Posted on: 21 julio, 2014 Posted by: MULCS Comments: 0

América Nuestra N°4 – Año 1- marzo 2014

Era yo un muchacho de 17 años y presencié el destace de nicaragüenses en Masaya y otros lugares de la República, por las fuerzas filbusteras norteamericanas. Personalmente miré el cadáver de Benjamín Zeledón, que fue sepultado en Catarina, pueblo vecino al mio. La muerte de Zeledón me dio la clave de nuestra situación nacional frente al filbusterismo norteamericano, por esa razón, la guerra en que hemos estado empeñados, la consideramos una continuación de aquella”. Así escribió Augusto Calderón Sandino desde Las Segovias, donde el 2 de septiembre de 1927 había formado el Ejército Defensor de la Soberanía de Nicaragua (EDSN), que combatió a la soldadesca norteamericana hasta su traición y muerte, llevada a cabo por Anastasio Somoza García, el 21 de febrero de 1934. Hijo de la humilde campesina Margarita Calderón, de quien tomó su primer apellido, y del finquero Gregorio Sandino, Augusto Nicolás nació en Niquinohomo, un pequeño poblado de Masaya, Nicaragua, el 18 de mayo de 1895. Desde niño estuvo al cuidado de su madre, a la que defendió ya en su mocedad de las provocaciones de un caudillo conservador, a quien hirió a balazos, y debió emigrar. Viajó a Guatemala, a EE.UU. y recaló luego en México, donde trabajó como obrero de la Huasteca Petróleum Co.. Allí se empapó de la mística de la Revolución Rusa, acaecida el 7 de noviembre de 1917, y de la prédica libertaria de los hermanos López Magón. Heredero de Zeledón, que se había levantado en armas en 1912 y combatido durante tres días contra los marines que ocupaban Nicaragua, entregada a manos llenas por el traidor Adolfo Diaz, contador de empresas mineras norteamericanas e impuesto por los yanquis en el gobierno nicaragüense, y que fue asesinado y arrastrado en una carretilla tirada por un marine hasta el cementerio de Santa Catarina, Sandino regresó a su país en 1926 para sumarse al Ejército Constitucionalista liberal. Una vez allí y luego de la traición del general José María Moncada, quien en el Pacto del Espino Negro decidió entregar sus armas a la marinería yanqui, Sandino se alzó con 30 hombres y, luego de recoger con la ayuda de las prostitutas del puerto algunos fusiles lanzados al mar en Bluefields, costa atlántica del país, se marchó hacia Las Segovias a través del rio Coco, embarcado en pipantes indígenas.

Una vez allí armó su Estado Mayor, creó al EDSN y combatió a los yanquis con un ejército de campesinos y artesanos mal armados que, sin embargo, lograron echar a los invasores del país en 1933. Su lema, “Patria Y Libertad”, se estampaba en la bandera rojinegra, que lucía dos machetes cruzados, símbolo del poder obrero-campesino de aquella época contra los oligarcas liberal-conservadores y los marines, sus mandantes.

“Solo los obreros y campesinos irán hasta el final, sólo su lucha organizada logrará el triunfo”, arengó en una oportunidad. “La libertad no se conquista con flores sino a balazos”, dijo en 1933. “Mis queridos hermanos: nuestro ejército, por la magnitud de su lucha, constituye una autoridad moral continental, y en el ambiente de simpatías con que nuestro ejército cuenta en el mundo, produjo la expulsión completa de los piratas norteamericanos de Nicaragua”

Traicionado y envilecido su nombre por la prensa somocista y cipaya luego de su muerte, Sandino revivió sin embargo en la lucha de sus hermanos Ramón Raudales, alzado en armas y abatido a fines de los años 50, y en el coronel Santos López que, junto a Silvio Mayorga, Julio Buitrago, José Benito Escobar, Tomás Borge y Carlos Fonseca, entre otros, fundaron a principios de los años 60 el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), que llegó para hacer cumplir hasta siempre con el mandato del Jefe Sandino: “Patria Libre o Morir”.

Nosotros tomamos su nombre y su bandera y como él, decimos que: “iremos hacia el sol de la libertad o hacia la muerte. Y si morimos, nuestra causa seguirá viviendo, otros nos seguirán”