento dolor por la partida de la Feli, pero sé que es otro viaje, de los miles que imaginó. Sé que Feli nos seguirá hablando, que su ejemplo nos servirá para no perder jamás la curiosidad, la alegría, las horas de vuelo, la búsqueda de horizontes donde la humanidad se encuentra germinando y los abrazos se desparraman como vacunas contra el mal vivir, el individualismo y el sálvese quien pueda.
Hasta cada día Feli, hasta cada sonrisa bruja querida.