por Norberto Bacher
6/11/2020
1 – Es imposible tener una visión del marxismo por fuera, o haciendo abstracción, de las luchas sociales y políticas de, al menos, los últimos 200 años. Esto no significa que el aparato conceptual y metodológico que caracteriza al marxismo, y que se ha ido desarrollando desde sus orígenes, no trascendió o haya incidido más allá de la política, a otros ámbitos de la actividad humana. Todo lo
contrario. Casi no hay disciplina de las llamadas ciencias sociales y de la cultura en general, en las cuales el marxismo haya dejado de tener incidencia, sea para apoyarse en él o para oponérsele.
Para aproximarnos a una comprensión del desarrollo de la concepción que fundaron Marx y Engels (M-E) debemos hacerlo siguiendo su propia metodología, uno de cuyos puntos nodales es comprender y analizar el origen y desarrollo de toda visión ideológica y/o teórica en un marco histórico concreto, en el contexto en el que se forjó. Tal como hicieron ellos en su momento con las ideas, concepciones y teorías que les antecedieron.
No es una casualidad que el objeto de estudio y reflexión tanto de M como de E – en su formación individual primero y luego como dupla inseparable –estuviera centrado desde sus inicios en comprender a la moderna sociedad industrial. Una sociedad que en aquel momento estaba emergiendo y en plena expansión, destruyendo en su avance a las viejas formas productivas, pero conservando muchos de sus antiquísimos elementos constitutivos, como la explotación del trabajo, la circulación mercantil, el dinero, la usura, la renta de la tierra, etc, aunque bajo nuevas formas. Elementos que se reconfiguraron en nuevos ordenamientos y condicionamientos mutuos, originando a una nueva y desconocida totalidad concreta: el capitalismo.
Asociado a esa reconfiguración productiva y social, gestada durante varios siglos en la vieja sociedad europea, también se produjo una reconfiguración del poder por el paulatino desplazamiento de las viejas aristocracias terratenientes feudales como clase dominante, pasando a cumplir ese papel de control social una nueva clase enriquecida, principalmente urbana, la burguesía. Pero también aparece una nueva clase explotada, el proletariado industrial,1 que, como dice el Manifiesto “El proletariado recorre diversas etapas antes de fortificarse y consolidarse. Pero su lucha contra la burguesía data del instante mismo de su existencia”
2 – M-E son hijos directos de esa época que vivió revoluciones múltiples y en diversos campos de la vida social, donde todo se estaba trastocando.
Las más nombradas de esas revoluciones son la industrial, que se venía gestando desde hacía más de un siglo, y las revoluciones políticas a favor de las burguesías, en particular la Revolución Francesa de 1789/93, cuyas consecuencias en la vida de Europa, y mucho más allá, seguían muy presentes en el momento que M-E se iniciaban en la vida política y cultural.
Pero esas trasmutaciones en las viejas formas productivas y en las estructuras políticas de los Estados estuvieron precedidos y asociados a profundos cambios en las ideas que durante siglos fueron hegemónicos en la sociedad europea y cristiana (trasplantados también a las geografías que colonizaron, como América).
3 – Si bien no fue una época de revolución permanente en el sentido político y social, en la cual hubo ascensos y retrocesos restauradores – después del freno napoleónico a la tumultuosa oleada revolucionaria de 1789 –, en una mirada de largo alcance es visible que en esta época se derrumbaron un conjunto de viejas ideas y todo estaba en debate. Las viejas ideas y valores sociales, que por siglos dominaron a amplias capas de la sociedad, (que Gramsci llamó “el sentido común”, que hace al común de nuestra ideología) y que durante siglos fue la de un mundo cuyo centro era concebido alrededor de Dios, un mundo teocéntrico, en el cual toda la organización de la sociedad, e incluso hasta la interpretación de los fenómenos naturales, pasaba por ese principio ordenador, fueron cuestionados.
Hacía bastante tiempo que distintos pensadores confrontaban esas viejas concepciones, unos más, otros menos, desde distintos ángulos y enfoques, pero todo ese andamiaje ideológico vetusto se estaba derrumbando.
Este resquebrajamiento abrió paso a las visiones que planteaban la posibilidad y necesidad de alterar el orden social existente, de revolucionarlo o cambiarlo de raíz, cualquiera sea la orientación propuesta para esos cambios. Esa necesidad de transformación estaba profundamente arraigada en grandes capas de la sociedad.
4 – Las injusticias sociales y graves contradicciones que desde sus orígenes fueron visibles en el naciente capitalismo alentó la aparición de múltiples propuestas para superarlas. Algunas de ellas, como veremos, ya propugnaban una ruptura radical con la nueva sociedad. Es en ese contexto en el cual debe entenderse la genialidad y evolución del pensamiento de M-E, que supieron captar, depurar y reelaborar en una nueva visión totalizante las ideas y cuestionamientos críticos al capitalismo que les precedieron.
Todo indica que ese “espíritu de época”, de revolucionar la sociedad en la que les tocó vivir, impregnó la actitud teórica y práctica de los jóvenes M-E, bastante antes que su adhesión teórica y práctica a los escasos núcleos comunistas que ya existían.
Situación, p.ej, diametralmente opuesta a la actual, donde socialmente predomina, al menos desde los años 80, el conservadurismo ideológico, descreído de una posibilidad de transformación radical de la sociedad, a pesar de la amplitud de una crisis de alcance mundial.
Para graficarlo podríamos decir que la tierra que encontraron M-E estaba preparada para que germinen nuevas semillas.
5 – ¿De dónde surgieron esas semillas que dieron su fruto en ese corpus teórico o nueva concepción crítica de la sociedad capitalista, y que recién muchas décadas después comenzó a denominarse marxismo? Una concepción cuyos fundadores denominaron alternativamente como “concepción materialista de la historia” y “socialismo científico” y cuya carta pública de presentación y primera sistematización como un programa político de transformaciones es reconocida en el “Manifiesto Comunista”. Pero que ya había trabajos previos de M-E, de notable valor y profundidad conceptual.
Tanto Engels, en sus últimos trabajos, como marxistas de las generaciones siguientes (p.ej Lenin),2 fueron explícitos al señalar las distintas vertientes teóricas que dejaron huellas en la genética del marxismo: la dialéctica hegeliana y el materialismo de Feuerbach del lado alemán, de la Revolución francesa, el socialismo elemental que se desarrolló bajo su influencia y de la herencia inglesa, la influencia de sus primeros teóricos de la economía capitalista.
En estas notas nos interesa resaltar otro aspecto: la conexión inseparable que desde sus orígenes tuvo el marxismo con los debates que cruzaron a la naciente clase obrera.
6 – El Manifiesto es una buena guía para seguir ese vínculo estrecho, que se refleja en la estructura del propio texto, pero también en el camino que llevó a su gestación. Trataremos de seguirlo.
Comienza el Manifiesto con una afirmación tan contundente como teóricamente decisiva, que marcó su identidad al marxismo: “La historia de todas las sociedades que han existido hasta hoy es la historia de la lucha de clases”
Es conocido que el concepto de “lucha de clases” proviene de historiadores anteriores a M-E, pero es sólo bajo la perspectiva del pensamiento marxista que este concepto adquiere centralidad. 3Esta centralidad se sustenta, o presupone reconocer, como lo hace el Manifiesto, el antagonismo irreconciliable (o contradicción si se prefiere) entre explotadores y explotados, entre los dueños del capital – en sus formas múltiples – y los trabajadores, es decir quienes dependen para vivir de la posibilidad de vender su fuerza de trabajo. Un antagonismo que, en forma abierta o encubierta, velada, aparece y condiciona tanto la lucha política cómo otros campos de la vida social, el económico, cultural, etc.
Descubrir en cada coyuntura concreta y en cada lugar específico bajo qué forma se manifiesta esa lucha de clases, a través de qué fuerzas políticas, de cuales medidas económicas, con qué mecanismos legales y/o institucionales aparece – en síntesis, las mediaciones –, es un desafío permanente y un problema decisivo, pero ineludible, para las fuerzas revolucionarias.
Para sintetizar, una primera conclusión: no se puede entender las luchas sociales ni políticas si no es desde la óptica de la lucha de clases.
7– El hecho que sólo en momentos excepcionales esa lucha de clases se expresa políticamente como un claro enfrentamiento entre burguesía y trabajadores, facilita a las fuerzas ideológicas, culturales y políticas afines a las clases dominantes (derechas, centristas, reformistas) su encubrimiento. Como no pueden desconocer el antagonismo, lo reducen a un “conflicto de intereses” y permanentemente hablan de la necesidad asegurar la “paz social”. Una perspectiva mistificadora de las fuerzas reales que determinan al capitalismo, que se va a expresar con mayor nitidez en las distintas concepciones sobre el Estado, como veremos.
8 – En esa primera y contundente afirmación, el Manifiesto recoge no sólo algunas ideas anteriores a M-E. También expresa una rica experiencia de luchas de los oprimidos desde la época de la Revolución francesa. Recordemos algunas.
-El sector más radical y plebeyo de la pequeña burguesía, que por breve lapso estuvo al comando de la Revolución francesa, los llamados jacobinos, encabezados con Robespierre y una cantidad de pensadores importantes, como Marat, Saint Just, etc., ya veían que la bandera principal del movimiento revolucionario, expresada en la consigna de “Igualdad”, quedaba muy acotada o vaciada de contenido, reduciéndola simplemente a una supuesta igualdad jurídica y política, con la eliminación de los fueros privilegiados para la nobleza y el clero. Frente al ascenso de una aristocracia dineraria y financiera planteaban la necesidad de una “igualdad sustantiva entre los hombres”. En un lenguaje más cercano a nuestra época sería lograr mayor igualdad social.
– En ese contexto de revolución, también aparece un sector, muy minoritario, reivindicando una suerte de comunismo igualitarista. El comunismo, como idea o aspiración utópica de una sociedad igualitaria ya puede encontrarse en textos de antiguos escritores, algunos que trascendieron a su época. Pero como acción política uno de sus primeros antecedentes se remonta a la llamada “conspiración de los iguales” de 1796, encabezada por Francois Babeuf, más conocido como Gracus – un nombre simbólico de la lucha de los tribunos plebeyos romanos contra la aristocracia –, que fue ajusticiado, tras un frustrado alzamiento, con el que pretendía imponer la igualdad social, mediante un golpe de mano contra el gobierno. Su influencia en pequeños núcleos se extendió por varias décadas. La idea de imponer una nueva sociedad mediante la acción conspirativa de pequeños núcleos, persistió en sectores de los primitivos grupos comunistas. Aunque Marx siempre reivindicó a la visión comunista revolucionaria de Babeuf, el Manifiesto se distancia claramente de esas primeras experiencias conspirativas, lo cual también es un punto central de la concepción marxista. Ese distanciamiento también estuvo vinculado al paso de un comunismo sustentado principalmente en un artesanado a un comunismo como expresión del nuevo proletariado fabril.
9 – El Manifiesto expone con absoluta claridad ese tránsito “…las múltiples acciones locales, que en todas partes presentan idéntico carácter, se convierten en un movimiento nacional, en una lucha de clases. Y toda lucha de clases es una acción política.”
M-E vieron durante su propio proceso de formación intelectual y político algunas de esas “acciones locales”, que sin duda tuvieron impacto para la época4. Engels en un trabajo de juventud, 5 anterior a su vínculo con Marx, analizó la experiencia del movimiento obrero inglés, a través de la experiencia de “los cartistas”, de donde sin duda llega a la conclusión de que la lucha obrera necesariamente debe generalizarse como lucha política para lograr sus objetivos. Una enseñanza que se trasladó al Manifiesto. Esta es una segunda conclusión, que dejó profundas huellas en el desarrollo posterior del marxismo. Ya Marx, en un trabajo que precedió al Manifiesto había adelantado esa necesidad de la clase obrera de unirse en la lucha política
“La dominación del capital ha creado a esta masa una situación común, intereses comunes. Así pues, esta masa es ya una clase respecto al capital, pero aún no es una clase para si. En la lucha, de la que no hemos señalado más que algunas fases, esta masa se une, se constituye en clase para si. Los intereses que defienden se convierten en intereses de clase. Pero la lucha de clase contra clase es una lucha política”6
De las conclusiones citadas se derivan importantes consecuencias, que son parte sustancial de la concepción marxista.
10 – La primera de estas consecuencias es que si la lucha de clases es lucha política, necesariamente debe resolverse en el Estado. Es decir, para los intereses de los trabajadores, para las clases explotadas, el carácter del Estado no le es en absoluto indiferente.7 Pero, si bien en el Manifiesto no existe como tal un análisis del Estado, deja plantado un primer concepto, que es la piedra basal de todos los posteriores desarrollos realizado tanto por M-E como por las siguientes generaciones de marxista sobre la concepción marxista en este tema decisivo
Dice el texto: “Hoy. El Poder público viene a ser, pura y simplemente, el Consejo de administración que rige los intereses colectivos de la clase burguesa”. Su primera función, básica, la naturaleza o esencia del Estado en el capitalismo es garantizar el interés general de la clase burguesa. Este interés general de clase, en el cual coinciden todas las fracciones del capital, es asegurar condiciones políticas y económicas que permitan el proceso de reproducción del capital.
Esta óptica o mirada marxista sobre el Estado, si bien es absolutamente insuficiente para una acción política de las clases explotadas, es una clara línea demarcatoria con todas las concepciones y teorías burguesas, que intentan mostrar lo contrario, un Estado neutral, que supuestamente defiende el “interés general”, al cual según las circunstancias lo presentan bajo distintas formas: “nuestro modo de vida”, “nuestros valores”, “la patria”, etc. Con cada coyuntura conflictiva, la prueba de los hechos desmiente a los propagandistas del Estado “como un órgano de equilibrio social”.
Con el desarrollo capitalista posterior, con sus crisis y las tensiones que eso provoca en el interior de las clases dominantes, con la creciente acción e incidencia política de la clase obrera, Marx, así como las generaciones siguientes de marxistas fueron desarrollando la concepción marxista del Estado, es decir las múltiples formas o apariencias bajo las cuales se manifiesta esa esencia del Estado burgués 8
Esta naturaleza del Estado burgués, que distingue a la concepción marxista de cualquier otra, es una tercera conclusión
11 – Otra consecuencia directa del carácter político que tiene la lucha de clases en su expresión más plena, es la necesaria organización de los trabajadores. El Manifiesto, a continuación de señalar ese punto, plantea con claridad que “Esta organización de los proletarios como clase, que tanto vale decir como partido político, se ve minada a cada momento por la concurrencia desatada entre los propios obreros”
Debe recordarse que el Manifiesto nace por decisión de la entonces Liga de los Comunistas que comisionan a M-E para darle un programa a esa pequeña organización de comunistas, en circunstancias en que ya se avizora una nueva oleada revolucionaria, 1848. Puede decirse que fue el primer programa comunista que se basa en un punto de vista de clase, de las nuevas clases explotadas por el capitalismo.
Pero fue también un deslinde con las ideas que persistían en los grupos comunistas que, por supuesto, luchaban por la igualdad social. Pero lo hacían de una forma confusa.
En muchos casos creían posible lograr sus objetivos mediante la acción decidida de los sectores más lúcidos. Algunos núcleos estaban bajo la influencia de Augusto Blanqui quien, al modo de Babeuf, no planteaba la necesidad de la organización de la clase, sino de los sectores más lúcidos, en un sentido conspirativo, para dar un golpe de mano.9
El espíritu grupal de esos núcleos, casi de comunidad religiosa, se reflejaba hasta en la forma de presentar sus propuestas o cartas de adhesión, a las que denominaban “profesión de fe”. El antecedente directo del Manifiesto es sin duda el trabajo de Engels, basado en todas sus vivencias con los cartistas y otros sectores del proletariado inglés, conocido como Principios de comunismo.
Pero el deslinde es también con las ideas y prácticas, con los reformadores sociales de aquella época, que creían posible “crear una nueva sociedad”, al margen y por fuera de las luchas que se originan por la explotación y de las distintas formas de organización de los trabajadores que surgen en esas luchas, los llamados socialistas y comunistas utópicos.10
En contraposición a esas posturas ilusorias, que creían que con la sola voluntad y disposición de los trabajadores puede superarse al capitalismo, sin derrotar a sus bases materiales y a la clase que lo sostiene, es que comienza a hablarse de un “socialismo científico”. Un socialismo asentado en el conocimiento racional de las causas que generan las contradicciones capitalistas y sus dramáticas consecuencias sociales. Pero no es una racionalidad que nace únicamente del esfuerzo intelectual, sino, como ejemplifica muy bien el proceso que llevó a la necesidad de la lucha política del proletariado (y todas sus consecuencias), surge de una praxis social-, concepto o categoría que ya figuraba claramente, en unos borradores de los jóvenes M-E.11, que sus autores nunca publicaron. Este es un punto central del pensamiento marxista. Llegamos así a una cuarta conclusión, que ha tenido enorme trascendencia (más allá de los importantes debates filosóficos) en la historia del desarrollo de los partidos obreros.12
12 – Una quinta conclusión, es que el desarrollo de la conciencia política o conciencia de clase de los trabajadores está íntimamente ligado al proceso de su organización en el curso de sus luchas. Marx con su genio supo captar y explicar, dos años antes de la aparición del Manifiesto, y a pesar del todavía escaso desarrollo del proletariado en el capitalismo europeo, tanto en lo cuantitativo como en sus fuerzas políticas, ese vínculo y delinear a grandes trazos ese proceso. Repetimos lo citado en un punto anterior (9) “la lucha, de la que no hemos señalado más que algunas fases, esta masa se une, se constituye en clase para si” . En otro lenguaje, menos hegeliano, el Manifiesto ratifica esa conclusión.
Esa constitución o conformación de “clase para si” no es más que el proceso de desarrollo de la conciencia política de los trabajadores como clase explotada y antagónica a la de sus explotadores. Pero ese desarrollo, de lo que posteriormente el marxismo llamó conciencia de clase, sólo se forja en las distintas fases y formas de lucha a la cual se ven obligados los trabajadores. Es el paso de clase productiva central a su auto-conciencia política.13 Obviamente ese tránsito no se circunscribe a lo meramente individual (aunque lo incluye). Cuando se produce esa evolución, condicionada por múltiples circunstancias sociales, de “la masa que se une” en las luchas, lo subjetivo – la conciencia colectiva – se objetiviza, en algo tan concreto como las distintas formas de organización que reconoce en su historia el movimiento obrero. Una idea persistente en Marx: cuando la conciencia de clase enraíza en el proletariado se transforma en una fuerza material más potente que el acero. El crecimiento del movimiento obrero, ya con capacidad de disputarle el poder a la burguesía sesenta años después del Manifiesto, no hizo más que confirmar, a veces positivamente y otras por la negativa, la convicción de Marx. El problema del desarrollo de la conciencia política de los explotados ocupó siempre la centralidad en las preocupaciones de las fuerzas revolucionarias y los partidos obreros, en directa conexión con sus propias posibilidades de crecimiento y protagonismo político.
Fue sin duda el leninismo, apoyado y exigido por un proletariado joven y combativo, en un país atrasado, la corriente marxista que más indagó y aportó a la relación entre la organización de los revolucionarios, el desarrollo de la conciencia de clase y las formas de las luchas obreras. Por su papel dirigente en la primera revolución proletaria, sus concepciones influyeron en casi todos los movimientos revolucionarios y partidos obreros del siglo XX. Bajo su influencia se produjeron trabajos teóricos sobre este punto, que no pueden ser soslayados para el desarrollo futuro de las fuerzas revolucionarias, aunque las circunstancias actuales sean diferentes a las de un siglo atrás14
13 – Los distintos niveles de desarrollo de la conciencia de clase entre los trabajadores, resultante de su praxis social, se manifiestan tanto en la comprensión de las causas reales de la explotación capitalista como en su voluntad o decisión para enfrentarla. Estas diferencias se expresan políticamente, en última instancia, en la decisión de seguir subordinados política e ideológicamente a los partidos de la burguesía (a través de sus distintas fuerzas) u organizarse con autonomía bajo una perspectiva anticapitalista.
El problema de la unidad para enfrentar la explotación del capital ha sido desde inicios de la revolución industrial, y sigue siendo, un desafío para las clases explotadas, los trabajadores. En su IIa parte – Proletarios y comunistas – el Manifiesto plantea principios básicos para enfrentar este desafío. También las posiciones de M-E sobre este punto, en las distintas coyunturas que les tocó enfrentar, son ilustrativas de una actitud política sustentada en esos principios.
La necesidad de la lucha política unitaria de los trabajadores para enfrentar al capital exige al mismo tiempo un deslinde con cualquier actitud sectaria o gregaria de pequeño grupo. El Manifiesto lo hace en pocas líneas, en un párrafo trascendente:
“Los comunistas no se distinguen de los demás partidos proletarios más que en esto: en que destacan y reivindican siempre, en todas y cada una de las acciones nacionales proletarias, los intereses comunes y peculiares de todo el proletariado, independientes de su nacionalidad, y en que, cualquiera sea la etapa histórica en que se mueva la lucha entre el proletariado y la burguesía, mantienen siempre el interés del movimiento enfocado en su conjunto”.
Lo resaltante es que antepone la noción del todo – en este caso la clase trabajadora – a una de sus partes constitutivas, los comunistas. La visión de totalidad es parte sustancial de la concepción marxista, que no es meramente especulativa, sino que a través de las posiciones políticas adquiere formas concretas. Por eso, en tanto el sindicalismo tiende cada vez más a ser corporativo, en la defensa de los intereses y en lo organizativo, las posiciones de clase destacan y defienden “intereses comunes y peculiares de todo el proletariado” y además, los comunistas, lo hacen bajo la perspectiva de trascender el sistema de explotación capitalista (“mantienen siempre el interés del movimiento enfocado en su conjunto”) aunque las posibilidades revolucionarias parezcan lejanas (“cualquiera sea la etapa histórica en que se mueva la lucha entre el proletariado y la burguesía” )
Inmediatamente después de fijar este nexo entre el proletariado y los comunistas, se explicitan sus posiciones, su programa, para aquel momento histórico.
14 – La defensa de un programa radical de transformaciones sociales y la necesaria unidad de la clase trabajadora para imponerlo, muchas veces crea contradicciones, justamente por el distinto grado de desarrollo de la conciencia de clase.
Engels, en un relevante prólogo al Manifiesto de 1890, explica detalladamente la actitud de Marx para enfrentar ese problema en ocasión del nacimiento de la Ia Internacional (AIT), en 1864.15
Dice Engels en ese prólogo “Cuando la clase obrera europea volvió a sentirse lo bastante fuerte para lanzarse de nuevo al asalto contra las clases gobernantes, nació la AIT. El fin de esta organización era fundir todas las masas obreras militantes de Europa y América en un gran cuerpo de ejército. Por eso ese movimiento no podía arrancar de los principios sentados en el Manifiesto. No había más remedio que darle un programa que no cerrase el paso a las tradeuniones inglesas, a los proudhonianos franceses, belgas, italianos y españoles ni a los partidarios de Lasalle en Alemania. Este programa, con las normas directivas para los estatutos de la Internacional, fue redactado por Marx con una maestría que hasta el propio Bakunin y los anarquistas hubieron de reconocerle..”
En total consonancia con la postura asentada en la IIa parte del Manifiesto y sin renunciar a los principios – ese programa afirma que “la emancipación de los trabajadores será obra de los trabajadores mismos” – se priorizó un avance en el movimiento real hacia la unidad de clase.
Agrega Engels en ese texto, que Marx confiaba que con el desarrollo y la madurez política de la clase obrera las ideas del Manifiesto serían asumidas por una mayoría, como en efecto ocurrió en poco más de quince años.
Igual actitud frente a la unidad de clase demostraron una década más tarde, en ocasión de la unificación de los dos sectores más importantes en que estaba dividido el movimiento obrero alemán.16 Aunque apoyaron esa unificación, que se produjo en 1875 en un congreso realizado en la ciudad de Gotha, de la cual surgió un potente partido obrero, criticaron muy duramente al programa17 que se adoptó en ese congreso.18 Pero nuevamente, M-E no antepusieron las críticas programáticas al movimiento real hacia la unidad de clase. Esas críticas programáticas también disipan la interpretación posterior de un sector oportunista sobre una supuesta afirmación de Marx, que justificarían cualquier renuncia programática en función de lograr la unidad19.
Por lo anterior, se puede poner como una sexta conclusión que uno de los ejes centrales de la concepción marxista es la unidad de clase, la unidad de los trabajadores.
No por casualidad el Manifiesto que comienza con una contundente y disruptiva afirmación culmina con una convocatoria, no menos contundente y no menos irritativa para la burguesía: ¡¡ proletarios del mundo uníos!!
15 – La generación de marxistas posteriores a M-E, también tuvo que enfrentar, en otras condiciones históricas, el problema de la unidad. La primera guerra imperialista de 1914 y la oleada revolucionaria, que fue una desus consecuencias inmediatas, produjo una fractura de mayor magnitud en el movimiento obrero, por el desarrollo que ya habían alcanzado en medio siglo todas las formas de organización proletaria, sindicatos, mutuales, partidos. Un sector oportunista adoptó decididamente e irreversiblemente la estrategia reformista de la conciliación de clases. La defensa de los lineamientos del Manifiesto quedó en manos del ala revolucionaria, encabezada por los hacedores de la Revolución rusa.
Pero como las revoluciones también alientan las amenazas de contrarrevolución, ese sector comunista, todavía poco cohesionado en la naciente IIIa Internacional, nuevamente debió priorizar a las diferencias estratégicas e ideológicas la necesidad de recomponer la unidad proletaria.
Así surgió en 1922, en un congreso de la IIIa Internacional, lo que se conoce como la táctica del Frente Único proletario o de clase. Su incomprensión causó grave daño no sólo a los trabajadores sino a gran parte de los pueblos europeos. Por ejemplo, por sectarismo burocrático de la dirigencia stalinista y por miopía parlamentarista del reformismo socialdemocráta se facilitó la derrota del fraccionado proletariado alemán a manos del nazismo.
En las actuales circunstancias, con una larga ofensiva del capital contra los explotados a nivel mundial, con las organizaciones de masas de los trabajadores, heredadas de luchas anteriores, mayormente esterilizadas por sus dirigencias conciliadoras y cooptadas por los partidos del capital, con las pequeñas fuerzas revolucionarias dispersas, el problema de la unidad de los explotados, ahora con actores sociales más dispersos por los cambios productivos, no sólo sigue vigente sino que tiene centralidad para el pensamiento y la acción de quienes sostenemos los principios del Manifiesto.
Su llamamiento final debería ser nuevamente enarbolado ¡¡ trabajadores y explotados del mundo unámonos!!
Norberto Bacher
Noviembre 2020
1F. Engels Principios de comunismo: “el proletariado es aquella clase social cuyos medios de vida dependen por entero de la venta de su trabajo (fuerza de trabajo) y no de las ganancias obtenidas del capital (…). El proletariado o clase proletaria es en una palabra, la clase trabajadora del siglo XIX”….. y podríamos agregar del XX y del XXI. F. Engels Principios de comunismo En estas notas usamos trabajador exactamente en el sentido que lo describió Engels
2 P.Ej ver Engels “ Del socialismo utópico al socialismo científico”; Lenin “ Tres fuentes, tres partes integrantes del marxismo”
3 Ver también APUNTES MARXISTAS (Aldo Casas, junio 2019, revisado en 2020)
4 P.ej en 1831, cuando Marx era un adolescente, se produce la insurrección de los tejedores (textiles) de Lyon, una ciudad francesa cercana a la región renana de Alemania, de donde eran M-E. Siendo Marx un joven recién graduado se produce otra revuelta obrera en la región alemana de Silesia, próxima a la frontera con Polonia, con importante cantidad de víctimas.
5 F. Engels “La situación de la clase obrera en Inglaterra”
6 Marx “Miseria de la filosofía”
7 todas las cuestiones políticas se resuelven a nivel de Estado, no hay otra forma de resolverlas. Se pueden resolver en forma reaccionaria -en contra de los intereses de los oprimidos-, se puede resolver en forma reformista, sin que afecten al régimen y se pueden resolver en forma revolucionaria
8 Para citar algunos trabajos centrales sobre el Estado: de Marx “La lucha de clases en Francia”, “El 18 Brumario de Luis Bonaparte”, sobre la Comuna “La guerra civil en Francia”, Crítica al Programa de Gotha; Lenin “El Estado y la Revolución”; gran parte de los “cuadernos” de Gramsci; Trotsky escritos sobre el fascismo y su Historia de la Revolución Rusa, etc, etc
9 Blanqui fue un revolucionario cuya acción e influencia se extendió hasta la época de la Comuna 1871 y tuvo influencia en sectores radicalizados de la juventud y trabajadores. Marx confronta con esa visión “blanquista” previamente al Manifiesto, polemizando con uno de sus seguidores influyente en los comunistas de ese tiempo, Weitling, que alentaba la acción directa de los sectores más marginales de los trabajadores, lo que llamaban el lumpen-proletariado
10 A pesar de que el Manifiesto combate cualquier ilusión política de ese socialismo, M-E rescataron muchos de sus ideas críticas sobre el capitalismo, que luego pasaron a formar parte de los programas de los partidos obreros. En particular los escritos de Saint-Simón, Fourier y Owen. Ver Manifiesto parte III-3 y F. Engels Antidühring, capítulo “socialismo”
11 8ª Tesis sobre Feurbach (1845 M-E) “toda vida social es esencialmente práctica. Todos los misterios que inducen a la teoría al misticismo encuentran su solución racional en la práctica humana y en la comprensión de esa práctica”…. es decir, en la racionalidad de esa práctica. Es todo un movimiento. Gramsci entiende al marxismo como “la filosofía de la praxis”, una formulación que toma de Antonio Labriola, uno de los fundadores del socialismo en Italia
12 No se puede transformar una sociedad sin conocerla, pero el conocimiento efectivo no es sólo un hecho intelectual, una “abstracción” de las prácticas sociales. Ese es un paso necesario, pero absolutamente insuficiente. Las fuerzas políticas revolucionarias y obreras “conocen” tratando de transformar la realidad social, es decir no se puede conocerla sin incidir sobre ella, transformándola.
13 Queda para el debate la relación que existe entre las más recientes formulaciones de ciertas tendencias sobre “construcción de la subjetividad política” y la larga tradición marxista de desarrollo de la conciencia de clase.
14 citamos de Lenin “Que hacer”; G.Luckacs “Historia y conciencia de clase”
15 Para contextuar: debe recordarse que tras la derrota de la oleada revolucionaria europea de 1848 surge más de una década de reacción burguesa y desarticulación de las incipientes organizaciones obreras. En 1864 comienza un reagrupamiento del proletariado que se consolida con el Congreso de París (al cual Marx no asistió) se crea la Asociación Internacional de Trabajadores, la Iª Internacional. Por influencia de Eccarius, un sastre, Marx es incorporado al Consejo Directivo que funcionaría en Londres. Se le encomienda redactar el programa y los estatutos
16 Una de esas fracciones era la conocida como grupo de Eisenach, donde había algunos notorios dirigentes como August Bebel y Guillermo Liebknecht, muy cercanos principalmente a Engels. La otra fracción importante eran los seguidores de Ferdinand Lasalle (que ya había muerto), un abogado y notable agitador con influencia en el proletariado, que aunque se decía seguidor de Marx, difería notoriamente en cuestiones teóricas centrales (p.ej concepción del salario) y fundamentalmente en su táctica frente al gobierno burgués de Bismarck, que impuso la unificación alemana tras la guerra con Francia de 1871.
17 Se trata de la conocida “Crítica al programa de Gotha” cuya trascendencia fue más allá de las circunstancias que motivaron ese trabajo. Se hacen importantes reflexiones sobre la concepción marxista del Estado y en particular del período de transición al socialismo.
18 el Partido Social Obrero Demócrata Alemán, que llegó a ser el partido obrero de masas más poderoso de la IIa Internacional.
19 La afirmación de Marx sería “un paso en la realidad es preferible a cien programas”. Según Riazanov, M-E a pesar de protestar en esa crítica contra el programa, no pretendieron que se modifique. Se oponían a cualquier retroceso teórico en el programa. Proponían esperar y limitarse en tanto a una plataforma general para la acción práctica diaria.
Bibliografía
Riazanov, David.- Marx / Engels.- Cuarta y octava conferencia.
Riazanov, David.- Notas aclaratorias al Manifiesto Comunista.
Marx, Karl.- El Manifiesto Comunista.- Parte I y II