Posted on: 11 julio, 2021 Posted by: MULCS Comments: 0

10/7/2021

Entrevista con Lidia, mamá de Estefanía Diaz, asesinada por su ex pareja Fernando Oriolo en el año 2014. Compartimos en este texto parte de la entrevista con Lidia.

Lidia cría desde hace 7 años a sus nietes, hoy de 17, 15, 12 y 8 años, hijos de su hija Estefanía Díaz, víctima de femicidio en el año 2014. Desde hace 7 años todo los afectos de Estefanía siguen atravesados por ese femicidio. Desde hace 7 años esperan que el femicida reciba su condena. Esta semana parecía que una parte de tanta agonía podía tener una definición y dar a la familia «algo de paz».

Lidia dice en relación al proceso judicial, que desde hace 7 años tiene a la familia en vilo sin sentencia sobre el femicidio de su hija Estefanía Díaz, que hubo «un manoseo desmesurado», un mal manejo, pericias repetidas, la defensa no informada. Que el jueves pasado esperaban el cierre de todo esta agonía con la condena a perpetua y que fue una falta de respeto, que no entiende por qué los obligan a otra semana más de espera.

Lidia explica que en algún momento intentaron «decir basta y empezar a recordar a Estefanía con una sonrisa, recordar las cosas bonitas», de a poco volvieron a prender la tele, un rato, encender un poquito la radio, pero la agonía vuelve.

Cuenta Lidia de las formas en las que un femicidio, este femicidio, atravesó la vida suya la de sus hijes (hermanes) nietes (hijes), amigues.Estefanía era la primogénita, la que cambió la vida de Lidia y la hizo sentir que podía hacer algo con su vida y que por primera vez tenía algo que le era propio. Estefanía era la más grande de seis hermanes. En la casa, compartiendo la mesa, a veces se quedan callades, y saben que todes piensan en lo mismo. Su nieto más grande pensó en volver a testificar para hacer algo porque antes «no pudo». Las palabras de Lidia son claras y dolorosas, los femicidios tienen muchas víctimas, se vuelve una y otra vez a cada momento mientras la justicia prolonga la agonía.

Lidia llora el dolor y la rabia: tendría que haber sido todo distinto, «el sistema lo pudo evitar». El femicida tenía restricción perimetral, exclusión. El sistema de defensa garantiza abogado defensor al acusado, la familia, cuenta Lidia, nunca tuvo abogades: es un caso cerrado le decían. Pero desde hace 7 años la causa está abierta. Hace poquitos días apenas se conoció el fallo pero el tribunal no tuvo tiempo o no dispuso la organización para dictar la condena. La familia fue nuevamente violentada, una vez más expuestxs a un padecimiento que no cesa.

Parte de ese proceso tortuoso expuso a la familia a la defensa del femicida. Lidia explica que tras el brutal ataque de esa noche el femicida cubrió a Estefanía con una manta, y que tuvieron que escuchar a la defensa en su intento de establecer atenuantes exponiendo que «la tapó porque la amaba».

Cuenta Lidia que poco antes esa noche había llamado a la policía porque el femicida estaba incumpliendo la perimetral, la policía vino y uno de ellos preguntó qué podía hacer si, basado en sus 40 años de servicio como dijo, podía ver «que el hombre está enamorado».

Hablamos con Lidia de emoción violenta. Son los términos que traen, conceptos a los que nos acostumbraron y que naturalizamos, particularmente cuando de varones que ejercen violencia se trata. Varones cuya «emoción violenta», constatamos una y otra vez, viene precedida por numerosas manifestaciones de distintos tipos de violencia, una y otra vez minimizados por los aparatos de reproducción y control del patriarcado. Varones a quienes se ha permitido históricamente vertir sus emociones violentas sobre nuestras cuerpas y a quienes la propia enunciación de la emoción les alcanzaría para evitar asumir la responsabilidad sobre sus actos, aunque sus actos hubieran masacrado tantas vidas.

Conversamos con Lidia sobre una relación que se iba armando para el sometimiento, las violencias cotidianas para el sometimiento, el valor de negarse y enfrentar todos los pasos que dio Estefanía para llegar a la exclusión y la restricción perimetral.

Cómo y cuánto el patriarcado acciona para despojarnos de nuestra fortaleza y posibilidades? Cómo nuestra defensa queda reducida al juicio cómplice de un policía (maldito policía) y nuestros tiempos quedan en pausa a la espera de definiciones jurídicas, frente a las que se agudiza a diario nuestra impotencia.

Cuenta Lidia que desde el 14/3/14 a la madrugada les chiques están con ella, el 17 pidió la guarda provisoria porque pensó que Estefanía podía «salir de ésta». Durante algo más de 2 años el grupo familiar recibió asistencia psicológica de la Unidad de Fortalecimiento Familiar. Lidia dice que no vio que para este último tiempo también necesitaban apoyo. Dice que su nieta de 8 años empezó a preguntar de qué panza vino, cuenta que saben que su mamá está en el cielo. Lidia no sabe qué hacer todavía con estas nuevas preguntas. Dice que no sabe qué hizo mal, que ya crió a sus hijos y que sus nietos tienen problemas en la escuela, para aprender, que no pueden quedarse en el aula, que repiten, que no saben leer, entonces ella no sabe qué hizo mal. Hablamos de todo lo que ronda en las cabecitas de sus nietes, todo lo que les inquieta y no les deja estarse quietes, todo lo que en sus breves vidas han tenido que enfrentar, todo el tiempo que querrían hacer atrás. Qué tiempo querrían y no pueden repetir sus nietes? Qué realidad eluden un rato cuando no se sientan, qué respuesta buscan cuando rondan por el patio? A quién buscan?

Qué espera la familia de Estefanía? «Perpetua y que se pudra en la cárcel. Poder mostrar a los nietos que hay esperanza en la justicia. Lidia espera que se termine esta pesadilla. Dice que están «hechos cenizas» y que no saben porqué la justicia «no pone fin a este dolor.»

En estos 7 años de sostener la crianza de 4 niñes y buscando cubrir todas sus necesidades «todos tuvimos que trabajar más». Los tiempos de los procesos judiciales muestran su cara más absurda en relación a los tiempos de las niñeces, cuánto de la infancia transcurre en 7 años? En 7 años no hubo respuesta suficiente para 4 niñes obligades a crecer sin su mamá. Una mamá que algunes de elles apenas tuvieron tiempo de conocer. Una mamá que no pudo ver crecer el pelo de su hija pequeña y hacerle peinados, «tenía arte en las manos» cuenta Lidia. Recuerda también que a la mañana temprano se asomaba por la ventana y le gritaba «Negri, tengo todo preparado» y que Estefanía venía, en ese lenguaje cotidiano en que se tejen el amor y el cuidado todos los días.

Lidia piensa que tendría que haber insistido con esos mates. Que si hubiera tomado mate como ella toma, que son horas, quizás… Tantas preguntas golpean en golpe sordo el pecho de todes en la familia. Nadie va a callar esas preguntas. Nadie les va a dar una respuesta definitiva. Desde hace 7 años todo el mundo afectivo de Estefanía se hizo del color de la ceniza. De a ratos nomás se respira y se mastican cenizas. A veces se mira el cielo y se respira un poco de algo que duele menos. A veces viene el recuerdo de una sonrisa, del paseo a la plaza y algo duele un poco menos y las preguntas sin respuesta pasan a un segundo plano, es cuando el recuerdo de la risa de Estefanía o de alguna palabra suya puede volver y exige su lugar en el memoria: entonces Estefanía llega como caricia y sana, y trenza el cabello o se hace unos mates, apaga unos segundos el ruido punzante de las preguntas del dolor y presta algo de sus fuerzas para seguir.

Qué hacer con tanto? Nadie debería nunca ser expueste ni forzade a vivir con tanto dolor. Nadie puede entender las formas en que otras y otres viven, conviven y transitan el dolor. Sin embargo así, en ese imposible, nos acompañamos. No podemos anular el dolor de la compañera. Simplemente estamos.

Que ningún femicida vuelva a robarnos una compañera, una madre, una amiga, una hermana, una hija. Que el aparato judicial no vuelva a robarnos nuestros tiempos de justicia, de verdad y de reparación. Que nunca más osen decirnos que el amor es ocultar nuestros cuerpos torturados, hostigarnos, forzarnos, celarnos, acosarnos, perseguirnos. Que ningún aparato judicial nunca vuelva a atreverse a reabrir nuestras heridas y a exigirnos seguir viviendo así como si nada cuando nos han arrebatado una parte nuestra y nunca nadie podrá devolverla.

Traigo de Lidia la esperanza vuelta firme persistencia, con su entereza en el dolor, como ejemplo que guía para seguir trenzando redes de amorosidad donde ninguna forma de opresión, nunca más, tenga lugar. Donde sepamos siempre que el sometimiento no tiene nada que ver con ninguna forma de amar.