Posted on: 18 marzo, 2014 Posted by: MULCS Comments: 0

América Nuestra N°3 – Año 1- marzo 2014 –

por Mayra Pardillo Gómez (Fecha publicación:08/05/2005)

La inusual huelga de úteros, posiblemente la única en América, protagonizada por las indígenas en Nicaragua, la sitúa el reconocido investigador, ya fallecido, Alejandro Dávila Bolaños como la primera oposición al dominio colonialista español.

La costa atlántica de Nicaragua fue descubierta por Cristóbal Colón en 1502, durante su cuarto viaje, cuando dobló un accidente geográfico ubicado en el extremo oriental del río Coco, al que bautizó con el nombre de Cabo Gracias a Dios.

Aún los aborígenes, en especial las mujeres, no avizoraban la tragedia que se les avecinaba ni el exterminio a que serían sometidos.

Sin embargo, en un momento de la etapa colonial, las nativas, sencillamente, se negaron a parir para evitar con ello que los colonialistas obtuvieran más esclavos.

Llama la atención esta primera huelga de úteros del mundo, que promovieron las mujeres indígenas nicaragüenses en una protesta sin precedentes contra la esclavitud de que eran víctimas, durante el mandato de Pedrarias Dávila (1527-1531).

Por su parte, Dávila Bolaños documenta su teoría con el testimonio del cronista Francisco López de Gómara: ‘No dormían (los indios) con sus mujeres para que no parieran esclavos de españoles. Y Pedrarias, como en dos años no nacían niños, les prometió buen trato, y así parían o no los mataban’.

Singular protesta, posiblemente la única en su género, que demuestra el temple de las indígenas, compañeras de valientes hombres, que prefirieron renunciar al placer inmenso de ser madres antes de ver subyugados al fruto de sus vientres.

Aunque con muy pocos datos sobre el interesante tema, nos adentramos en él convencidos de su importancia histórica, de su papel en su época, como lo fueron otras formas de enfrentar la presencia extranjera, a través de levantamientos, por ejemplo.

Triste celebridad de Pedrarias

Famoso por su crueldad, Pedro Arias de Avila -conocido como Pedrarias Dávila- se proclamó primer gobernador de Nicaragua en 1527 y promovió la ocupación de la región.

Muere en 1531, a la edad de 91 años, en la localidad nicaragüense de León, aún en su primer asentamiento, es decir, antes de 1610 o fecha en que la ciudad se trasladó al actual lugar, a causa de desastres naturales.

Francisco Hernández de Córdoba, cuyo nombre lleva la moneda nacional y fundador de las ciudades de León y Granada, ambas en 1524, fue decapitado el 15 de junio de 1526 en la plaza mayor de la primera bajo el cargo de traición, por sentencia de Pedrarias Dávila.

Pero a este último el destino le jugó una mala pasada al final de sus días, porque cuando falleció, fue enterrado al lado de su lugarteniente decapitado, como para que nunca se hiciera realidad la frase inmemorial de ‘en paz descanse’.

El escritor nicaragüense Sergio Ramírez, en un texto con fecha del 2000, dice que Hernández de Córdoba, ‘dos años antes de su ejecución, envió el primer barco cargado de indios a Panamá, con lo que empezó el tráfico de esclavos destinados a Perú, un negocio lucrativo que Pedrarias Dávila quiso en su codicia sólo para sí mismo, y que terminó por despoblar de habitantes a Nicaragua’.

En 1528 unos 18 caciques se rebelaron contra el déspota gobernador y éste los mandó a capturar.

En un cruel e inhumano espectáculo los hizo devorar por perros hambrientos, trascendiendo como uno de los episodios más trágicos de la conquista en este país.

Las mujeres, además de haber ejercido funciones de poder en la Nicaragua precolombina, tras la conquista europea -lograda con la superioridad militar- tuvieron la valentía de protestar frente a la esclavitud.

Entre los fenómenos -tales como las epidemias, el maltrato y la exportación a otras regiones- que condujeron a la casi desaparición de las comunidades indígenas, tal y como eran antes de la conquista, debe suponerse que esté esta huelga.

Los historiadores afirman que la población de este país al llegar los primeros conquistadores españoles era cercana al millón de habitantes y 60 años después, había quedado reducida a cerca de 10 mil indígenas.

Cuántas féminas se sumaron a esta huelga de úteros y en qué fecha exacta lo hicieron, son interrogantes para las cuales carecemos de respuestas, al menos por el momento, pero era necesario recordar el hecho, dormido entre papeles por demasiado tiempo.

Es una lástima que en más de cuatro años en esta nación centroamericana sólo haya oído hablar del tema en unas breves líneas dentro del contexto de un trabajo editado en la revista Gente de Gallos.

Un hecho así, que enaltece el amor patrio, la dignidad humana y la virtud, vale la pena recordarlo todos los días.